POV - Cleo:
Salgo de mi asombro y decido asentir en respuesta a su pregunta.
—Tanto tiempo sin saber de ti, Glenn. Un gusto volver a verte, aunque no a todos —la última parte la susurro, pero tal parece que lo escuchó.
—Igualmente McKay. Y respecto a tu última frase, si, regresamos todos.
Asiento indiferente, como si no me afectara, cuando en verdad es todo lo contrario.
—Muy bien. Aunque esa información no me interesaba para nada.
—Anjá, como también sé que "no te interesa" —dibuja las comillas para darle énfasis a sus palabras —lo que diré, pero igualmente lo voy a decir. Él está bien. De hecho, tiene novia, Zoe Berry.
Trato de que no vea cuanto me afectan sus palabras. Yo sé que tendría que haberlo superado ya, pero es algo que por más que quiero y lucho, más se intensifica el sentimiento. Siento que su amor es como una montaña rusa, al principio sientes la emoción por montarte y sentir el viento golpear libre tu cara y mover las hebras de tu cabello en todas direcciones. Cuando empiezas a subir, la adrenalina de ver el lugar desde otra perspectiva te gana y terminas gritando de la alegría. Al llegar a la cima, sabes que luego vendrá la caída, pero aún así no te interesa, y tu emoción no hace nada más que seguir en aumento. Cuando estas bajando sientes como si tu mundo se fuera a caer en picada, que se te va a salir la vida y que tu corazón saldrá volando, pero no, solamente es una metáfora. Una metáfora, que por mucho que tratemos de evitar, te gana y terminas por hacerle caso. Esa es la metáfora de mi amor por él. Es una m*****a montaña rusa de sentimientos y emociones, de subidas y bajadas, de gritos y lagrimas de felicidad, o de tristezas. Pero cuando bajas, cuando por fin eres libre de la alegría, del dolor, de los gritos, de la adrenalina por lo prohibido, quieres volver a subir, así de masoquista somos. Así de masoquista es mi amor.
Dejo mis pensamientos a un lado y me concentro en que mis sentimientos no salgan a flote. Marcus se fija en mi hermano y hacen un saludo típico de chicos.
—Hey Alain, ¿vienes a buscar a mi hermana?
—Sí, tenemos una cita se acerca al hermano de Alexa y le susurra —hoy le pediré que sea mi novia.
— ¡Por fin tío! Pensé que tendría que cogerte por el cuello y arrodillarte delante de ella para que se lo pidieras.
— ¿Eso no es lo que se hace cuando se pide matrimonio? —Interrumpo su charla —Sin cogerle por el cuello, claro.
Ambos me miran al mismo tiempo.
¯Da igual. De todas formas... —se interrumpe a si mismo cuando su hermana se asoma en la puerta.
—Que mal educado eres, Marc. Los hubieras hecho pasar. Perdón por mi falta de presentación, soy Alexa Glenn, un gusto.
Extiende la mano pero yo la abrazo. Al principio se sorprende, pero segundos después se encuentra correspondiendo mi repentino abrazo. Miro a mi hermano y se encuentra mirándola embelesado. No me sorprende que se haya enamorado de ella, es una chica muy atractiva. Tiene los ojos verde claro y el cabello castaño oscuro. Muy parecida a su hermano. Marcus tiene los ojos verdes igual, pero mas oscuros y brillantes, como una hoja de un árbol en primavera, fresca y tan verde que da envidia. Su cabello castaño entre oscuro y claro, sus cejas son gruesas al igual que sus labios. Rompemos el abrazo y me presento.
—Cleo McKay, pero puedes decirme...
—Cly —responde Marcus terminando mi presentación.
Lo miro con desaprobación a la vez que su hermana suelta una pequeña risita.
—Soy la hermana mayor, aunque no lo parezca —ruedo los ojos— de este chico de aquí —señalo a mi hermano —tengo veinticinco, al igual que tu hermano Marcus Glenn.
Frunce el ceño ante mis últimas palabras y mira interrogante a su hermano.
—Nos conocemos desde hace cinco años, ella era nov... —lo interrumpo antes de que continúe, no quiero recordar ahora momentos del pasado.
—Bueno, me voy. Tengo que resolver unas cuantas cosas antes de regresar a casa. Pásenla súper en su salida —hablo dirigiéndome a mi hermano y a su chica.
Sin más me encamino a mí Audi A7. Nunca me ha gustado hablar del pasado, porque por algo es eso, pasado. Algo que quedo atrás, sea bueno o malo. Yo tengo una historia con él. Y no hablo de la típica historia cliché donde luego de una mirada caen profundamente enamorados. No. Lo nuestro no fue a la primera mirada. H**o una segunda, una tercera... y tal vez una cuarta. Recorrimos un largo camino lleno de espinas, baches, oscuridad, silencio. Pero... ¿en verdad lo nuestro era tan fuerte y profundo, como para aguantar todo? Esa fue la primera pregunta que me hice en cuanto la realidad me golpeo de lleno en la cara, haciéndome ver más allá de mis narices. Ese golpe de franqueza fue como una roca pesada que ha sido soltada desde una altura de cien metros sobre mi cabeza, un golpe que llegó de repente, un golpe fuerte, seco, doloroso, pero sobre todo, decepcionante. Lo que yo creía perfecto, no era más que una inmensa montaña de imperfecciones.
Entre tanto pensamiento llego a la cafetería donde me tengo que encontrar con mi mejor amiga Neftalí. Entro al local y la localizo al final, en una esquina apartada y con vista a la calle. Nuestro lugar, nuestro pequeño rincón de relajación. Neft es alta, con el pelo negro largo hasta la cintura, ojos pequeños y finos, nariz respingona y delgada y labios pequeños y delicados. Llego donde ella y la abrazo tan fuerte como puedo.
—Ya nena, suéltalo todo —comenta mientras pasa suavemente las manos por mi espalda tratando de cesar las lágrimas que caen sin piedad alguna sobre la blusa de mi amiga.
—Yo... yo no sé...
—Shhh... primero desahógate, llora hasta que saques todo lo malo y lo dañino de tus pensamientos y de tu cuerpo.
—Ese es la parte difícil... que el problema no está en mi cuerpo y en mis pensamientos solamente. Está en mi corazón, ese mismo corazón que ya no sabe llorar, ese que se cansó de soltar lágrimas por alguien que no lo merece —logro decir en medio del llanto.
—Ya me enteré que volvió, ¿lo has visto? —niego con la cabeza ante su pregunta.
—Ese es mi miedo, volver a verlo y que vuelva a abrirse la herida.
—Trata de que cicatrice antes de que lo vuelvas a ver.
—Si no ha cicatrizado en cuatro años, ahora no lo hará. Esa herida sigue tan fresca como el primer día.
—Por intentarlo no pierdes nada.
—Tienes razón. Voy a hacer de cuenta que estos dos días no han pasado, voy a tratar de coser la herida. Es hora de olvidar y volver a empezar.
—Así se habla. Andando, tenemos que reunirnos con Luke en el parque de diversiones a las once y media y son —mira la hora en su teléfono— las once y diez. Vamos, sabes que no le gusta esperar.
Asiento y nos encaminamos a mi coche, ya que el de ella se encuentra en el taller. Quince minutos después ya estamos en el parque. Ubicamos a Luke en la entrada, así que apuramos un poco el paso.
—Hola —digo a la misma vez que me arrojo a los brazos de mi mejor amigo.
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