Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 49

Vanesa se tenía que quedar en el hotel para pasar la noche, porque Dylan no la dejó marchar.

No fue hasta el día siguiente, cuando Dylan tuvo que volver a la empresa a solucionar algunos casos pendientes y por fin se liberó Vanesa.

Ella no quería ver la cara de Orlando, por eso, se fue a la casa de sus padres y para no preocuparlos se había puesto unos guantes bonitos acorde a su vestido para tapar sus manos vendadas.

Efectivamente, Mercedes no dijo nada al ver sus guantes, simplemente pensó que hacía un poco de calor y que ya no entendía la moda de los jóvenes.

—Ayer no fuiste ni a la empresa. ¿Dónde estuviste?

Como Dylan le dijo que había mandado con su móvil un mensaje a Felipe, diciéndole que tenía algo pendiente y no podría ir a la empresa. Vanesa no reveló nada ante la pregunta repentina de Mercedes.

—Nada, que vino una compañera de la universitaria por el trabajo y fui a verla.

—¿Quién es? ¿La conozco?

—Venga, mamá. No vas a conocer a todos mis compañeros de la universidad —dijo Vanesa disimulando, pero, afortunadamente, Mercedes no siguió preguntando.

Ambas se fueron al jardín a sentarse un rato y al ver que Vanesa estaba muy cansada, Mercedes la ordenó a descansar.

Al tumbarse en su cama, Vanesa se durmió en breve y su móvil seguía sin batería.

—El número que ha llamado está apagado...

Después de escuchar innumerables veces la contestación automática, Orlando tiró el teléfono por la ira y caminaba por la oficina como una bestia gruñona.

Melina no se atrevió a decir nada y se quedó a un lado con el archivo.

Ella estaba histérica porque falló su plan y al ver la importancia que daba Orlando a Vanesa, odiaba más aún a Vanesa.

Orlando seguía furioso después de tirar el móvil, luego tiró portalápiz contra Melina y ordenó que saliera. No obstante, Melina lo podía esquivar, pero dejó que el portalápiz golpeara su frente y sintió que salía sangre caliente de allí.

Pero, a Melina no le importó, sino se acercó a Orlando con una mirada preocupada y dijo:

—Orlando, no te enfades, aunque sea por tu salud.

Orlando la miró fríamente en silencio y Melina lo abrazó suavemente tras dejar los archivos.

—Orlando, pase lo que pase, estaré siempre a tu lado. Si estás enfadado, puedes desahogar tu ira a mí —dijo Melina tiernamente.

«Orlando, he pagado tanto por ti. ¡Solo puedes ser mío!»

Orlando se tranquilizó un poco al ver que Melina le daba más importancia a él que a su propia herida, pero seguía disgustado y apartó a Melina.

—Sal, no me molestes más.

—Está bien, esperaré a que te calmes —Melina sonrió obedientemente, pero al instante la sonrisa se convirtió en odio.

Al poco tiempo, se abrió la puerta de la oficina y Orlando salió disgustado.

Melina conocía de sobra lo que iba a hacer Orlando y en ese momento odiaba sus conocimientos hacia Orlando, porque no estaría tan triste si solo estuviera loca por el amor.

Cuando el mayordomo de la Villa Cazalla dijo que venía Orlando, Mercedes se sorprendió. Y, tan pronto como se levantó, entró Orlando sonriendo.

—Mamá, ¿dónde está Vanesa? —preguntó Orlando.

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