Eric se dio cuenta de que lo que había hecho hoy había hecho mucho daño a Fionna y que tenía que explicarse.
—Lorena es la esposa de uno de mis subordinados que se murió en un accidente de coche hace cuatro años, dejando atrás a una esposa e hijos pequeños y a padres que no gozan de muy buena salud. La carga de la familia recayó inmediatamente sobre los hombros de Lorena y no pude evitar ayudar.
Fionna se sorprendió cuando Eric se explicó, pero no habló. Sólo escuchó en silencio, quería escuchar qué otra mujer era menos afortunada que ella.
—Le pedí que viniera a trabajar a la empresa, comenzando como una pequeña secretaria.. La cuidaba todo el tiempo por la culpa que sentía hacia mi subordinados. Lorena también trabajaba mucho y después de un año, la ascendí a ser mi secretaria personal. Pensé que sería más fácil cuidarla, no esperaba...
Eric hizo una pausa en este punto.
—No esperabas que se enamoraría de ti.
Fionna dio la respuesta que Eric no dijo.
—Cualquier mujer se habría enamorado de ti si un hombre tan extraordinario como tú se preocupara tanto por ella. La culpa no es de Lorena sino tuya.
Fionna levantó las comisuras de los labios de forma sarcástica. Eric le caía mal y le odiaba, pero ella seguía enamorada de él a pesar de la adversidad, por no hablar de Lorena, a la que defendió siempre
—La ayudaste...
Fionna quería seguir con su análisis, pero de repente se le ocurrió que no podía seguir. Era probable que a Eric también le gustara Lorena, o no le habría pedido que se disculpara sin distinguir entre el bien y el mal.
—No podías ver que sufriera, así que la defendiste en cuanto me viste reñirla.
—No era que no pudiera verla sufrir, es que me siento culpable viendo cómo se aflige.
Eric tomó la palabra para explicar.
—No hay ninguna diferencia esencial. Tienes miedo de agraviarla y lógicamente yo soy la que es lo contrario, merezco ser incomprendida.
Ella era la más agraviada.
Fionna se rió amargamente al pensar en ello, una risa que le hizo humedecer los ojos.
Todos los cambios en el rostro de Fionna fueron dolorosos para los ojos de Eric. No estaba de acuerdo con Fionna, no la veía como lo contrario. Era sólo que cada vez que se encontraba con ella, Eric no podía manejar las cosas con calma.
—Fionna, lo que pasó hoy...
Eric intentó explicarse, pero Fionna no le dio la oportunidad. Tenía miedo de que Eric la obligase a disculparse.
—No digas nada de lo de hoy. Si me pides que me disculpe, eso no va a pasar. En tu opinión, Lorena es desafortunada, pero también tiene la suerte de tenerte, y eso es suficiente.
Para Eric, Lorena era la mujer más agraviada, pero Fionna sentía que no era nada su agravio comparada con ella.
Lorena tuvo la suerte de conocer a Eric cuando era desgraciada y ella no tuvo a nadie que la ayudara.
Pensando en el pasado y en el presente Fionna no pudo evitar romper a llorar. La primera lágrima cayó sobre el rostro de Eric. Se levantó apresuradamente de la cama, tratando de escapar, justo cuando sonó el teléfono.
Mirando el identificador de llamadas, las lágrimas de Fionna fluyeron con más rápida. Fionna se dio la vuelta, si sus hijos le veían así se preocuparían.
Se acercó a la ventana y se puso de espaldas a Eric, luego respondió al teléfono.
—Tía Sara.
La gruesa voz nasal de Fionna reveló su estado en este momento.
—¿Qué pasa? ¿Estás llorando?
—Sí.
Tras escuchar la voz de su tía, Fionna no pudo controlarse aún más, y temiendo que su tía se preocupara, tuvo que taparse la boca con la mano, intentando desesperadamente contenerse.
—¿Quién te ha hecho daño? —la tía siguió preguntando.
Fionna respiró hondo y se obligó a animarse.
—Nadie, estoy demasiado metido en la serie de televisión. Mira qué ansiosa estás, ¿no sabes cómo soy? ¿Quién se atreve a intimidarme?
Fionna lo dice de forma desenfadada, pero lo encontraba irónico. No era que nadie se atreviera a acosarla, sino que no tenía dónde esconderse, que ni siquiera podía huir aunque quisiera. Sólo podía ser masacrada.
En ese momento Fionna sintió de repente un par de brazos fuertes que la rodeaban por detrás, una sensación de seguridad que le hizo cerrar los ojos.
Qué bonito sería que el hombre que estaba detrás de ella no fuera Eric. Qué bonito sería que ese hombre que estaba detrás de ella pudiera protegerla. Qué bonito sería que el hombre que estaba detrás de ella pudiera enamorarse de ella.
Sin embargo, todo era una ilusión; nunca pasará eso.
—Mírate, las series son de mentira, y lo estás tomando tan seriamente.
Este sentimiento de cuando la familia te reprendía y se preocupaba por ella, era el amor más realista.
La tía decía que los dramas eran falsos, pero Fionna sentía que los dramas eran mucho más reales que ella.
—¿Pasa algo, tía?
—No nada, sólo preguntar cómo estáis tú y la niña.
Sara llamaba a Fionna de vez en cuando, simplemente para preguntar si estaban bien.
—Estamos bien, no te preocupes por nosotros. ¿Cómo está Valeria? ¿Trabaja lo suficientemente duro?
Fionna luchó por contenerse, pero Eric, que lo sujetaba por detrás, seguía abrazándola.
—Va a ir a selectividad, quizás está bajo demasiada presión. Está un poco aletargada estos días, si tienes tiempo llámala y anímala.
—Ya voy para allá.
Fionna terminó y empezó a recoger su mesa, guardando todo y metiendo sus objetos personales en su bolso antes de dirigirse al despacho del presidente.
—Presidente Eric, ¿me llamó? —preguntó Fionna con suavidad.
—No tengo nada que hacer hoy, iré contigo a recoger a los niños.
Eric también estaba recogiendo los papeles de su mesa.
—¿También vas a recoger a los niños?
Fionna lo confirmó.
—¿Qué pasa? ¿No puedo? —preguntó Eric con frialdad, levantando la mirada.
Era una rara ocasión en la que tenía tiempo, no sólo para recoger a los niños, sino también para volver a esa casa y pasar más tiempo con ellos.
—No hay problema.
A Fionna no sólo le pareció bien, sino que se alegró de que Eric pudiera recogerles. Ya que era la mejor terapia para Lucas.
—Volveré a por mi bolso, nos vemos en el aparcamiento.
Fionna se alejó y la voz de Eric vino de detrás de ella.
—Vuelve aquí después de coger tu bolso.
Eric habló de forma autoritaria.
Fionna no miró hacia atrás ni se detuvo, simplemente salió.
Justo cuando salía por la puerta del despacho del presidente, Fionna vio que la puerta de su despacho se cerraba.
Fionna pensó que era Candela la que entró y no le dio importancia. Pero cuando entró, fue a Lorena a quien vio y, boquiabierta, Lorena estaba revisando su bolso.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Fionna con seriedad.
Lorena estaba claramente un poco sorprendida y un poco alarmada al ver a Fionna.
—Esto… Pasaba por tu oficina y oí que tu teléfono parecía sonar, así que entré a comprobarlo.
Lorena se quedó atónita un momento antes de dar su respuesta.
—¿Mi teléfono estaba sonando? —preguntó Fionna, desconcertada.
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