Jessy
Me despierto temprano para no atrasarme con Luz y sus cosas del jardín. Sebastián se queda en el cuarto dándose un baño mientras que yo bajo a la primera planta para preparar el desayuno.
Pongo la cafetera y pan al tostador, preparo huevos con tocino y sirvo jugo en dos vasos, alisto la mesa con dos puestos.
Ya luego le daré el desayunó a Luz.
Pasan unos minutos y Sebastián baja las escaleras, su mirada azulada se clava en mi mientras que yo lo recorro completo, su atractivo no pasa desapercibido y sobre todo su porte, alza la comisura de sus labios mostrándome su dentadura blanca, mechones de pelo rubio oscuro caen sobre su frente. Como era habitual vestía un traje negro a su medida, la camisa blanca se le adhiere a su pecho y brazos musculosos, haciéndome salivar.
Deja la chaqueta de tela en el perchero y avanza hacia mí, mi nariz percibe su loción varonil y sonrió.
— Luz aún no despierta, pase a despedirme y solo murmuro algunas cosas que no entendí. — comenta, mientras toma asiento.
— Es temprano aún, ya te traigo el café, mi amor. — le doy un beso fugaz en los labios y no me deja avanzar porque me deja caer en sus piernas y me da un beso cálido mientras sus manos suben por mis piernas desnudas.
— Se te hará tarde. — susurro cerca de sus labios.
— Vale, solo porque estoy justo en la hora te dejo ir. — sonríe y me levanto yendo directo a la cocina.
Al volver Sebastián está revisando su celular.
— ¿A qué hora entra Luz? —pregunta cuando dejo su café en la mesa— Gracias, mi amor.
— Entra a la una de la tarde. — respondo, vuelvo a la cocina por el pan y mi té.
— Hablaré con mi jefa, ojalá me dé una media hora libre para poder llevar a Luz al jardín y a ti al trabajo. —bebe un sorbo de café— No quiero perderme el primer día de clases de mi hija.
— Lo sé, mi amor. ¿Cómo creció tan rápido? — murmuro cabizbaja.
Me duele que mi chiquitita crezca tan rápido.
— No lo sé, joder ya tendrá su primer día de clases. — dice como si no lo pudiera creer y yo estoy igual.
— Le envié un correo a Yushelt, ojalá me de permiso o si no me escapó. — se encoje de hombros.
— No seas loco ¡Te pueden despedir!
— ¡Que va! Soy el mejor, no les conviene despedirme. — exagera.
— Soy el mejor. —me burlo— Apresúrate que vas tarde.
Alza la mirada y se levanta rápido.
— Haré todo lo posible por venir a medio día. — me da un beso y sale de casa.
Exhalo antes de empezar a ordenar, lavo los cubiertos y por último barro la casa.
Iré a despertar a Luz, tengo que bañarla, vestirla y darle desayuno, que bueno que ayer preparamos la mochila con sus útiles escolares.
Ya son las diez de la mañana y voy en busca de mi pequeña revoltosa.
— Luz. —beso su rostro— ¡Luz de mi corazón! Despierta, princesa. — comienza a pestañear.
— ¡No, mami! — se vuelve a tapar con las sábanas.
— Vamos dormilona, recuerda que hoy vas al jardín.
— ¡No quiero mami!
— A bueno, entonces llamaré a tu padre y le diré que no traiga pizza. — hago como que estoy marcando el número de Sebastián y Luz salta de la
cama.
— No, no, no. Ya estoy despierta, vamos. — me quita el celular y lo deja en su cama tirando de mi mano en dirección al baño.
Cojo su tolla y dejo su ropa en la cama junto a su cepillo de cabello y unos elásticos para su peinado.
— Vamos, Luz ya te dije que tú te tienes que desvestir, ya estas grande. — Luz reclama, pero termina haciéndome caso.
— ¿Por qué no puedes hacerlo tu mami? Como cuando era un bebe.
— Por ya no eres un bebe y debes aprender. — la dejo en la bañera y le paso la esponja, luego le lavo el cabello.
Terminamos rápido y la llevo a su cuarto, le colocó la ropa interior.
— Ayúdame con la ropa, ponte la faldita y la camiseta. — me pone mala cara, pero lo hace.
La tengo muy malcriada preparándole todo yo, así que debe aprender a independizarse con mínimas cosas como vestirse sola, lavar sus dientes, ir al baño.
— Te secare el cabello, luego te daré el desayuno y lo tomaras sentada en el sofá mientras yo me baño. ¿Si, luz?
Asiente jugando con Valeria en sus manos.
Le seco el cabello, lo tiene tan largo que me tardó varios minutos, luego bajamos para darle el desayuno, le colocó sus caricaturas y le sirvo un bol de yogurt con fruta.
— Luz, quédate aquí, hija, por favor. —me pongo de cuclillas — Ya vuelvo.
Luz se queda en el sofá comiendo y corro a bañarme, sé que es inquieta y le costará quedarse en el sofá mucho tiempo.
Tomó una ducha lo más rápido posible lavando mi cuerpo y cabello, lo bueno que es corto y se me seca rápidamente.
Salgo del baño y escojo unos vaqueros negros, una camiseta ajustada de tiras. En el trabajo me darán una camiseta con su logo y una pechera para utilizar en horas laborales.
Aplicó una sombra clara en mis párpados resaltando el verde de mis ojos, un poco de máscara en mis pestañas dándole volumen y en mis labios gruesos un poco de gloss.
Bajo las escaleras en busca de mi hija y espero que siga donde la deje.
— Mami quiero un pony, como ese. — apunta la televisión saltando en el sofá una y otra vez.
Siento que se me sale el corazón viendo la brincar tan alto.
— ¡No saltes en el sofá, Luz! ¡Te puedes caer! — me acerco rápido.
— ¡Lo siento, mami! — dice con una sonrisa burlona y vuelve a saltar quedando sentada en el sofá, toma a Valeria y la sienta en sus pequeñas piernas mirándome con una sonrisa llena de ternura.
Joder, me dejara loca esta niña.
— Vamos arriba, voy a trenzar tu cabello. — murmuró cansada.
Luz se adelanta mientras voy a dejar el bol a la cocina y lo lavo rápidamente.
Cuando llego a su cuarto este ordenando sus ponys por tamaño y la llamó. Se sienta en la cama, terminó separando su cabello en dos y le hago dos colas de caballo, no me da tiempo para trenzar su cabello.
Ya son las doce y Sebastián no ha llamado, supongo que no le dieron permiso.
Bajo con Luz a la primera planta y la observó.
Me rio y seco las lágrimas locas que salieron.
— Vamos al auto, ya entraras al trabajo. — caminamos hacia el auto aun con su brazo en mi cintura.
Nos montamos en el coche, tardamos veinte minutos en llegar, Sebastián rodea el auto y abre mi puerta bajo nerviosa y antes de avanzar Sebastián me detiene tomando mi rostro.
— Mantendré el celular en alta voz, si no te gusta el trabajo, te dicen algo, si alguien se pasa de listo, la más mínima cosa me llamas, mi amor. — dice afligido.
— No soy una niña, Sebastián. —digo en voz baja— Gracias por traerme.
Beso la comisura de sus labios y entro al minimarket.
No están pequeño como pensaba cuenta con cinco cajas y alrededor de siete pasillos, me acerco a una señora que dice "jefa" en su pechera, se llama Roberta Lord.
—Hola, soy Jessy Hamilton y hoy es mi primer día de trabajo. — me mira con ojos cansados.
—Claro la nueva, sígueme. — dice sin agrado.
Creo que le cai mal.
Se dirige a una oficina y saca unas bolsas plásticas del mueble.
—Tu uniforme. ¿Alguna pregunta? —niego— Bien, comenzaras reponiendo.
Sale de la oficina.
—¡Ahora Hamilton! — grita y pego un salto.
Salgo de prisa a los pasillos.
¿Qué se supone que debo reponer?
Primero voy a baño de empleados a cambiarme, ella me dirige y me muestra nuestros casilleros, guardo mis cosas luego de cambiarme la camiseta y colocarme la pechera con mi nombre salgo a los pasillos.
— Pasillo cinco, necesita recargas de leches. — ordena Roberta con tono firme.
Camino a pasos rápidos para que no vuelva a llamar mi atención.
— Hola, soy Tracy. — una chica de cabello negro rizado llega a mi lado.
— Hola, soy Jessy. — sonrío tímida.
Ella al parecer se da cuenta de que no tengo ni la más mínima idea de lo que debo que hacer.
— Tienes que tomar ese carro y reponer las leches en el pasillo cinco. — murmura apuntando el pasillo cinco.
— Gracias. — murmuro y ella asiente.
— De nada, cualquier cosa me preguntas a mi o a Fabricio. — dice tomando el carro de al lado.
— ¿Quién es Fabricio? — pregunto.
— Es nuestro compañero, lo notarás de inmediato cuando lo veas, es moreno y muy alto. — comenta con gracia.
— Está bien, muchas gracias.
Ella asiente y desaparece por algún pasillo mientras yo cojo el carro y me dirijo al pasillo de las leches, me espera un largo día.
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