Después de una noche...
Florencia se despertó con todos sus miembros doloridos.
El hombre no aparecía por ninguna parte.
Lo único que quedaba en el aire era un leve olor a tabaco de él.
Con el cuerpo cansado, Florencia entró en el baño y se duchó. Cuando bajó las escaleras, vio a una atractiva mujer de mediana edad sentada en el sofá, con los brazos cruzados, mirándola fríamente.
Florencia había visto a esa persona en la foto que le había mostrado su padre, y era la tía de Alexander, Carmen Venegas.
Florencia había oído que Alexander había perdido a sus padres cuando era joven y había sido criado por Carmen. Más tarde, el abuelo de Alexander los encontró y este hombre creó su imperio empresarial con sus propias manos. Siempre trataba a Carmen como si fuera su madre con respeto y cariño.
En ese momento, Carmen miró a Florencia de pies a cabeza.
—Rodrigo es realmente astuto y no mantiene sus palabras. Sabía que la persona que queríamos era Fatima, pero te casó con Alexander, y tú sólo eres una muda.
—No sé por qué Alexander permitió que te quedaras, pero ya que es así, será mejor que seas honesta y obediente, ni se te ocurre aprovecharte de este matrimonio, no somos estúpidos.
—Bueno, ahora ve a cocinar, ya eres la mujer de Alexander.
Estaba claro que había sirvientes en la mansión de los Nores, pero Carmen pidió a la novia que cocinara.
Ante la mirada penetrante de Carmen, Florencia bajó los ojos. Aunque Carmen le hizo muy difícil a propósito, no podía hacer nada en ese momento. Una mujer sin poder ni apoyo como ella no era capaz de enfrentarse a ellos, así que era mejor evitar cualquier posible problema.
Florencia se dio la vuelta y se dirigió a la cocina, era sólo cocinar, nada más.
Sin embargo, sus concesiones no fueron respetadas, y Carmen, naturalmente, la consideró débil, haciendo un mohín de desdén.
—¡Qué barata!
Florencia se detuvo y se marchó como si no hubiera pasado nada.
Poco después, Alexander regresó de la empresa, Carmen sonrió y le dijo que la comida estaría pronto lista. El hombre volvió la cabeza y vio que Florencia estaba ocupada en la cocina con un delantal.
Él frunció el ceño.
Al ver esto, Carmen explicó con una sonrisa:
—Insistió en cocinar, creo que quiere que probemos su comida.
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