Besos de un infiel romance Capítulo 8

Jessy

Cada recuerdo que tenia con Sebastián me era inevitable que los ojos se me llenaran de lágrimas, lo poco que logre dormir anoche estaba cobrando cuentas porque el dolor de cabeza que tengo me esta matando, mis ojos hinchados me hacen lucir fatal y tengo un revuelco en el estómago torturándome.

Mi reflejo en el espejo del baño me amenaza con volver a desbordar mis lágrimas, al despertar por un segundo había olvidado todo lo sucedido, pensé que Sebastián estaba en el baño y se me hizo extraño no escuchar la ducha pero lo cierto era que él no estaba en casa y habíamos discutido anoche por su cruel engaño, tenia miedo a las preguntas de mi pequeña Luz, no solía verlo por la mañana porque ella despertaba tarde pero por las tardes mi chiquita esperaba ansiosa que su padre cruzara la puerta.

Mojo mi rostro para borrar el rastro de las lagrimas que salieron sin darme cuenta y salí del baño y Luz seguía durmiendo, bajo al primer piso para preparar su lonchera con fruta, cereales y otras cositas para el colegio, aprovecho de hacer el desayuno, además la vecina Pilar debe estar por llegar y yo debo alistarme para el trabajo, mis ánimos están por el suelo, pero tengo que seguir adelante, aunque me esté destruyendo por dentro.

Mi hermano aparece en la la cocina vestido con un pantalón marrón y camisa blanca, anoche se quedó conmigo hasta que me calme un poco y durmió en la cama de Luz.

Me da un beso en la mejilla cuando llega a mi lado.

—Buenos días, pequeña. ¿Cómo te sientes? — pregunta mientras me ayuda con los huevos fritos.

—Si dijese bien, estaría mintiendo. — respondo sin mucho ánimo.

—No estés así, alegra esa carita bonita y esos ojos igualitos de hermosos que los de tu hermano. — dice risueño y logra sacarme una leve sonrisa.

Físicamente parecemos mellizos, mismo tono de piel, rasgos definidos en el rostro y nuestros ojos verdes son brillosos, claros y grandes, solo que

Rodrigo es mucho más alto y su cabello es azabache, como el de papá.

—Ven aquí. — me abraza cuando mis ojos se vuelvan aguazosos. — Recuerda lo que hablamos anoche, enana. — susurra contra mi cabello y mis

sollozos se hacen audibles cuando recuerdo nuestra conversación.

“— ¿Estas consiente de lo que hizo Sebastián? — expreso con voz firme, estaba bastante molesto al enterarse del engaño de mi esposo. — Si te digo esto no es para ponerte peor, pero yo como hombre y hermano tuyo te recomiendo separarte, cuando un hombre le es infiel a su pareja es porque ya le perdió el respeto a su relación y a su mujer, no nada peor que una infidelidad, pequeña. — sus palabras me estaban escociendo el corazón — ¿Tu podrías volver a confiar en Sebastián? —negué y volví a llorar más fuerte— Se que te esta doliendo mucho, hermanita, que estas enamoradísima de ese cabron, pero él no te merece ni un poco, eres una mujer increíble que solo merece que la aman no que la engañen…”

Me dolía el pecho de una manera horrorosa, sentía una presión fuerte desde que vi al hombre que amo en su oficina follando con otra y los brazos de mi hermano no eran de ayuda para dejar de llorar, pero la pequeña vocecita que provenía no de muy lejos me hizo apartarme rápido y limpiar mis lágrimas.

—¿Mami? — Luz entra adormilada a la cocina en pijama con sus pantuflas de elefante. — ¡Tito! — exclamo feliz cuando noto la presencia de mi hermano, Luz se lanzo a los brazos de Rodrigo y este la recibió feliz llenándola de besos.

—Hola, princesa. — dije en voz baja dejando un mechón de cabello suelto detrás de su oreja. — Despertaste temprano hoy.

—Si, es que ayer no vi a papá, pero al parecer ya se fue ¿Cierto? — pregunta haciendo un leve puchero que me destroza el corazón.

No quiero mentirle pero termino asintiendo y Rodrigo me dedica una mirada triste.

—Princesa, ve a ver caricaturas que ya llevo el desayuno. — Rodrigo deja a Luz en el piso y se voltea cuando se escucha la televisión. — Ve a arreglarte para el trabajo, yo sigo con esto y llama a tu vecina para avisarle que no venga porque hoy cuidare a mi sobrina. — sonrió feliz.

—¿En serio? — cuestione y Rodrigo asintió. — Gracias, eres el mejor. — lo abrace antes de subir las escaleras.

Estaba justa en la hora, si bien la pregunta de Luz sobre su padre me descoloco un poco, pero trate de ignorarla mientras me vestía, ya abría tiempo de hablar con ella con las palabras adecuadas para que entendiese a su corta edad.

Después de quince minutos estaba bajando las escaleras, ya le había avisado a la señora Pilar que mi hermano cuidaría de Luz por la mañana y antes de irme a tomar el bus me despedí de mi pequeña y Rodrigo.

Me hizo prometerle que cualquier cosa lo llamara porque el iría de inmediato a verme al trabajo, quería ser fuerte y dejar de llorar al menos por algunas horas y concentrarme en mi trabajo, pero todo era tan recién que seguía doliendo mucho.

Faltando cinco minutos llego al trabajo casi corriendo, entro a la oficina sin siquiera buscar con la mirada a mi jefa y me cambio la polera y me coloco la pechera, hoy me tocaba bodega y para mi mala suerte estaría sola en esas cuatro paredes llenas de cajas, debía recibir algunos camiones, hacer inventarios y revisar que los productos estén en buen estado.

Por suerte la mañana es movida y pasa rápido, no había comido nada y le había prometido a Rodrigo antes de irme que desayunaría en el trabajo, ya era casi medio día y cuando me llego su sexto mensaje del día me hizo sentir mal porque no cumplí mi promesa así que moví mis pies a la tienda y como era mi hora de almuerzo agarre un bolw con espaguetis y salsa.

Tracy estaba de cajera así que pase a su caja y deje encima lo que sería mi almuerzo porque el día anterior no había cocinado en casa por todo lo ocurrido.

No había pensado mucho en Sebastián hasta este momento y lo lamente porque la pena me volvió a invadir y trato con todo mi ser borrar esos sentimientos.

—Hola, Jessy, no te había visto esta mañana. — dijo Tracy. — Son cuatro dólares.

—Hola, llegue un poco justa y me a tocado en la bodega. — comento sin emoción y le paso los cuatro dólares.

— ¡Hey! ¿Pasa algo? — Tracy me detiene cuando estaba por volver a la bodega y me arrincona en la caja para que no nos descubrieran.

—No, es que no es un día bueno, solo eso. — trato de sonreír, pero no me llega ni a los ojos la sonrisa. — Debo volver nos vemos al rato. — no espere respuesta y me di la vuelta.

No quería volver a la bodega y comer sola, me había bajado una pena horrible que se me estaba haciendo imposible controlar porque volvía a recordar la imagen de Sebastián con esa chica en su oficina.

Si seguía así tendría que ir a un psicólogo porque no era normal.

Sali por las puertas traseras de la tienda, solo había contenedores de basura y el callejón estaba vacío el único ruido era el de los autos de la avenida y lo agradecía mentalmente.

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