—¡Suéltame, suéltame!
Rafael fue llevado a la azotea, y el hombre ató todos los miembros de Rafael con cuerdas, mientras sus ojos despiadadamente ordenaban a la otra parte.
No había debilidad en las manos de los hombres.
—Reencarna bien y correctamente. Nunca te metas con la gente equivocada en tu próxima vida.
El confidente retorció a Rafael y los dos se deslizaron desde la azotea.
Leopoldo había insistido en que no debía seguir viviendo.
Rafael miró al hombre que tenía delante y sus ojos se llenaron de desesperación. No podía imaginar que, al final, siguiera sin poder escapar de este destino. Lo más probable era que hubiera hecho demasiadas malas acciones y le hubiera llegado el castigo.
Si no, Sofía no habría desperdiciado tanto esfuerzo para que muriera de todos modos.
De repente, Rafael dejó de caminar. Miró a la otra parte sin gruñir ni hacer ninguna reacción de más.
El confidente miró al otro hombre y agarró lo que tenía escondido.
—¿Qué vas a hacer conmigo?
Iba a morir de todos modos, así que Rafael al menos tenía que saber cómo iba a morir. Si no, sería una pena morir en vano, ¿no?
—Enterrado vivo —el confidente miró al otro hombre y respondió con frialdad.
Iba a enterrarlo en un lugar que nadie supiera. No fue idea de Leopoldo, fue su único medio.
—Te moviste tanto y pensaste que podías salirte con la tuya dejando tanta evidencia atrás —Rafael miró entonces a la otra parte, intentando aprovechar la última oportunidad para amenazarle una vez.
Las amenazas podrían darle una oportunidad de sobrevivir, pero él no sabía que no tenía ni siquiera una oportunidad.
—No te preocupes por mí, sólo piensa en ti.
El hombre no quiso escuchar las tonterías de Rafael y lo amordazó directamente. Mirarlo así también le parecía realmente patético.
Pero por más lamentable que parezca, debía ser tratado sin clemencia.
Rafael había llegado a este estado por su propia culpa. Si Leopoldo no hubiera pensado en su futuro hijo, no habría dejado marchar tan fácilmente al hombre que tenía delante.
De repente, las luces volvieron a encenderse con normalidad.
—¿Dónde está?
Sofía buscó a Rafael por todos los rincones de la habitación, con la esperanza de que no le pasara nada a Rafael en tan poco tiempo.
De lo contrario, Sofía se habría arrepentido.
—¿No hay nadie ahí?
Viendo la situación, Mariana se acercó a preguntar.
Quería desesperadamente saber sobre el bienestar de Rafael para que su corazón pudiera calmarse. No era nada fácil saber qué se le ocurriría si Leopoldo no era suave en sus métodos. Esta situación, en particular, había sido planeada desde hacía tiempo.
Si Rafael no está en casa, entonces era mala suerte.
—Mariana, ¿tu gente se llevó a Rafael?
Sofía dio tres o dos pasos hacia Mariana, sus ojos cayeron en la desesperación. Ahora mismo, necesitaba ver a Rafael inmediatamente.
Mariana sintió un presentimiento en el corazón.
—Yo... Yo no envié a alguien para dañar a Rafael, vine a detenerlo.
Mariana miró a la mujer, queriendo aclarar su intención de venir. De lo contrario, Sofía la habría malinterpretado miserablemente.
No importaba para qué viniera Mariana, Rafael ya no estaba allí.
A los ojos de Sofía, nada había cambiado. Una cosa que estaba especialmente clara era que ni siquiera Mariana podía evitarlo. Ahora sí que se había acabado todo.
—Lo siento, señor, no puede entrar.
La niñera de la puerta detuvo a Leopoldo y no le permitió entrar.
—¿Quién vino?
Si Leopoldo salía por esta puerta, Sofía no volverá a tener una oportunidad. En ese momento, su corazón sintió un pánico inusual. El temperamento de Leopoldo era realmente igual al de los rumores.
Si se tratara de una persona corriente, no habría posibilidad de decirle más que una palabra.
—¿Puede por favor, Sr. Durán, dejar ir a mi marido?
En cuanto Sofía terminó de hablar, todo su cuerpo se arrodilló directamente frente a las dos personas. No le importaba su dignidad, sólo quería suplicar al hombre que dejara marchar a su marido.
—Oye, no te arrodilles.
Lo que Mariana no podía soportar ver era arrodillarse, y al ver a Sofía arrodillarse frente a ella, el corazón de Mariana tuvo un sentimiento indescriptible.
No quería que le pasara nada a Rafael, ni que el bebé que llevaba en su vientre Sofía se quedara sin padre.
Sin esperar a que Mariana se agachara para ayudar a Sofía, las manos de Leopoldo aprisionaron con fuerza a la mujer entre sus brazos. Sus ojos eran despiadados y dijo sin gracia:
—Señora Borges, no entiendo de qué me habla.
—Señor Durán, ¿qué quiere decir con eso?
Sofía no esperaba que Leopoldo tuviera esa actitud.
En su corazón, sabía que Rafael había contratado a alguien para matar a Leopoldo. Por eso Leopoldo no estaba dispuesto a dejar escapar fácilmente a Rafael. Pero Rafael también había dicho que no le había pedido a Eduardo que matara a nadie.
Solo quería que Leopoldo tuviera una pierna menos.
—Mariana, vamos a casa.
Toda la atención de Leopoldo estaba puesta en el cuerpo de Mariana, él no quería ni mirar a Sofía.
Lo que le pasó a Rafael hoy era su propia retribución.
—Leopoldo, no puedes fingir que no sabes nada.
Mariana no pudo soportar verlo y habló en favor de Sofía. El conductor le contó a Leopoldo todo lo que sabía.
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