Amor Silencioso: Mi muda mujer romance Capítulo 12

Cuando Alexander regresó, Carmen le contó lo que había sucedido. Dirigió una mirada gélida a Florencia, que permanecía en la esquina sin decir nada.

Florencia no se sintió decepcionada, ya sabía esta reacción.

Pero Fatima estaba contenta por que esto mostró que a Alexander no le importaba en absoluto esa muda.

Fatima se acercó al hombre, con una sonrisa, y le entregó una taza de café que había preparado:

—Alexander, debes estar cansado después de un día de trabajo.

—No, es tarde, es hora de que te vayas a casa —dijo en tono despreocupado.

Fatima se congeló, puso una sonrisa forzada, no esperaba que Alexander la rechazara. Ella fingió no oír lo que él decía, dicho en un tono suave y afectado:

—Alexander, ¿podrías enseñarme algo sobre negocios? Me gustaría ayudar a mi padre a dirigir su empresa algún día.

Ante la petición de una chica tan encantadora, ningún hombre podía resistirse.

Pero Alexander se negó rotundamente.

—Si no vas, no podrás venir mañana —dijo entrecerrando los ojos.

Sus ojos brillaban con un destello gélido, la cicatriz de su cara le daba un aspecto asesino.

Fatima, presa del pánico, se apresuró a añadir para evitar la vergüenza:

—Vale, está bien, sé que estás siendo amable conmigo porque tienes miedo de que mi padre se preocupe por mí, ¿verdad? Así que iré a verte la próxima vez.

La sonrisa se dibujó en su rostro, pero después de salir, ocultó inmediatamente su sonrisa y miró con decisión hacia la puerta de la familia Nores.

Cuando Fatima se fue, Florencia le trajo a Alexander una taza de té.

Ella sabía que él estaba acostumbrado a beberlo después del trabajo, por lo que no tomaba café hecho por Fatima.

Tras sentir su profunda mirada, Florencia se sintió incómoda y bajó la cabeza.

—¿Qué haces aquí?

Florencia apretó los labios, levantó los ojos para mirarle y se llevó las manos a la oreja. De hecho, ella quería preguntarle: —¿No vas a subir a la cama?

—¿Quieres acostarte conmigo? —preguntó Alexander de forma distante, con las cejas fruncidas.

Al parecer, lo entendió mal. Florencia se quedó atónita ante esta pregunta y negó con la cabeza.

***

Los criados de la familia Nores siempre se burlaban de Florencia. Desde que Alexander le impidió hacer las tareas de la casa, Carmen tampoco le ordenó algo.

Al día siguiente, terminó su desayuno bajo la mirada despectiva de los sirvientes.

—Señorita Arnal —la llamó Alan.

No la llamó Señora Nores porque Florencia no se sentiría cómoda con ese nombre.

Ella le dirigió una mirada de desconcierto y Alan continuó:

—¡Mi colega me ha informado de que tu abuela se ha despertado! Voy a ir al hospital, puedo llevarte allí, si quieres.

Florencia se alegró de esta buena noticia, pero preguntó con sus manos: —¿Puedo?

—Claro que sí —dijo Alan con una sonrisa.

Luego ella se subió a su coche.

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