Ante la cara de enfado de Felicia, se queda sin palabras. Cómo puede replicar que en realidad está obligada?
Luna baja la cabeza con indiferencia.
Al ver la reacción de Luna, Felicia se burla. Dice con amargura:
—Perra, ¿qué quieres decir? Eres una mujer sucia. Has tendido esta trampa desde el principio y te has ganado mi confianza y has seducido a Emilio. ¡Dime por qué te acercaste a Emilio!
—...
Luna aprieta el labio inferior. Está pálida y sin palabras. Todo el bochorno y la vergüenza se agolpan en su corazón en este momento. La mirada que disfruta resuena en su mente. Se siente profundamente traicionada por ella misma.
Ante las preguntas de Felicia, no tiene nada que decir. Ni siquiera puede discutir.
Al ver que Luna agacha la cabeza y se niega a admitirlo, Felicia se enfada aún más. Se precipita y trata de abofetear a Luna un par de veces más. En cuanto levanta la mano, una voz sale del despacho:
—Felicia, ¿qué estás haciendo?
—¡Emilio!
Felicia se detiene. Se gira y mira el origen de la voz. Su expresión feroz se torna repentinamente lamentable. Sus ojos están tan rojos que parecen lagrimear en cualquier momento. Dice con lástima y justicia:
—Emilio, estoy enseñando a esta mujer que te sedujo. ¡Qué desvergonzada es esta perra! ¡Ha seducido a un hombre casado!
Emilio se acerca lentamente. Ve a Luna con la cabeza gacha y deprimida y varios cuadros en el suelo. Aunque está lejos, escucha las palabras de Felicia y su expresión de que quiere matar a Luna. Sabe lo que ha pasado.
Emilio se detiene. Se mantiene a unos pasos de ellos. Dice con frialdad y sin expresión:
—No tienes que preocuparte. ¿Cómo puedes crear problemas en la empresa?
—¡Emilio! —Felicia quiere fingir que está herida y que necesita que la consuelen, pero las palabras de Emilio la dejan inmediatamente en evidencia. Se queda mirando a Emilio increíblemente y grita enfadada:
—¡Emilio! ¿Qué quieres decir? ¿Quieres proteger a esta perra?
—No la protegí —La reacción de Emilio es tranquila. Mira a Luna, que no se atreve a levantarle la vista, y dice con ligereza:
—¡No es para tanto!
—¡Emilio! —Felicia se acerca conmocionada y sacude el brazo de Emilio.
Grita:
—¿Cómo puedes decir eso? Soy tu prometida. Incluso me permites no hacer caso a las amantes que te seducen. ¿Alguna vez has pensado en mí como tu prometida?
—Son dos cosas diferentes —Emilio mira tranquilamente a la enfadada Felicia y dice despreocupadamente:
—No hagas problemas aquí.
Emilio tiene frío. Esta vez no vuelve a deshacerse de la mano de Felicia, pero su cara sigue siendo terrible. Dice con frialdad:
—Ve a casa primero. Te daré una explicación.
—Pero... —Felicia entra en pánico cuando se entera de que Emilio la va a echar. Se queda mirando a Luna y mira lastimosamente a Emilio y dice:
—Pero esta mujer te sedujo...
—Ella no me sedujo. Estas fotos son malentendidos —Dice Emilio con impaciencia.
Al sentir el disgusto de Emilio, Felicia abre la boca y finalmente sólo puede cerrarla en silencio.
Emilio está enfadado y ella no puede seguir. Teme que Emilio rompa su compromiso.
Felicia lleva seis años trabajando duro y no quiere fracasar por culpa de Luna, la mujer que aparece de repente.
Pero cuando Felicia ve la buena figura y el bello rostro de Luna, se siente un poco celosa y descontenta. Hoy Emilio la defiende, por lo que Felicia odia aún más a Luna.
Felicia no cree que sea un malentendido. No le faltan ojos. Están muy cerca en la foto. ¿Cómo podría ser un malentendido? Sobre todo la expresión de la mujer la convence.
Felicia está pensando, Luna, espérame. ¡No te perdonaré!
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