Graciela se rió a carcajadas, con los ojos torcidos.
Parecía un psicópata.
—¡Loca!
—Sí, soy un loca. Me he vuelto loco intentando conseguir a Alonso. Si no hubieras aparecido, podría haber conseguido que el tío Doo aceptara casarse con Alonso si me hubiera esforzado un poco más. Pero todo es culpa tuya, todo es culpa tuya por saltar de repente y robarte a Alonso.
Los ojos de Graciela se volvieron repentinamente rojos, llenos de intenso odio.
—También arruiné esta cara tuya, y luego tu cuerpo. Verás, he escogido especialmente a dos de los guardaespaldas más aptos. No te preocupes, ambos son muy buenos y te garantizan que te pondrán cachondo. Gracias por organizar una experiencia tan maravillosa.
¡Esta Graciela era demasiado viciosa!
No sólo para arruinar su cara, sino para que la violen.
Con una mujer tan viciosa, no era de extrañar que Alonso se sintiera asqueado ante su mención.
Vanesa pensó para sí misma que no es que no estuviera horrorizada, sino que era demasiado testaruda para mostrarlo, para que Graciela lo viera.
Alonso no era consciente de lo que ocurría arriba.
Estaba en proceso de confirmar los últimos retoques.
Para Vanesa, el compromiso era una farsa, una forma de ayudar a Alonso a salir adelante con la familia Rasgado. Pero para Alonso fue real, una fiesta de compromiso que le hizo mucha ilusión.
Era la única fiesta de compromiso que había querido tener en su vida.
Naturalmente, se lo tomó muy en serio.
—Muy bien, eso es todo.
Alonso asintió, sin poder ocultar la alegría en sus ojos.
Aunque sólo fuera una falsa fiesta de compromiso para Vanesa, quería hacerlo lo mejor posible, quería darle lo mejor, y si a ella le emocionaba, mucho mejor.
—Señor, creo que acabo de ver al guardaespaldas de la familia Dávalos.
Al oír estas palabras, el rostro de Alonso se nubló por un momento, con un toque de disgusto en sus ojos.
—¿Qué hace aquí el guardaespaldas de la familia Dávalos?
Era su fiesta de compromiso con Vanesa, y naturalmente Alonso no podía haber invitado a la familia Dávalos. Debido a su desagrado por Graciela, tampoco sentía amor por la familia Dávalos.
—Lo escuché y fui a comprobar la vigilancia y descubrí que la señorita Dávalos también había venido. No pude verlo en la vigilancia después de entrar por la puerta, no sé a dónde fue.
Las pupilas de Alonso se tensaron de repente y su rostro cambió mientras se dirigía hacia las escaleras.
—Ve y trae a alguien al salón de arriba.
—Sí.
Alonso se puso en pie, subiendo rápidamente las escaleras.
Su corazón latía rápidamente y tenía un mal presentimiento en su corazón. La idea de que Graciela pudiera hacer daño a Vanesa hizo que su rostro se ensombreciera y que sus ojos se llenaran de frialdad y despiadados.
Si Graciela le hacía algo a Vanesa, ¡no la dejaría salirse con la suya!
—Hmm. Eres una auténtica pieza, no me extraña que Alonso esté tan enamorado de ti.
dijo Graciela con disgusto, cuanto más la miraba, más le parecía que su cara era una monstruosidad.
¡Arruínala!
La afilada cuchilla volvió a atravesar la cara de Vanesa, esta vez un poco más profunda, pero no demasiado.
Me dolió, pero la reacción de Vanesa fue un poco fuera de lugar.
Se sintió como si hubiera estado allí antes, excepto que la daga no le había cortado la cara. Sólo estaba siendo sostenida en un vicio, inmovilizada, y...
¿Qué más?
—¡No hay que soltarlo!
Trastabillando unos pasos hacia atrás, Graciela se estabilizó rápidamente y se precipitó hacia delante con el rostro frío ordenando a sus guardaespaldas que no le soltaran las manos.
Miró provocativamente a Alonso y le dijo.
—¡No me quedaré de brazos cruzados viendo cómo te comprometes con esta zorra de origen desconocido!
—Graciela, no creas que por ser mujer no te voy a hacer nada.
A Alonso le dolió el corazón al ver los tres cortes que tenía Vanesa en la cara, no muy profundos pero que seguían sangrando.
Sus ojos se llenaron de culpa mientras miraba atentamente a Vanesa y le preguntaba.
—¿Duele? Lo siento, no esperaba que viniera. No te preocupes, no dejaré que te hagan daño por nada.
—Estoy bien.
Vanesa curvó los labios en una ligera sonrisa y negó con la cabeza; este incidente no era culpa de Alonso.
La culpa en sus ojos era demasiado profunda para que ella la soportara.
—Espérame.
Alonso sonrió con culpabilidad y dulzura, pero cuando se volvió para mirar a Graciela sus ojos eran fríos y disgustados.
—Cómo te atreves a venir a herir a Vanisa el día que ella y yo nos comprometemos, Graciela, esto no se va a ir. Aunque fueras la única hija de la familia Dávalos, no te dejaría ir.
—Huh. ¿Vas a matarme por esta mujer? No olvides que la familia Dávalos no es menos poderosa que tu familia Rasgado. Es más, ¿realmente crees que tu padre permitiría que te enemistaras con la familia Dávalos por una perra?
—¡Cállate! ¿Quién eres tú para gritarle a una perra, Graciela? Nunca estaré contigo, aunque nunca me case. De todas las mujeres del mundo, tú eres la que más detesto. ¿Sabes qué? Aunque murieras delante de mí ahora mismo, no pestañearía, incluso aplaudiría. Todos estos años te he aguantado y evitado, pero sólo por mi amistad con la familia Dávalos. Ahora que quieres convertirte en un enemigo, no me culpes.
—¡Alonso! ¿Vas a ir contra toda la familia Dávalos por una perra?
Graciela miró a Alonso con una expresión ridícula, como si no hubiera esperado que lo hiciera.
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