Conquista Dominante: Mi Esposo Salvaje romance Capítulo 56

Estas tres personas charlaron en la oficina durante un rato, y Mariano parece sentirse como si de repente se hubiera convertido en una presencia no deseada. Salió de la oficina con la excusa del aire fresco.

Después de que Mariano se fuera, Macos agarra la mano de Luna y se sienta a su lado, preguntando ansiosamente:

—¿Ha pasado algo desde la última vez que viniste a casa?

Luna frunce el ceño.

—Macos, dijiste que ahora creías que era tu hermana.

Macos hace una pausa, se sobresalta, como si no estuviera contento, pero en un instante sus ojos se llenan de ternura:

—Luna, no puedo dejar que te hagan daño sólo porque te considere mi hermana—.

Luna dice:

—Emilio es bueno conmigo, así que no tienes que preocuparte.

Las cejas de Macos se enroscan y se pone furioso. —Luna, ¿cuándo vas a dejar de mentirme? He oído algunos rumores sobre ti.

El enfado de Macos, sin embargo, hace que Luna sienta el calor perdido, y que hay gente que se preocupa por ella.

Pero pronto se tranquiliza con el calor:

—El rumor es de oídas, ¿no?

Macos dijo:

—Eres una persona muy dura, siempre lo he sabido, pero no tienes que ser tan fuerte como para ponerte en el fuego.

Después de decir eso, Macos estira la mano para tocar la mejilla de Luna, y su acción no es menos suave que.

Luna palpita un poco, pero no aparta la mirada.

—¿Acaso crees que soy esa sucia mujer? ¿Cómo puedes hacerme esto?

Macos se estremece con su mano extendida apoyada en el aire, y sonríe irónicamente.

Luna mira al cielo y, antes de darse cuenta, está oscureciendo. Luna se disculpa.

—Se está haciendo tarde. Debería volver.

Cuando termina, se dispone a levantarse y Macos se apresura a ayudarla.

—Te enviaré a casa.

Luna se niega suavemente.

—Olvídalo. Mariano debe estar abajo. Me llevará de vuelta—.

Macos frunce el ceño.

—¿Cómo voy a dejar que otra persona te lleve de vuelta cuando estás así?

De sus palabras se desprende que no parece tener mucho afecto por Mariano, o al menos desconfianza.

Luna explica:

—Mariano es un chico muy agradable, no como otros...

Macos frunce el ceño.

—¿Otros hombres? ¿Te refieres a mí?

Luna saluda apresuradamente.

—Claro que no, es sólo una forma de hablar.

Inesperadamente, Mariano entra de repente por la puerta. La conversación probablemente es escuchada por Mariano.

Luna mira a Mariano con incomodidad, sólo para descubrir que parece inocente e incluso le dice a Luna:

—Deja que Macos nos lleve.

Luna no puede negarse.

Bajan juntos las escaleras, con una sonrisa en los labios de Mariano de vez en cuando. Al caminar por los escalones, se resbala por descuido y pierde el centro de gravedad, cayendo hacia adelante.

De repente, Macos coge el brazo de Mariano y le da un tirón para estabilizarla. Y el cuerpo de Mariano vuelve a caer, intencionadamente o no, en los brazos de Macos.

Mariano ve la escena sólo para sentirse asombrada.

—No sé de qué estás hablando, hermano. Ella no hizo nada para lamentarse por ti.

Emilio se burla:

—¿Ah, sí? Un hombre y una mujer pasaron más de una hora a solas en el despacho de Macos, ¿que se dice que no hicieron algo?

Mariano se detiene, sabiendo que no podría explicarlo aunque tuviera diez bocas para hablar, pero se apresura:

—Sea lo que sea que pienses, debes soltarla.

Emilio lanza una frase a Mariano:

—Vuelve a descansar, no quiero hablar más contigo.

Y a continuación suelta la mandíbula de Luna.

En cuanto Luna se suelta, le da un toque a Emilio y le grita:

—¿Qué te pasa, Emilio? ¿Por qué eres tan descarado? Debes morir. Tú...

Emilio lo ignora, pero coge a Luna en brazos y de repente le llega al oído y le dice suavemente:

—Escúchame esta noche y te perdonaré.

La repentina dulzura de la voz ablanda el corazón de Luna, pero frunce el ceño:

—¿Qué quieres que haga?

Emilio coge a Luna, sale de casa y la mete en el coche.

—No hagas ruido, o harás una gran broma.

Luna está desconcertada, sobre todo cuando Emilio le deja por fin una sonrisa encantadora y amable, tan extraña que se siente fatal.

Sin embargo, Emilio cierra la puerta de un portazo y se va en los ojos confundidos de Mariano.

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