Casualidad Destinada romance Capítulo 38

Isaías tomó los papeles y los hojeó uno por uno.

Efectivamente, se trataba de una información de transferencia de bienes inmuebles.

Ella sabía que el abuelo tenía otros bienes además de la gran suma de dinero que había dejado, pero no pensó que habría tanto.

Mirando el grueso expediente que tenía en la mano, calculó mentalmente que sumaría 500 millones.

Isaías no pudo evitar tragar saliva.

—Tío Agustín, en realidad no hace falta que tengas tanta prisa, el material está todo ahí de todas formas, así que no pasa nada por dármelo después.

Agustín se rio amargamente:

—No. A mí me encomendó Don González estos bienes, y los he estado cuidando por él todos estos años.

Isaías se quedó helada e inmediatamente pensó en los hombres de la familia Graciani.

Una sonrisa amarga le arrancó la comisura de los labios y, sin decir nada al final, firmó los papeles uno a uno y se los devolvió a Agustín.

Agustín lo cogió, lo revisó y se aseguró de que estaba bien antes de decir:

—Ahora mismo voy a buscarte el papeleo y, cuando esté hecho, haré que te lo envíen directamente a tu empresa, para que no tengas que hacer otro viaje.

—Bien —Isaías hizo una pausa y de repente dijo—. Tío Agustín, tengo que pedirte un favor.

Agustín se quedó mirando:

—¿Qué es?

—Sobre el hecho de que he heredado todo este patrimonio, ¿podrías ayudarme a guardarlo en secreto por el momento, no se lo digas a nadie, solo finge … que todavía tienes estas cosas.

Agustín se sorprendió un poco, miró a Isaías con desconfianza:

—Este...

—Sé que es un poco difícil para ti, no necesito que me guardes el secreto por mucho tiempo, un mes como mucho, no, medio mes será suficiente, ¿está bien?

Ella sabía que Doña Graciani y los demás la habían estado obligando a renunciar al compromiso matrimonial, y que lo más importante, aparte de conseguir que Selena se casara solo de una identidad adecuada, era que codiciaban la herencia dejada por su abuelo.

Si ese era el caso, ¿cómo iba a defraudarles?

Naturalmente, tenía que ser simpática y darles esperanzas, para que cuando esa esperanza se desvaneciera, la obra fuera lo suficientemente buena.

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