Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 127

—¿Cuándo me vas a dejar ir?

Hacía una semana que Dylan la había traído a casa y su cuerpo ya se había recuperado lo suficiente como para que no hubiera ninguna necesidad de permanecer aquí por más tiempo. Sobre todo, estaba pendiente de la salud de Mercedes.

—¿No es bueno pasar más tiempo conmigo?

—No.

Nunca habían estado solos en el mismo lugar tan pequeño durante tanto tiempo y después de esta semana juntos, Vanesa estaba a punto de agobiarse.

Así que tenía que irse.

Orlando fue la mayor lección que aprendió en esta vida, por lo que, se amonestó a sí misma cien veces para no hundirse en su cariño tierno.

—De acuerdo.

Dylan parecía tan fácil de comprometer que Vanesa lo miró con los ojos ligeramente sorprendidos. Aquella mirada bobalicona y simpática le encantaba tanto que no pudo evitar alargar la mano y estrecharla entre sus brazos.

—Cariño, me estás seduciendo así.

—Ja, ja.

Vanesa puso los ojos en blanco, era él el que estaba siendo desagradable y poniendo excusas.

Dylan enarcó las cejas y, de repente, se dio la vuelta e inmovilizó a Vanesa en el sofá con sus fuertes manos agarrando fácilmente sus brazos. Su rostro atractivo era perverso mientras se acercaba más y más, luego abrió la boca y dio un ligero mordisco en los labios.

—¿Eres un perro?

—¿Una vez?

—¡No!

—Bien, dos veces entonces.

—Oye, he dicho que no.

—Bueno, dices que tres.

Vanesa se derrumbó, porque Dylan el cabrón se estaba haciendo el tonto. El hombre la sometió antes de que pudiera oponer resistencia, la desnudó con facilidad y luego se desbocó.

—Cariño, va a sentirte genial.

—¡Cállate!

—Je.

Dylan rio suavemente e invadió a Vanesa sin ceremonias, besándola brutalmente y dominantemente.

El hombre era como un lobo, siempre era tan feroz, que nunca se saciaba.

Vanesa no supo cuántas veces la poseyó y a la segunda mitad de la noche se desmayó de cansancio, recordando vagamente que el hombre que tenía encima seguía penetrando sin cesar.

Lo hacía tan a menudo, ella no se quedaría embarazada, ¿verdad?

El pensamiento pasó por la mente de Vanesa antes de quedarse dormida.

Al amanecer.

Vanesa seguía dormida con su cara de sueño que parece un ángel.

Dylan abrió los ojos y vio a la persona que yacía a su lado, luego sus ojos oscuros se ablandaron al instante.

—Buenos días, cariño.

Se acercó y le mordisqueó suavemente los labios. A cambio, ella frunció el ceño de mala gana y tarareó un par de veces como si hiciera un mohín.

—Eres mi destino —dijo Dylan con una mirada débil, pero sus ojos eran cariñosos.

Tuvo que levantarse rápidamente e ir al baño para darse una ducha fría de una hora para no molestar más a Vanesa.

Salió del dormitorio en silencio y bajó a la sala de estar.

Mateo había llegado y estaba esperando en el salón.

—Señor.

Dylan asintió ligeramente a modo de saludo, pensó que Vanesa debía tener hambre después de todo el trabajo de la noche anterior, por lo que, fue directamente a la cocina para abrir la nevera y encontrar los ingredientes para el desayuno.

Dylan estaba vestido con la ropa de casa limpia, tenía las mangas remangadas para mostrar sus fuertes brazos. Cogió las rebanadas de pan y las metió en la tostadora, encendió la sartén y se dispuso a freír los huevos.

Este hombre tenía un encanto divino e incluso verle cocinar podía ser un placer.

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