Luego de hablar con el abogado, preparó el desayuno rápido y ordenó los cuadernos de Luz, ella suele hacerlo, pero anoche llegó dormida.
Tengo que ir a dejar a mi pequeña en una hora más a la casa de la señora Pilar para poder llegar a las diez al trabajo.
— Luz, vamos despierta cariño. Tenemos que bañarnos para ir al jardín. — susurro en su oído moviéndola despacio, pero balbucea y niega tapándose la cabeza. — Hija por favor, se nos hará tarde.
Se destapa asomando sus ojitos y asiente cansada.
— Está bien, mami. — me estira sus manitos y la alzó llevándola al baño.
No le lavo el cabello, es muy temprano y podría enfermarse, le coloco la camiseta y leggins negros, cuando pasen a buscarla se coloca su falda para el jardín así evitamos que la ensucie durante la mañana, le hago dos trenzas.
A las ocho estoy dejándola con la señora Pilar, Luz bosteza a mi lado y me da tanta tristeza tener que sacarla a estas horas de la mañana.
— Te portas bien, mi amor. — la abrazó. — Nos vemos por la tarde.
Ella asiente y va en busca de la mascota de mi vecina.
— Muchas gracias, señora Pilar, trataré de no demorarme por la tarde y recibirla cuando llegue del jardín. — le comento tomando mi bolso.
— No te preocupes Jessy, yo puedo recibirla. — dice en un tono sin importancia junto a una sonrisa que me dio tranquilidad.
Sé que es una buena señora y cuida muy bien de mi hija.
— Lo sé, pero no quiero abusar.
Niega.
— ¡Tonterías! me encanta pasar tiempo con la niña, me hace la semana más amena y es muy graciosa, no deja de hablar.
Sonrió porque se cómo es mi hija, miro la hora.
— ¡Dios, ya me tengo que ir o llegaré tarde!
— Ve, ve tranquila y no te preocupes por Luz que yo la cuido.
— Nos vemos y muchas gracias. — exclamó mientras salgo en busca de la parada del bus.
Tuve que apresurarme cuando vía que el bus ya estaba llegando a la parada, por suerte alcancé a subirme y llegar al trabajo a tiempo.
El mantenerme ocupada me despejaba la mente y dejaba de pensar en tantas cosas, pero en el momento que me designaron bodega, resople.
Sería un día largo, solitario y aburrido haciendo inventarios, ordenando cajas.
Partí por los productos que caducaron y debían ser desechados.
Fabricio llegó en busca de unos productos para reponer y estuve hablando con él.
— ¿Cómo has estado Jesse? — partió preguntándome.
— Bien. — dije no muy segura. — ¿Y tú?
— Pues fue un fin de semana bueno pero muy corto.
— Me uno a lo último. — aseguré.
Volví a estar sola hasta la hora de la colación, fui a la pequeña sala donde solíamos almorzar los trabajadores.
Como éramos pocos y el trabajo en bodega no da tanto que hacer si eres rápida y ordenada, me tocó almorzar sola y aproveché ese momento para llamar a mamá.
Me respondió al segundo tono muy enojada por no contestar sus últimas llamadas.
— Hola mamá. — susurré con un nudo en la garganta.
Me había hecho tanta falta está última semana.
— ¿Qué pasa Jessy? — pregunto de inmediato con preocupación.
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