De ninguna manera Leopoldo se iba a hacer el tonto.
No había necesidad de ocultárselo a Mariana.
—Volvamos primero, ¿sí? Aún estás embarazada, no puedes molestarte por esas cosas.
Leopoldo hizo acopio de toda la paciencia que pudo frente a Mariana.
Para él, esta mujer era todo lo que había.
—La señora Borges también está embarazada, si fuera yo...
El corazón de Mariana sentía una gran compasión, sobre todo cuando se ponía en el lugar de Sofía y pensaba en este asunto.
Leopoldo se sintió irritado al ver que no era más que Sofía quien había roto semejante equilibrio.
Su plan era que no quería que Mariana lo supiera.
Pero ahora parecía que todos los planes habían sido en vano. El hecho de que Sofía se hubiera dirigido a Mariana con antelación significaba que Mariana no dejaría el asunto sin atender. Y con el carácter de Mariana, perseguiría el asunto hasta el final.
Leopoldo miró a Mariana con cierta vacilación en el corazón.
—Leopoldo, ¿dónde demonios está Rafael?
Mariana miró fijamente a los ojos del hombre, queriendo hacerle una pregunta clara. A Rafael no podía pasarle nada, pasara lo que pasara, no podía ocurrir ningún accidente.
—Mariana, Sofía no es la persona que debe ayudar a hablar.
Leopoldo estaba insinuando que era mejor que Mariana no se inmiscuyera en el asunto. De lo contrario, no valdría la pena en absoluto a causa de Rafael.
Ese hombre, aunque muera, era culpable por una razón.
—Leopoldo, ¿qué quieres decir con eso?
Mariana se sintió muy desgraciada por dentro al oír tales palabras.
Lo que Leopoldo quería decir era que creía que hablaba demasiado.
—Mariana, la persona que envió a alguien a matarnos la última vez fue Rafael. Ahora que las cosas han llegado a este punto, ¿aún quieres ayudarle?
Mirando a la mujer que tenía delante, Leopoldo preguntó retóricamente a la otra parte.
Si Mariana ayudaba a Sofía, no se estaría llevando bien consigo misma.
—¿Qué?
Mariana no sabía la verdad, por eso miró al hombre que tenía delante con tanta sorpresa.
La persona que pidió a Eduardo que lo matara fue Rafael.
Los pensamientos de Mariana fueron un poco confusos por un momento, como si no quisiera creer que todo era como ella pensaba. Rafael podría ser ese tipo de persona, pero aún así estaba persuadiendo a Leopoldo para que dejara marchar a ese hombre.
Rafael se merecía lo que le pasara.
Mariana posó sus ojos en el cuerpo de Sofía y dudó un momento antes de hablar.
—Leopoldo, vámonos ya a casa, no quiero quedarme en este lugar ni un momento.
—Señora Durán...
Sofía sólo sabía que Mariana no podría contenerse después de conocer la verdad.
Así que cuando le suplicó a Mariana, nunca dijo la razón. Pero al final, Leopoldo le dijo la verdad a Mariana. Como era de esperar, el papel no podía cubrir el fuego.
Leopoldo se sintió aliviado al ver que la actitud de Mariana cambiaba.
No es que no supiera qué era lo más importante, sino que necesitaba una razón para ello.
—Señorita Ortiz, si no salva a Rafael, el bebé en mi vientre realmente no tendrá padre —Sofía se apresuró a seguirlos, presa del pánico.
En esta situación, sólo Mariana podía salvar a Rafael.
El corazón de Sofía tenía demasiado claro que aquella mujer era la única esperanza de su hijo.
Mariana se adelantó a grandes zancadas y subió indiferente al coche, sin mirar siquiera a la mujer que tiene detrás, como si a sus ojos, en este momento, Sofía fuera una persona transparente.
Lo que le pasara a esa mujer no tenía nada que ver con ella.
Fue con esto en mente que ayudó a Sofía.
—¿Estás haciendo esto por el hijo de otra persona?
Sólo entonces Leopoldo supo exactamente por qué Mariana tenía que hablar por Rafael.
Un niño al que nunca había visto antes podía tocar la parte más bondadosa de su corazón.
—Sí —Mariana asintió con la cabeza, sin negarlo. Si no fuera por ese niño, no le habría dado tantas vueltas al asunto. No importa de quién fuera el niño, era un ángel inocente.
Especialmente ahora, a Mariana le importaba más.
—Mariana, siempre eres tan amable.
La mirada de Leopoldo se posó en el cuerpo de Mariana y en sus ojos surgió una gran compasión. Quienquiera que Mariana no quisiera morir, esa persona definitivamente no moriría.
Esta era una ley que no iba a cambiar.
—No te preocupes, Rafael no morirá —Leopoldo miró a la mujer que tenía delante y le dijo suavemente.
Los que Mariana no quería dejar morir, entonces definitivamente vivirían. Sólo que no se sabía con certeza de qué manera vivirían. Especialmente para alguien como Rafael, que debería haber merecido morir.
—¿No lo matarás? —Mariana miró al hombre, casi con asombro.
El hecho de que no muera era la mejor noticia de todas.
—Sí, por tu culpa, no lo mataré —Leopoldo dijo con énfasis. Fue gracias a Mariana que Rafael podía seguir viviendo.
Leopoldo tenía principios, pero no podía resistirse a Mariana.
—Pero es una mala persona que quiere hacernos daño —Mariana se quedó pensativa y bajó los ojos. Por un momento, sus ojos también se llenaron de mucha confusión.
Ella no quería que Rafael muriera, sólo por el bebé.
—¿Te estás arrepintiendo?
Leopoldo observó la mirada contrariada de la mujer que tenía delante y no pudo evitar decir. Esta mujer en realidad se avergonzaría de tal cosa.
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