Desde un matrimonio falso romance Capítulo 284

El director mantenía un ojo en la pantalla de la cámara, y su mirada sonriente mostraba que estaba muy satisfecho con el resultado de este rodaje comercial.

—¡Corten!

Al grito, el director anunció que el anuncio estaba terminado y el equipo dio por concluido el trabajo, y Diana se marchó con unos tacones.

—La actuación de la señorita Solís es cada vez mejor.

Al ver a Diana, el director la felicitó con una sonrisa halagadora.

El director quedó muy satisfecho con la actuación de Diana, que era la actriz número uno de la industria del entretenimiento, por no hablar de su origen familiar, que la convertía en el blanco de las atenciones de mucha gente.

—Gracias, director —Diana asintió al director a modo de saludo, y se mantuvo modesta.

—Señorita Solís, eres tan modesta, espero nuestra próxima colaboración.

La actitud de Diana hizo que el director se sintiera aún mejor con ella, y extendió la mano derecha a Diana, sugiriendo que le gustaría que trabajaran juntos la próxima vez.

Diana levantó ligeramente la cabeza. Al crecer en la familia Solís, como la perla de toda la familia, exudaba una confianza innata alrededor de su cuerpo y siempre daba la sensación de destacar entre la multitud.

—Lo haré —Diana sonrió.

Seguía poniendo una cara amable al director, mientras sostenía suavemente su mano, y luego de decir estas dos palabras, retiró su mano.

Caminando hacia un lugar tranquilo, Diana miró a su alrededor para asegurarse de que estaba sola antes de sacar su teléfono del bolso.

Mirando el nombre de Leopoldo en la pantalla, Diana marcó su número sin pensarlo.

Leopoldo estaba en ese momento en su despacho, hojeando los papeles de su mesa, cuando le llamó la atención el timbre del teléfono.

Al ver que se trataba de Diana, Leopoldo respondió.

—¿Qué pasa?

Sonó su magnética voz masculina, y el corazón de Diana se agitó.

—Acabo de terminar de rodar un anuncio, ¿puedes venir a recogerme?

Con la timidez de una niña, Diana se mordisqueó el labio inferior antes de preguntar si Leopoldo podía ir a recogerla al rodaje.

Si lograba que Leopoldo la recogiera y la dejara personalmente, Mariana no se sentiría bien, que era exactamente lo que Diana quería ver. Le había pedido a Mariana que se quedara porque quería demostrarle que lo que era suyo, no era algo que ella pudiera quitarle.

—Envíame la ubicación, ya voy para allá.

Tras escuchar las palabras de Diana, Leopoldo asintió en un suspiro, sin molestarse en especular sobre la razón por la que Diana no dejaba que su asistente la recogiera o hiciera más preguntas.

—Gracias, Leo.

Diana se sonrió aún más al escuchar la rapidez con la que Leopoldo aceptó. Por un momento, Diana sintió que su corazón se latía más, pero su tono se mantuvo tranquilo.

—Mariana, espero que no llores después.

Los ojos de Diana se fijaron en sus zapatos y murmuró en voz baja antes de recoger su bolso y se acercó a Mariana.

Con los papeles en la mano, Leopoldo salió de la oficina y volvió a subirse al coche.

Pisó el acelerador y con un rugido, el coche no tardó en dejar atrás un paisaje.

—Toc, toc, toc.

Al sonido de unos pesados pasos le siguió a la aparición de un par de brillantes zapatos de cuero, seguidos de un traje y un rostro apuesto y afilado.

—¿No es el señor Durán?

—Por fin he tenido el placer de conocerle en persona, ha venido a recoger a la señorita Solís, ¿no?

—Si eso es cierto, ¡entonces la Señorita Solís es realmente afortunada!

El equipo, que no había tenido tiempo de salir, miraba a Leopoldo con una mezcla de admiración y envidia, especulando sobre el motivo de su repentina visita.

Conociendo la relación entre Diana y Leopoldo, la tripulación sentía ahora más envidia por Diana.

—Señorita Solís, el señor Durán está aquí.

Al oír la voz, la asistente de Diana trotó hasta situarse frente a ella y señaló en dirección a Leopoldo, indicándole que éste estaba aquí.

Tras escuchar las palabras de la asistente, los ojos de Diana y Mariana se posaron simultáneamente en Leopoldo, que no estaba lejos, y la sorpresa de Diana se dibujó en su pequeño rostro en el momento en que vio a Leopoldo.

—Perdona, Mariana, mi novio ha venido a recogerme. Espérame, luego vuelvo contigo.

Después de despedirse de Mariana, Diana repitió la palabra «novio» y, aunque llevaba tacones, corrió como si estuviera ansiosa por estar frente a Leopoldo y se detuvo frente a él.

—¡Leo! ¡Estás aquí!

Incluso con sus altos tacones, Diana seguía pareciendo más baja que Leopoldo cuando estaba con él.

Cuando sus grandes y redondos ojos se encontraron con los de Leopoldo, la sorpresa en el rostro de Diana aumentó, y para los no informados, parecía que Diana no sabía que Leopoldo venía a recogerla.

A los desinformados les parecería que Leopoldo le tenía tanto cariño a Diana que había sacado tiempo de su apretada agenda para recogerla él mismo.

—Mira a la señorita Solís y al señor Durán juntos, ¡parecen hechos el uno para el otro!

—Sí, envidio a la señorita Solís, tiene un novio tan bueno, es guapo y rico, y lo más importante, ¡sabe ser considerado con su novia!

Al ver a Diana de pie junto a Leopoldo, el personal del fondo estaba aún más seguro de sus sospechas. Y todos en la sala, excepto Mariana, sentían envidia de ellos.

—Leo, como estás cansado de trabajar hoy, ¡vamos a comer juntos más tarde!

La sonrisa de Diana fue aún más brillante al escuchar la charla en el fondo.

—Bien.

Los ojos de Leopoldo estaban tan fríos como siempre, pero no se negó a la petición de Diana, y dio a Diana una respuesta afirmativa.

—Déjame pensar en lo que quiero comer. El bistec que me llevaste la última vez me encantó mucho.

Poniéndose de puntillas, Diana se acercó al rostro del hombre que tenía cerca y besó la cara de Leopoldo de forma descuidada, pidiéndole su opinión con gran interés.

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