Conquista Dominante: Mi Esposo Salvaje romance Capítulo 40

Luna está sorprendida y furiosa. —¡Eres tan despreciable!

—¿Soy despreciable? —El gordo se mofa y, de repente, empieza a mirar de arriba abajo a Luna, con sus ojos lascivos fijos en ella.

Luna siente sus ojos lascivos y se estremece. Sabe que no es un buen hombre, pero no que sea tan sucio.

Ella mira al hombre con fiereza. Luna está disgustada. Sabe que Emilio no la salvaría, pero ahora, ¿qué debe hacer?

¿Escapar? ¡!

Luna empieza a mirar a su alrededor y a pensar en el plan.

Pero el hombre parece entender lo que Luna está pensando, así que se ríe y dice:

—No pienses en huir. Están mis hombres por aquí. No seas paranoica.

Luna está abrumada.

El gordo mira fijamente a Luna y le dice sarcásticamente:

—Pero me das pena. Como esposa de Emilio, ¿no te da pena que Emilio no venga a salvarte?.

Su tono es muy schadenfreude, después de todo, este tipo de relación de pareja es poco frecuente.

Luna, aunque consciente de los pensamientos de Emilio, escucha sus palabras y se siente aún un poco triste.

Frunciendo el ceño, Luna no responde y se sienta en su silla.

Pero, al cabo de un rato, Luna siente de repente que algo no va bien, levanta la vista y, de repente, ve al hombre que la mira con una mirada muy espeluznante.

—Tú... —Luna se siente un poco nerviosa.

El gordo le dice:

—Bueno, Luna, sí que me das pena, pero cuando te miro tan de cerca, me doy cuenta de que estás realmente en buena forma. Tienes un cuerpo sexy...

Comienza a caminar y mira la torneada figura de Luna. Traga saliva y dice:

—Bueno, si me complaces, no tendrás que sufrir este tipo de tortura, y no te mataré.

—¡Tú... eres una desvergonzada! —Luna está furiosa, su cara se pone roja y gruñe:

—¡De ninguna manera! ¡No voy a hacer cosas tan sucias contigo! De ninguna manera!

—No quiero tratarte así, pero como dijiste, Emilio no te va a salvar. ¿Por qué crees que te estoy atando? Me merezco algo de ti.

No puede esperar más. Entonces le agarra el pecho con una mano y le rasga el vestido con la otra.

Luna está tan sorprendida que grita y se defiende.

En ese momento, la puerta de hierro de la antigua fábrica se abre de una patada desde el exterior.

El gordo se enfada de repente y regaña:

—Si alguien me molesta, lo creáis o no, ¡os mataré a todos!

Y entonces mira hacia atrás y ve... ¡Emilio!

El gordo se levanta inmediatamente, sonríe y dice:

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