Vanesa desahogó la ira, el miedo y la inseguridad que tenía en lágrimas, luego se sintió más aliviada y confiaba que podía enfrentar cualquier caso.
Al darse cuenta de que todavía estaba en los brazos de Dylan e incluso había mojado su camisa con lágrimas, Vanesa se sonrojó por la vergüenza. Luego, agachó su cabeza sin atreverse a mirarlo y lo apartó con fuerza.
Y Vanesa se sentó en el banco esperando fuera la puerta de la sala de emergencia, que incluso ignoró a Dylan por completo.
—Mi pequeña pobre —dijo Dylan medio enfadado y se sentó al lado de Vanesa, pero Vanesa se movió rápidamente al otro lado para guardar distancia con él.
—¿Qué te pasa? Si estabas llorando en mis abrazos, ¿ahora quieres deshacerte de mí?
«Maldita sea, este hombre tiene algún mal en la cabeza. Si solo he estado llorando, ahora lo dice como si yo lo hubiera abandonado.»
Vanesa le maldijo en su interior y continuó esperando en silencio. Y Dylan dejó de bromear con ella y la acompañó a su lado. El tiempo pasó poco a poco, pero gracias a la compañía de este hombre, Vanesa ya no sufría tanto como antes.
Por fin, se abrió la puerta de la sala de emergencias y el médico salió.
—Doctor, ¿cómo está mi padre? —Vanesa se puso de pie abruptamente y se acercó al médico para preguntarle la situación de Felipe.
—El paciente sufrió una hemorragia cerebral espontánea por un ataque emocional, pero no será un problema grave por los tratamientos a tiempo. No obstante, hay que evitar que sufra más ataques en el futuro.
—¿Por qué? —el rostro de Vanesa estaba pálido y murmuró para sí misma con incredulidad.
El médico estaba acostumbrado a estas situaciones y se fue tras haber informado todo lo debido.
Cuando Vanesa seguía atónita, Dylan sujetó su hombro para consolarla:
—Felipe está bien, no te pongas nerviosa. Simplemente, tendría que descansar más y no enfadarse.
—¿De verdad? —Vanesa agarró a Dylan del brazo y lo miró con tanta confianza como si fuera su salvavidas.
—Créeme —Dylan cogió su mano y la besó suavemente.
En breve, salió Felipe tumbado en el lecho y Vanesa fue directamente con la enfermera a la sala. Mientras que Dylan fue a hacer todos los procedimientos de hospitalización de Felipe.
La sala de Felipe estaba en una planta más arriba que la de Mercedes, era una habitación compleja de alta categoría.
Después de acomodar bien a Felipe, Vanesa se bajó para buscar a su madre.
—Vanesa, ¿estás bien tu padre?
—Sí —Vanesa no quería que Mercedes volvieran a sufrir, así que optó por ocultar la verdad.
Al ver su sonrisa de alivio, Mercedes se sintió más aliviada, de modo que, quería levantarse de la cama.
—Mamá, ¿a dónde vas?
—A acompañar a tu padre —Mercedes contestó sin pensar.
Se llevaban muy bien desde que se casaron y claramente quería estar al lado de su marido.
—Déjame sostenerte.
En la planta de arriba, estaba la habitación compleja de alta categoría, que tenía una habitación para familiares de los pacientes, por lo que, Mercedes podía ir a acompañar a Felipe.
—Nada, solo quiero que tú padre se despierte antes y que esté sano en el futuro porque yo no soy muy sana y si le ocurre algo a tu padre, tú…
—No, no pienses tanto, mamá —consoló Vanesa a Mercedes, quien estaba a punto de llorar.
Mercedes tardó mucho en calmarse y le dio unas palmaditas en la mano a Vanesa.
—Estoy bien, vete a descansar, que estarás cansada después de tanto tiempo.
—No hace falta, soy muy fuerte. Mamá, ve a descansar pronto. Tienes que estar bien para tener más energía para cuidar de papá.
Mercedes no se negó, sabía que Vanesa tenía razón y tenía que cuidar de ella misma por su familia.
Al mirar el rostro pálido de Mercedes, Vanesa se sintió angustiada y culpable.
Ya era de noche y Vanesa iba a comprar la cena a sus padres, pero cuando salió de la habitación, vio a una enfermera que se acercaba.
—Usted es la señorita Vanesa, ¿sí? Esto es lo que el señor Dylan me pidió que le trajera.
La enfermera tenía tres fiambreras térmicas en la mano y también había notas adhesivas en ellos, indicando a quién se dirigía cada fiambrera.
Estaba claro que fue Dylan quien lo había arreglado todo.
En ese instante, Vanesa no supo cómo describir lo que sentía, pareciendo una sensación cálida en su corazón que le daba mucha tranquilidad y consolación.
—Gracias y disculpe las molestias —Vanesa dio las gracias a la enfermera y volvió a la sala con los tres termos.
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