Cuando Finnick se fue a Ciudad Q, Vivian y Fabian ya estaban en camino.
En la cabina de clase preferente, Vivian se sentó junto a Fabian con inquietud. El personal de cabina acababa de servir una comida a bordo y era paella. Vivian odiaba tanto el marisco que ni siquiera tocó la comida.
—¿Todavía no te apetece el marisco? —preguntó Fabian con una sonrisa en la cara.
—Se nota que la memoria del editor en jefe sigue funcionando bien —respondió Vivian con maldad. Ya estaba harta de Fabian por hoy.
—Por supuesto. Lo recuerdo todo de mi primer amor —dijo Fabian despacio después de tomar un sorbo de café.
Vivian cerró los ojos y respiró profundo. No quería pelearse con él en el avión, pero Fabian no pareció darse cuenta de su reacción.
—Además, ¿cómo voy a olvidar la sensación de haber sido tomado por tonto por mi primer amor? —añadió.
La cara de Vivian se puso pálida cuando le vinieron malos recuerdos.
—Sr. Norton, no estoy segura de quién está siendo tomado por tonto aquí. No fui yo quien ocultó mi verdadera identidad a propósito.
La expresión de Fabian cambió un poco antes de reírse. No esperaba que ella tomara represalias.
—Por supuesto. Debería habértelo dicho antes, ¿no? Es probable que entonces no me hubieras traicionado y no te hubieras tirado encima de un anciano de sesenta años.
Fabian ni siquiera intentaba bajar la voz. Los demás pasajeros y los auxiliares de vuelo abrieron los ojos con asombro.
—Fabian Norton, ¿qué crees que estás haciendo? —Vivian al fin se quebró.
Fabian se acercó y la miró. Su rostro estaba pálido de vergüenza y rabia; por un momento, sintió pena por haberla puesto en apuros. Pero en verdad no pudo superar lo que vio ayer por la noche.
—Vivian William, ¿tienes miedo de que la gente te juzgue después de todas las cosas descaradas que has hecho?
Vivian lo fulminó con la mirada. Fabian había estado profiriendo insultos vejatorios desde que subieron al avión.
—¡Lo que yo haga no tiene nada que ver contigo! —gritó ella.
Pero esta vez Fabian no levantó la voz. La miró y le dijo con frialdad:
—Tú no eres quien tiene la palabra aquí. Nunca te voy a perdonar lo que has hecho.
Vivian lo miró fijo y su corazón palpitó intensamente.
Por fin entendió por qué Fabian insistió en que viniera con él en un viaje de negocios. Quería avergonzarla y torturarla por el dolor que le había infligido. Todo lo que quería era venganza.
Lo cierto es que, después de llegar a Ciudad Q, Fabian hizo que Vivian asistiera a una comida de negocios con él, sabiendo a la perfección que Vivian odiaba las reuniones formales de este tipo.
Como Vivian era la única dama de la mesa, fue natural que se convirtiera en el centro de atención. Cada uno de los socios se turnó para brindar por Vivian, pero Fabian no hizo nada al respecto. Incluso la propia Vivian perdió la cuenta de cuántos tragos tomó después de brindar por cada uno de los hombres de la mesa.
Vivian luchó por retirar la mano, pero el señor Hark se negó a soltarla. A su lado, Fabian agarró con fuerza su vaso al ver cómo el señor Hark acosaba a Vivian. La ira le sofocó el pecho y al fin se puso en pie.
—¡Sr. Hark! ¡Por nuestro trabajo conjunto! —Fabian tomó la palabra.
El Sr. Hark al fin soltó a Vivian de mala gana y brindó por Fabian. Al darse cuenta de que era su oportunidad de liberarse, Vivian se apresuró a salir hacia el lavabo, pero sintió náuseas mientras se aferraba a la pared y se dirigía despacio hacia el lavabo.
«Debo estar borracha».
Cuando por fin llegó al lavabo, abrió rápido el grifo del fregadero y se lavó la cara. El estómago se le revolvía incómodo y la cabeza le palpitaba de dolor.
«¡Maldita sea!»
Vivian en verdad no sabía qué tramaba Fabian. Sabía que la había odiado todo este tiempo, pero no sabía por qué canalizaba toda su furia hacia ella de repente.
Vivian se frotó las sienes, esperando que eso la ayudara a sentirse mejor. En verdad odiaba la reunión de hoy. Fabian estaba siendo irritantemente imprevisible; el Sr. Hark la miraba como un viejo pervertido. Vivian tenía el presentimiento de que las cosas se desmadrarían en cuanto saliera del lavabo, así que le envió un mensaje a Fabian diciéndole que primero volvería al hotel.
Pero justo cuando estaba a punto de doblar la esquina, una voz familiar pero molesta sonó detrás de ella. Era el señor Hark.
—¡Srta. William! ¿Por qué ha tardado tanto? ¡Te he estado esperando!
Se giró nerviosa y vio al señor Hark apoyado en la pared. Debía de estar esperándola todo este tiempo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Casado sin más