Desde un matrimonio falso romance Capítulo 197

Los cuatro llegaron a un restaurante, y tras echar un vistazo a la decoración que tenían delante, Mariana se llevó una sorpresa.

No esperaba que a Diana le gustara un lugar con un leve matiz retro, como un producto de los años ochenta del siglo pasado.

Tal estilo decorativo parecía fuera de lugar con Diana.

—Vamos.

Después de mirar a Leopoldo y a Diana, que ya estaban caminando hacia delante, Xavier estiró su brazo y lo puso delante de la cara de Mariana, haciéndole un gesto para que lo cogiera.

Mariana miró a Xavier con cierta impotencia, pero aun así sonrió y extendió su mano para cogerlo.

Xavier percibió el cambio en el estado de ánimo de Mariana y la emoción en sus ojos se hizo más y más brillante.

Justo cuando entraron, un camarero se acercó y los agasajó a los cuatro.

—Hice una reserva aquí hace unos días, Señorita Solís.

Diana cogió el brazo de Leopoldo, miró al camarero que tenía delante y habló con una sonrisa.

El camarero, que llevaba una sonrisa estándar, levantó la cabeza, pero no pudo evitar quedarse atónito. Su cara se llenó de sorpresa mientras hablaba con un temblor:

—¿Es usted Diana Solís? ¿Me da su autógrafo?

El camarero sacó un bolígrafo y se lo entregó a Diana, levantando el dobladillo de su camisa y colocándolo frente a ella.

El rostro de Diana seguía siendo amable, cogió el bolígrafo del camarero y escribió rápidamente su nombre en el vestido.

—Muchas gracias, atesoraré este vestido en el futuro.

El camarero sujetó felizmente el vestido y miró a Diana frente a ella, hablando repetidamente para agradecerle.

—Así que... ¿Puedes arreglar los asientos para nosotros ahora?

—Sí, por favor, síganme.

Al ver esta escena, Mariana no pudo evitar levantar la cabeza, miró al hombre que estaba a su lado y, con un poco de burla, dijo:

—No esperaba que un día tú aparecieras fuera sin ser reconocido.

Xavier sonrió significativamente mientras miraba la sonrisa de la mujer:

—Naturalmente, ahora no soy rival para la más famosa estrella.

Las palabras eran sarcásticas, cayendo por lo bajo en los oídos de Mariana, haciéndole sentir un trance.

Era cierto que el regreso de Diana al país, de gran repercusión, y su apariencia de perfecta, así como la noticia de que Leopoldo y Xavier se habían peleado por ella, la habían llevado naturalmente a la cima de la perfección, y ahora era la diosa de los corazones de miles de personas.

Los dos se miraron y sonrieron con una ligera comprensión.

Sin embargo, esta escena cayó en los ojos fríos frente a ellos.

Al llegar a la sala privada, los cuatro tomaron asiento.

Naturalmente, Diana se sentó al lado de Leopoldo, y en ese momento miró a Mariana, que estaba de pie en la puerta con los ojos profundos, las comisuras de la boca se levantaron en una gran sonrisa.

—Mari, será mejor que te sientes a mi lado. Así también podrás seguir explicando la parte que no he entendido.

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