—Gil—escuchó una voz masculina muy cerca de él, demasiado cerca, por lo que retiro su mano de su frente para poder observar de donde provenía y al hacerlo se encontró con el rostro de su progenitor.
—¿Qué sucede? —dijo perezoso con la intención de volver colocar su mano sobre su cabeza para poder cerrar los ojos y tratar de conciliar el sueño sobre su sofá de piel que había mandado a realizar a la medida y por supuesto, ortopédico para cuidar que sus músculos y articulaciones no se atrofiaran solo por dormir de vez en cuando en su sofá cuando llegaba exhausto de algún viaje y prefería reposar ahí que en su cama.
—Debemos hablar—le exigió su padre frunciendo el ceño, esa expresión lo hizo detenerse, era claro que detrás de ese severo gesto había alguna intención diabólica—no puedes seguir viviendo de esta forma.
—¿De qué hablas?—cuestiono sin comprender a que se refería su padre.
—A esto—indico abriendo sus brazos para mostrarle a su hijo su entorno, pero cuando Gil miro de reojo solo vio una habitación limpia y bien ordenada, muy amplia y que tal vez tenía la misma longitud que una casa promedio.
—No me gusta tener nada fuera de su lugar—manifestó creyendo que hablaba de su obsesión por la limpieza, luego giro sobre su eje para acomodarse de una vez por todas para volver a dormir.
—No seas imbécil—bramo su padre arrojándole un cojín del sofá frente a él. Esta vez Gil frunció el ceño por la audacia de su padre, claramente no iba a ponerse a discutir con él por aquella insignificancia, pero de haber sido otro seguramente aquel acto habría sellado su destino.
Finalmente, opto por sentarse de manera correcta, su padre no iba a dejarlo tranquilo si seguía manteniendo la misma posición, de hecho su padre tenía la misma actitud que mantenía en una reunión de negocios, se mostraba arrogante y serio. No estaba seguro, pero intuían que tal vez él estaba a punto de proponerle algún convenio o algo así.
—¿Quieres por favor ser más específico? —se llevó la mano a la cabeza, sentarse de una forma tan abrupta le había ocasionado un ligero mareo.
Su padre dejó escapar un suspiro decepcionado, ladeo la cabeza un par de veces antes de sentarse frente a su hijo, el cual ni siquiera parecía entender lo que decía o mejor dicho no quería entender.
—Treinta y cinco años, Gil—asevero su padre recordándole su edad. Él alzó la mirada una vez que se recuperó del mareo, la expresión que tenía el rostro de su progenitor era de desaprobación, pero no entendía que era lo que molestaba a su padre, pensó en su departamento, su obsesión por la limpieza y el orden o quizás, las constantes fiestas a las que asistía, pero él no le veía nada de malo en ello.
—Sí, creo que eso es lo que dice mi identificación—confirmo él levantándose de su lugar para dirigirse hacia la barra del bar privado que disponía en su hogar, abrió la botella que contenía un poco de Whiskey y lo vertió en un vaso de vidrio para tomar un primer sorbo.
—Quieres tomar esto en serio, por favor—le solicito, un tanto molesto con la actitud de su hijo o al menos eso pensó. Habían tenido esa conversación mil veces y en cada una de ellas, Gil seguía manteniendo la misma postura, sin embargo, en esa ocasión no iba a permitir que se saliera con la suya.
—No sé de qué hablas, es más ni siquiera sé como entraste a este lugar sin hacer ruido—le recrimino Gil girándose hacia él.
—¿Acaso no recuerdas que este edificio me pertenece?—bramo su padre alzando la ceja, a veces era una molestia tratar con su propio hijo.
—Corrección, es propiedad de la empresa—interpuso Gil dando un segundo trago a su bebida.
—En la cual soy el dueño del sesenta por ciento de las inversiones—contradijo su padre levantándose de su lugar, todo indicaba que comenzarían a pelear como siempre sucedía cada vez que ambos hablaban.
—Bien, eres el dueño. ¿Pero qué tiene que ver eso conmigo y que irrumpas en mi casa?—cuestiono Gil molesto después de terminarse la bebida con un último trago.
—Más de lo que crees y de lo que te gustaría—revelo su padre volviendo a su lugar— ¿Acaso no te das cuenta de lo viejo que estoy?
—¡Ah! ¿Así que estás pasando por alguna etapa de edad?—se burló Gil dejando el vaso sobre la barra para volver a su sofá favorito—¿Andropausia?
—¿Vas a escucharme o no?—replico su padre tratando de controlar su ira, después de todo había entrado a su departamento con la intención de solucionar ese inconveniente, no se iba a ir de ahí hasta obtener lo que quería, por lo que acomodo su espalda contra el respaldo del sillón y coloco su codo sobre el brazo del sofá.
—Te escucho—dijo finalmente Gil soltando un suspiro.
Estaba cansado, había ido a una fiesta la noche anterior y a la mañana siguiente había tenido que ir a la oficina como director general de la compañía Goldsmith Corp, por lo que no había tenido tiempo de descansar hasta ese momento, instante que su padre había arruinado con su presencia.
—Creo que eres lo suficientemente inteligente para darte cuenta de que ya no soy tan joven, tengo sesenta años, debo jubilarme, pero no quiero hacerlo sabiendo que en casa no me espera nadie—admitió con cierto pesar.
Hacía diecinueve años que había fallecido la madre de Gil, por supuesto, después de perder al amor de su vida intento enfocarse en los negocios para olvidar el dolor que le provocaba su perdida, por supuesto, intento tener otra pareja que lo entendiera y lo apoyara, aunque quizás por su dinero termino atrayendo jóvenes que solo buscaban beneficiarse de él, así que al final había terminado solo. Él sabia que ya no tenía ninguna esperanza en el amor, al menos no el de una mujer, pero si ansiaba poder tener familia, una que solo Gil, al ser su único hijo podía brindarle, él deseaba tener nietos que pudiera mal criar y consentir, pero el único problema era Gil.
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