Ginecóloga.
Aborto.
Mi mente no dejaba de repetirlo.
— Un... ¿un qué?
— Lo siento mucho, supongo que no lo sabías por la sorpresa en tu rostro, pero estabas embarazada de cinco semanas. — la ginecóloga se pone de pie y las enfermeras me ayudan a bajar las piernas mientras me quitan todos los aparatos que me rodean.
Cinco semanas.
— ¡Imposible, yo menstrué el mes pasado! — conteste luego de salir del shock.
Estaba hiperventilada, no podía creerlo, joder tenía un bebé.
Un bebé de... Sebastián.
— No era menstruación Jessy, era una amenaza de aborto. ¿Dé que color era tu sangre? ¿Era como normalmente menstruas?
Recordé el color, rojo oscuro.
Y negué.
— Necesito que estés tranquila, el procedimiento está hecho y estás con anestesia, pero lo más probable es que cuando pasen los efectos te dolerá mucho, te dejare unas pastillas, pero debes descansar. ¿Algún familiar al que quieras llamar?
Luz fue lo primero que se me vino a la mente.
— Joder, mi hija. ¿Qué hora es?
— Casi las nueve y media. — respondió mientras observaba la hora en su celular.
— ¡¿Qué?! Yo me tengo que ir, ella no puede quedarse sola, seguiré las instrucciones en mi casa, yo puedo....
Ya me estaba quitando las sábanas lista para levantarme y desconectarme la intravenosa.
— No, Jessy. — la mujer llegó a mi lado para detenerme hablando con voz dura. —No puedes levantarte, te acabo de extraer del útero los restos del embrión, te puedes desmayar si haces mucho esfuerzo, has perdido mucha sangre. — afirmó mirándome a los ojos.
"Extraer del útero los restos del embrión"
Creo que nada me había dolido más que esa frase.
Los ojos se me llenaron de lágrimas.
Mi bebé, era mi bebé.
Volví a recostarme con su ayuda.
— Se que es difícil, Jessy podrás superarlo. — me animo en vano. — Podemos llamar a alguien para que se haga cargo de tu hija.
— Quiero llamar a mi hermano. — murmuré secando las lágrimas con torpeza.
— Vale, te llevaremos a la sala de descansó y alguna de las enfermera te ayudará a contactar a tu hermano.
Fue alrededor de veinte minutos todo ese procedimiento y tal como lo había dicho la ginecóloga una enfermera me cedió un teléfono y marqué el número de Rodrigo.
Por suerte me lo sabía de memoria porque los otros dos números eran mi madre y Sebastián.
— ¿Bueno? — se escuchaba el sonido de la televisión.
— Rodrigo, soy Jessy. — dije con la voz temblorosa.
— ¡Jessy! ¡Hermanita! ¿Por qué me llamas de este número? — pregunto y entendí su confusión.
— Ro, estoy en el hospital, necesito que vayas a ver a Luz, está con la vecina. — no quería dar explicaciones.
— A ver espera, ¿Por qué estás en el hospital? Jessy son...casi las diez de la noche. ¿Qué ha pasado?
— Rodrigo por favor ve con Luz, estoy en el hospital central tengo que pasar la noche aquí, ya mañana vuelvo a casa. — suplique a mis adentros porque no insistiera.
— Está bien iré por Luz, luego veré como lo hago para ir a verte. — escuche como tomo las llaves. — ¿Estás bien?
La preocupación en su voz me dolió.
— Si. — dije con un hilo de voz y sentí las lágrimas recorrer mis mejillas.
— Bien, tranquila iré por Luz y me contarás que pasa, porque no te escucho bien.
— Ve por mi niña, por favor. — fue lo último que dije.
— Voy en camino a buscar un taxi, no te preocupes.
Corté la llamada y le entregué el celular a la enfermera que espero en la puerta manteniendo la distancia, cosa que agradecí.
— Por favor, este tranquila es un procedimiento difícil, pero se pondrá bien. — intentó darme ánimos, pero solo asentí.
Cuando la vi desaparecer toque mi vientre plano.
¿Por qué no supe antes?
¿Podría haber evitado esto?
Tantas preguntas sin respuestas que solo hacían doler más mi corazón.
No sabía que tanto podría aguantar, la infidelidad, la pérdida de un bebé que ni siquiera sabía de su existencia.
Ya no quería más dolor, necesitaba paz y solo el sueño en estos momentos podrían dármelo.
Cerré los ojos, las lágrimas no paraban hasta que me fundí en un sueño del cual deseé no despertar.
Sebastián
— ¿Dónde está mi sobrina?
Era Rodrigo.
— La niña está dormida. — respondió la señora Pilar. — Disculpe, pero ¿Dónde está la señorita Jessy?
Se quedó en silenció largos segundos y me pegue a la puerta.
— No sé muy bien porque, ni como llego allá, pero Jessy está en el hospital. — la señora Pilar emitió un pequeño grito.
— ¿Ella está bien?
— No lo sé, solo me pidió que viniera por Luz, está en el hospital central, no sé cómo hacerlo para poder ir a verla y que Luz este bien, llame a mi madre, pero ella no puede viajar hasta mañana.
Joder, Jessy en el hospital.
Cogí la perilla y salí disparado del cuarto.
— ¿Qué hace este cabron aquí? — dijo Rodrigo, pero pase por su lado ignorándolo, no me iba a poner a discutir con él, no cuando Jessy estaba en el hospital y sin saber por qué.
— ¿Puede cuidar a mi hija por esta noche? Le pago el doble de lo que le pagamos por día. — ofrecí.
Si no supiera que la cuida tan bien y que mi hija habla maravillas de esta señora no se la encargaría.
— No, no sé preocupe. Yo la cuido encantada, vaya a ver a la señora y me cuenta que ha pasado, por favor.
Asentí saliendo de su casa, cruzando la calle sentí un brazo retenerme.
— No, para. Jessy no quiere verte, no tienes ningún derecho.... — me zafe furioso de su agarre.
— ¡Es mi esposa! — gruñí. — Ni tú, ni nadie me va a retener.
— ¡Déjala en paz! ¡Yo me voy a encargar de ella!
Negué sacando más llaves de mi coche.
— No te metas Rodrigo porque se me va a olvidar que eres su hermano.
— ¿Qué? ¡¿Vas a pegarme gran maricon?! — llegó a mi lado cuando estaba por abrir la puerta.
— ¡Si no te quitas, si!
— No vayas por ella, no te necesita. ¿No entiendes que te odia?
No, ella no me odia, Jessy me ama...
— No sabes ni mierda.
Lo quite de mi camino montándome en el coche directo al hospital central rezando para que no allá tenido algún accidente o me digan que está grave.
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