Conquista Dominante: Mi Esposo Salvaje romance Capítulo 155

—¿199 euros?

—¡Sí, señorita!

Luna mira al hombre con sorpresa y le devuelve una moneda de un dólar. Emilio, cabrón. Piensa que quedará mucho dinero, pero ahora sólo queda un dólar.

Luna se tranquiliza cuando el hombre se va. Se da la vuelta, recoge la caja y entra en la oficina para entregar el almuerzo a Emilio.

Luna pone la comida en la mesa del salón. Comprende por qué el almuerzo vale doscientos euros. Tiene un aspecto delicado y delicioso.

Emilio se acerca y se sienta. Echa un vistazo a Luna y piensa en algo. Pregunta ligeramente:

—¿Qué tienes para comer?

El dinero que le dio a Luna ahora mismo sólo puede comprar la comida de una persona.

¡Sólo tiene un dólar! ¡Ni siquiera puede permitirse una hamburguesa!

Luna se encoge de hombros.

—No me gusta comer a mediodía. Puedo comer fruta más tarde.

—¿No te gusta comer? —Emilio frunce el ceño.

—La gente debe comer a tiempo. La salud es importante. Eres feo, así que no necesitas mantenerte en forma.

¿Qué?

Luna se enfurece al instante. Maldito hombre. ¿Es fea? Afortunadamente, se desfigura deliberadamente, ¡o morirá de rabia!

—Presidente, cómaselo —Luna dice con impotencia. Quiere estrangularlo.

Con eso, Luna está lista para irse.

Pero justo entonces, Emilio se levanta de repente. Dice fríamente:

—No te vayas. Cómete la comida. Si no puedes terminarla, ¡no salgas de esta oficina!

—...

Luna mira la comida en la mesa con asombro. ¿Qué acaba de decir Emilio? ¿La deja comer? ¿Qué es lo que come?

—No. No puedo comerlo —Luna está un poco sorprendida por el repentino comportamiento de Emilio.

¿Qué quiere hacer Emilio? ¿Por qué la trata tan bien de repente? ¿Cuál es su propósito?

La fuga del subconsciente de Luna descoloca a Emilio. Parece tocarle la fibra sensible. De repente coge el brazo de Luna y la aprieta contra la silla. Le ordena:

—¡Cómetelo! Si no puedes terminarlo, ¡no tienes que venir a trabajar mañana!

Luna está sorprendida por el repentino comportamiento de Emilio. Su disposición no ha cambiado. Sigue siendo irritable.

—Yo...

Luna quiere decir algo, pero Emilio inmediatamente dice:

—Cállate. Cómetelo.

—...

Luna no puede hacer nada, pero Emilio la vigila y tiene que comer. Ella tiene que recoger el cuenco y bajar la cabeza para comer.

Emilio se calma de repente cuando ella agacha la cabeza para comer. Cuando ve que ella quiere marcharse, le entran ganas de perder los nervios. No puede evitar intentar forzarla y quedarse con ella.

—¡Ya veo! —Emilio saca el pan de la bolsa y lo muerde.

Luna se siente aliviada. Respira aliviada. Afortunadamente, ¡no se niega!

Ella siente que algo va mal. Sólo viene a darle algo de comer por amabilidad. No le importa si él come o no. ¿Por qué está nerviosa?

Luna echa otro vistazo a Emilio. ¡Este hombre es tan guapo como su hijo cuando come!

Luna se congela al pensar en su hijo. Dice casualmente:

—Presidente, la antigua secretaria me ha dicho esta mañana que el otro día vino a la empresa un chico que decía ser su hijo. ¿Es esto cierto?

Emilio hace una pausa y frunce el ceño. Dice disgustado:

—los subordinados no tienen derecho a preguntar sobre los asuntos del jefe.

—Yo... —Luna está deprimida.

—Sólo tengo curiosidad. He oído que sus ojos son muy similares a los tuyos.

Luna pregunta con cuidado. Teme que Emilio encuentre algo, pero no puede evitar querer saber sobre su hijo.

Emilio está aburrido. Le grita a Luna:

—Eso no es lo que debes saber. ¡Fuera de aquí!

—... —Luna se queda sin palabras y tiene que callar e irse. Decide buscar oportunidades más tarde.

¡Pero Emilio, devuélveme a mi hijo!

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