"Señor y esa persona..." murmuró Jordi.
El hombre se sentó en un sillón de cuero, sus manos nudosas sostenían un puro entre los dedos.
"Oh," una suave neblina de humo se elevaba lentamente, ocultando su rostro, tan claro y hermoso como siempre.
"¿Sobre el asunto del matrimonio?" su voz, fresca pero con un toque de melancolía, era encantadora de una manera inexplicable.
"Sí," Jordi asintió solemnemente. "El señor, él... no está de acuerdo con su compromiso con la Srta. Ciscar."
Le relató a Santiago la conversación entre ellos y el abuelo Diego con honestidad.
"¿Una mujer que no está a la altura?" Santiago curvó su boca en una mueca burlona, sus ojos oscuros destilaban sarcasmo.
"¿No sería más apropiado describir así a esa mujer, Mónica?" Jordi bajó la mirada, temeroso de continuar.
Tras un breve silencio, Santiago cambió de tema.
"La Srta. Ciscar ya está en la casa antigua, el abuelo quiere que regreses."
Aunque las palabras se pronunciaron, Jordi sabía que su jefe no las tomaría en cuenta, dada su indiferencia hacia el matrimonio.
"De acuerdo," Santiago aplastó el puro en el cenicero, una sonrisa irónica jugueteaba en sus labios. "Vámonos."
Con eso, se levantó lentamente y se dirigió hacia la salida con largas zancadas.
"Entiendo, diré que estabas ocupado, el abuelo... ¿Eh?" Jordi estaba a punto de dar una excusa, pero se detuvo a mitad de frase, sorprendido.
"¿Qué estás diciendo?"
"Regresa," Santiago no se preocupó por la sorpresa de Jordi, se levantó y se alejó con paso decidido.
"Lo que a Alberto no le gusta, ¡a mí me encanta!"
Aunque sonreía, en aquellos estrechos ojos oscuros no se vislumbraba ni un ápice de alegría, y su aura se tornaba cada vez más fría. Además, él también quería ver cómo había cambiado aquel pequeño paquete de lágrimas que solía esconderse en las sombras y secarse las lágrimas en su infancia.
La mansión de la familia Fuentes.
"Señorita Cristina," dijo el tío Pol con una sonrisa respetuosa.
"El abuelo está esperándola en la sala, yo la llevaré allí", añadió.
Cristina asintió. Mientras seguía al tío Pol, sus hermosos ojos también exploraban el entorno familiar que la rodeaba. En su vida anterior, cada vez que se sentía sofocada por el amor casi obsesivo y posesivo de Santiago, se refugiaba en la mansión para acompañar a su abuelo Diego. Después de todo, este era el único lugar al que Santiago no podía prohibirle ir. Además, sentía un profundo respeto y afecto por el abuelo Diego, quien la había amado y cuidado genuinamente. Por lo tanto, todo en la mansión de la familia Fuentes le resultaba sumamente familiar. Al renacer, al ver nuevamente estos paisajes, su corazón inevitablemente se llenaba de emociones encontradas.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Desafiando al Destino: La Ternura de Mi Marido Dominante