Conquista Dominante: Mi Esposo Salvaje romance Capítulo 227

Después de que Felicia se vaya, Emilio mira a Luna que sigue de pie en la esquina con la cabeza baja. Suspira y pregunta en voz baja:

—¿Estás bien?

Luna sacude la cabeza y mira a Emilio. Mira a Emilio con seriedad y firmeza y dice:

—Presidente, quiero renunciar.

Lo ha pensado ahora mismo. Felicia lo sabe y por eso no la deja ir. Se acerca a él sólo para encontrar a su hijo. No quiere ser infame ni ser regañada por ser una amante en la calle.

Ella no lo quiere.

Antes de que todo el mundo lo sepa, ella quiere dejar a Emilio. Al menos no será tan desgraciada.

Al escuchar las palabras de Luna, Emilio frunce los labios. Mueve la cabeza con seriedad y dice con firmeza:

—No puedes irte. No aceptaré tu renuncia.

—...

La escena es exactamente la misma que hace seis años.

Luna piensa con impotencia, Emilio, ¿por qué eres tan dominante? Sabes que no hay resultados.

En ese momento, Luna quiso irse, pero Emilio se negó a dejarla ir. Parece que esta vez debería hacer todo lo posible por marcharse.

Luna suspira suavemente. Su voz es un poco decidida:

—Emilio, si quiero irme, no puedes detenerme.

—¡Yo tengo la última palabra! —Emilio está lleno de majestad. Luna no puede evitar estremecerse ante sus terribles ojos.

Pero no puede.

Luna se endereza y le dice seriamente a Emilio:

—¡Si no lo crees, podemos intentarlo!

El rostro decidido de Luna hiere el corazón de Emilio. Se acerca a Luna a grandes zancadas y le coge la barbilla. La obliga a mirarle y le dice:

—No puedes irte. Es una orden.

Luna levanta la mano y sujeta la muñeca de Emilio. Le mira con valentía. —Ahora todo el mundo tiene libertad. Yo tengo derecho a elegir. Tú no puedes decidirlo.

—Sólo para mí, ¿no?

Emilio mira a Luna con cariño. Sus palabras tienen un afecto poco común.

—...

Luna está sorprendida por las palabras de Emilio. ¿Es cierto o falso?

No, debe ser falso. La mayor parte de su ambigüedad es causada por Emilio. Ella es incomprendida por Felicia por culpa de él.

Ya no puede ser tonta.

Luna empuja con fuerza la mano de Emilio y dice con frialdad:

—Presidente, no bromee. Sólo soy una mujer común y corriente. No soy digna de su amor.

Puede que Emilio lo supiera. No sale de la oficina en toda la tarde, así que muchas mujeres son más arrogantes.

Luna está rodeada por una multitud cuando toma el ascensor después del trabajo. Todos están detrás de Luna. Luna es la única que está delante.

Aunque sus voces son pequeñas, Luna las escucha. Al final, Luna no puede soportarlo. Se gira y mira fríamente a las personas que hablan de ella.

Las compañeras dejan de hablar de inmediato. Miran a Luna y tienen desprecio en sus ojos.

Luna los mira en silencio durante un rato y dice lentamente:

—Puedes hablar alto. Lo siento mucho por tus oídos.

Con eso, Luna se da la vuelta para mirar la puerta del ascensor.

Se quedan atónitos ante las palabras de Luna. Después de un largo rato alguien susurra:

—esta mujer está enferma.

—Por supuesto, de lo contrario no se habría atrevido a seducir al novio de otra.

Susurran y finalmente dejan de hablar de Luna.

Luna por fin se siente tranquila pero no es feliz. La tormenta está a punto de estallar en su corazón. Quiere perder los estribos, pero sabe que es inútil perderlos con gente que sólo sabe susurrar. Lo mejor es aclarar el rumor y dejar que los que la regañan se callen.

En este caso, sólo una persona es apta para salir a aclarar, pero esa persona no sale sino que se esconde en la oficina durante toda la tarde.

La paciencia de Luna se está agotando. Si Emilio no le explica claramente el malentendido, ¡dejará su trabajo y no vendrá nunca más a trabajar!

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