Amor profundo: insaciable amante romance Capítulo 80

Tras un chillido, el coche frenó de manera brusca.

Vanesa se giró para mirar fijamente a Dylan, que estaba en el asiento copiloto, y dijo con rabia:

—Dylan, ¡me prometiste que nadie sabría de nuestra relación! ¿Qué estás haciendo?

«¿No teme que Orlando sospeche algo?»

—¿Sabes que Orlando ya sospechó de nuestra relación? ¿Qué estás pensando? Lo haces tan cantoso como si invitaras a Orlando a investigarlo. ¡Qué demonio estás pensando, Dylan! —gruñó Vanesa del cabreo.

Luego, no paraba de jadear y sus ojos estaban sonrojados por la furia, como los de un conejo.

Dylan no esperaba que Vanesa estallase en ira de repente y se quedó atónito por un momento.

Se quitó el cinturón para abrazarla, acariciando suavemente su espalda para calmarla y consoló:

—Está bien, está bien, confía en mí. No te enfades, no pasará nada.

Su conejita tenía la boca abierta de rabia como si quisiera matarlo por mordiscos.

Cuando Dylan notó que Vanesa no paraba de temblar, sintió que era un imbécil e incluso sentía un dolor desconocido en su corazón, era como si lo estuviera pinchado con fuerza.

—Lo siento, no lo hice con intención.

Vanesa fue calmándose poco a poco con la ayuda de Dylan. Tenía mucha vergüenza por ese descontrol emocional, que podía ser porque no conseguía soportar más esa inmensa presión.

Se retiró del abrazo de Dylan y desvió su mirada a la ventanilla para evitar mirarlo.

«¡Qué poco sincera es la niña!»

Opinó Dylan en su interior y se puso la postura más formal para intentar explicarse ante alguien por primera vez en su vida:

—Todo lo que dije era verdadero, porque el viejo escuchó la llamada del conductor que me avisó de la rotura del coche y Orlando no pensaría más allá, porque simplemente me monté en tu coche de paso. Tranquila, no pasa nada, nadie sospechará lo de nosotros.

«¿Y qué? ¿Sabes lo nerviosa que estaba desde ese momento? ¿Por qué este hombre siempre hace lo que le da la gana?»

Cuanto más pensaba, más se enfadaba Vanesa y ella dijo:

—Sal del coche, no quiero verte ahora.

Vanesa iba a dejar a Dylan, el gran presidente del Grupo SJ, en medio de la carretera para que volviera por su cuenta. Ella había sido dejada por Orlando y ella quería dejar a alguien en medio del camino ahora. Desafortunadamente, este Dylan la enfadó.

Dylan se sorprendió por las palabras de su conejita y su mirada se volvió más fría. No obstante, fue conmovido al recordar cómo temblaba la mujer en su abrazo y se bajó del coche en silencio.

Al siguiente instante, el coche salió volando y Dylan fue abandonado.

Era la primera vez que fue tirado en la calle y se vengaría de esa persona duramente, pero estaba impotente frente a su Vanesa.

Dylan se quedó un rato parado para asegurar que Vanesa no volvería de repente y luego llamó a su ayudante.

—Pequeña ingrata —maldijo Dylan sonriendo.

Inesperablemente, el gran presidente del Grupo SJ estaba solo en medio del camino, esperando el rescate de su ayudante.

Por otro lado, Vanesa condujo hasta su apartamento por temor a rendirse, se giró para echar un vistazo al otro asiento y se alivió.

—Dios mío, no me lo puedo creer, ¿dejé a Dylan tirado en medio del camino? —murmuró Vanesa asombrada.

Al cabo de un rato, empezó a reír a carcajadas, porque se había atrevido a dejar a Dylan tirado. «¿Cómo voy a temer más a Orlando después? ¡Buen hecho de hoy, Vanesa!»

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