Desde un matrimonio falso romance Capítulo 43

Solo tenía cuarenta o cincuenta años, la mitad de su pelo se había vuelto blanco, con un aspecto viciado y envejecido. Su espalda estaba ligeramente encorvada, estaba recogiendo las verduras de la maceta en este momento, ambas cejas estaban siempre fruncidas.

Como si percibiera algo extraño, la mujer miró hacia atrás, ligeramente aturdida, y al segundo siguiente se sintió con gran alegría, poniéndose en pie y caminando rápidamente hacia Mariana,

—Mari, ¿por qué has vuelto hoy? ¿Has comido? Si no, iré a preparártelo ahora.

Al escuchar estas palabras, la visión de Mariana se volvió un poco borrosa.

Se adelantó, abrazó a la mujer que tenía delante con fuerza, con la voz temblorosa, y finalmente dijo:

—Mamá.

Esta persona no era otra que su mamá, Clara Moreno.

—Oye, hace mucho tiempo que no vuelves a la casa, la última vez que volviste fue...

Las palabras se detuvieron de golpe y la cara de sorpresa de Clara se congeló por un momento, luego su rostro se volvió feo.

Apartó a su hija, y sus ojos estaban llenos de asco y frialdad cuando dijo las palabras sarcásticas:

—¿Qué haces de vuelta? Ni siquiera te preocupaste por mi vida en ese momento, ¡así que qué haces aquí ahora! ¿Acaso no eres ahora la gran diseñadora?

Cada palabra dura golpeó con fuerza a Mariana, haciendo que su cara se pusiera repentinamente pálida. Su cuerpo se estremeció de forma casi incontrolable, y sus ojos se abrieron un tanto incrédulos mientras miraba a su madre,

—Le contaste a papá la noticia de que estaba en el set, ¿verdad?

—¿Y qué si?

El corazón de Mariana se rompió,

—Mamá, sabes muy bien la persona que es, y aun así...

Antes de que Mariana pudiera terminar su frase, fue interrumpida inmediatamente por Clara:

—¿Quién es? ¿No es tu papá?

Mariana sacudió la cabeza repetidamente y no pudo evitar dar un paso atrás.

—¿Te disgusta por ser un jugador? ¿O te molesta que él haya perdido la cara por ti? ¡Ahora eres una adulta! Ni siquiera piensas tener ya un padre y una madre, ¿verdad?

Lo único que quedaba frente a sus ojos eran los gruesos labios que se abrían y cerraban. Mariana se dio la vuelta y salió corriendo, al segundo siguiente, las lágrimas salieron de sus ojos. Las lágrimas calientes cruzaron sus mejillas, y las voces sarcásticas detrás de ella continuaron.

Cuando volví a levantar la vista, había una taberna sencilla al lado de la carretera. La dueña, una anciana con el pelo canoso, preparaba la comida con maestría.

Una tenue fragancia flotaba en el aire y el estómago de Mariana no pudo evitar un sonido. No había comido hasta ahora, y su larga carrera la había dejado exhausta.

Caminando hacia la taberna, Mariana encontró una pequeña mesa y se sentó, diciendo a la anciana:

—Anciana, cerveza y tapas.

—Vale.

La voz de la dueña hizo que Mariana tuviera un estado de ánimo mucho más relajado.

Al poco tiempo, se trajo una cerveza y tapas que tenían un aspecto muy apetecible.

Las lágrimas llenaron sus ojos. Volvió a pensar en aquella tarta de cumpleaños con tres velas en el decorado, y al final había perdido esa oportunidad de pedir un deseo.

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