Desde un matrimonio falso romance Capítulo 42

Aunque habían estado separados durante muchos años, esta persona estaba profundamente arraigada en la mente de ella, y era el mayor temor de Mariana a altas horas de la noche.

Mariana se quedó en silencio en el lugar, observando esa espalda.

El hombre se paseaba ansiosamente de un lado a otro, el humo de su cigarrillo encendido envolvía su cara, pero aun así, Mariana lo reconoció al instante.

Era su pesadilla, también un vínculo del que no podía desprenderse por el resto de su vida

La paz y la tranquilidad que había experimentado durante algún tiempo casi le habían hecho olvidar de dónde había venido realmente.

Sin embargo, a ese lugar ella no quería volver nunca.

En un abrir y cerrar de ojos, el visitante se había dado la vuelta y la miraba de pie en la distancia, y sus ojos se iluminaron al instante. Caminó rápidamente frente a Mariana, extendió su mano y dijo de forma contundente y cruel,

—¡Dame dinero!

Bajando ligeramente la cabeza, Mariana miró la palma de la mano que tenía extendida frente a ella, las yemas de los dedos amarilleadas por años de fumar, ásperas y sucias.

«¿Es un par de manos así? ¿La que me empuja al abismo paso a paso? Entonces, ¿por qué aún me dio a luz en primer lugar?»

—No tengo dinero —la amargura se derretía en su lengua, como el sabor de una píldora blanca tragada con fuerza cuando estaba enferma de niña.

—¡Cómo puedes estar sin blanca! ¡Yo te crie! Pero no quieres darme ni un céntimo —el tono estaba lleno de furia.

—¡Déjate de tonterías y dame el dinero rápidamente! —él dijo, mirando ferozmente a Mariana y agitó la mano, indicándole que sacara rápidamente el dinero.

Una sensación de impotencia invadió instantáneamente todo su cuerpo, ella cerró ligeramente los ojos y habló con voz fría:

—Realmente no tengo dinero, no vengas a buscarme por aquí otra vez.

Después de decir eso, Mariana estaba a punto de darse la vuelta y marcharse.

Pero al segundo siguiente, fue arrastrada por el hombre.

El áspero tacto hizo que Mariana se estremeciera incontroladamente, se sacudió violentamente la mano del hombre y retrocedió rápidamente un gran paso, mirándolo con pánico. Era una especie de asco temible hasta lo más profundo de su alma, tan fuerte que era imposible de ignorar.

El hombre frunció sus toscas cejas con fiereza y dio un paso adelante para agarrar con firmeza la delgada muñeca de Mariana.

—¿Qué? ¿Ahora me odias?

La muñeca sujeta con fuerza en la gran palma era tan delgada y débil que parecía que se iba a romper en el siguiente segundo.

—¡Mira qué miedo tienes, y qué si te molesta! ¡Sigo siendo tu papá! No estarías aquí sin tu padre —después de decir eso, él sacudió con fiereza la fina muñeca blanca que tenía agarrada en la mano—. ¡Dame el dinero ahora! Tampoco quieres que haga una escena en tu lugar de trabajo.

Mariana tenía una profunda sensación de impotencia, cerró los ojos y, cuando los volvió a abrir, había recuperado su calma habitual,

—No tengo dinero.

«¿De dónde saco el dinero?»

—Mari, ¿qué está pasando?

Al oír la voz, Mariana se dio la vuelta y vio a Ana, de aspecto preocupado, y a sus compañeros del set, que estaban ayudándola a celebrar su cumpleaños.

«¡Mis deseos!»

Mariana dejó escapar una sonrisa de amargura, todavía no tenía deseos este año.

—Eres su colega, ¿verdad? ¿Tienes dinero? Soy su padre, préstame algo de dinero primero, mi hija te lo devolverá después, ¡lo necesito urgentemente! —al final de su frase, su voz estaba simplemente un poco ronco y frenético.

El hombre bajó la cabeza, sus delgados dedos sostenían la punta de una pluma negra y al pasarla por el papel dejó una firma de tinta.

—¿Cómo?

Al oír esta pregunta, el entrecejo de Lione se volvieron más torcido, y varios forcejeos y enredos pasaron por sus ojos antes de que finalmente apretara los dientes y hablara.

—Es sobre la señora Ortiz —tras una pausa— el padre de la señora fue al set y hizo un escándalo, la señora parece estar de mal humor y ahora ha abandonado el set, pero su padre sigue allí.

Lionel se esforzó por decirlo. No se dio cuenta de que la familia de la Señora Ortiz estaba en esta situación. No creía que ella fuera apta como la esposa del jefe.

El sonido de la punta del bolígrafo rozando el papel blanco continuó, y Lionel miró al suelo, esperando.

«¿Se encargaría el jefe de esto o no? Siempre me parece que el jefe está de mal humor últimamente, y si no fuera por su mujer, ¡no querría molestarlo! ¡Oye, es difícil ser un asistente!»

Suspiró levemente en su interior, pero su rostro no dio muestras de ello, Lionel siguió manteniendo las cejas fruncidas y la cabeza inclinada.

—Que venga la secretaria y envíe estos documentos a todos los departamentos, tú sal conmigo.

—Sí.

Leopoldo se levantó, recogió la chaqueta de un lado, se la puso y salió con grandes pasos.

Pronto, Mariana se bajó del coche y se quedó aturdida frente a esta pequeña casa.

«Ha pasado mucho tiempo. »

Levantando la mano, se limpió la marca de las lágrimas que que se habían ido secando poco a poco por el viento fuera de la ventanilla del coche.

Mariana abrió la puerta de un empujón, entró y, nada más doblar la esquina, vio a la mujer que estaba sentada en la mesa.

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