Desde un matrimonio falso romance Capítulo 46

El rostro seguía siendo frío, no era diferente de lo habitual, pero su ojos mostraron su enfado.

—¿De qué estás hablando?

La voz de la mujer era temblosa.

Ella se acordó de Xavier, que acababa de enviarla de vuelta.

«¿Acaba de verlo? »

—El set aún tiene que diseñar un último traje, y yo estaba trabajando hasta tarde. Pero luego me topó y me llevó de vuelta.

Mariana bajó los ojos y explicó con voz suave.

—¿Es así? Espero que la próxima vez no te engañes también.

La frialdad atravesó la oscuridad y se clavó directamente en el blando corazón de Mariana, haciéndola temblar involuntariamente, con los pies pesados, incapaz de dar un solo paso.

El hombre desprendía un ligero olor a tabaco al pasar.

Mariana se tomó un momento para calmarse antes de subir las escaleras.

Leopoldo estaba de pie detrás de ella, sosteniendo un vaso en la mano, peligroso y tranquilo, como un diablo en la oscuridad.

—Mariana.

Él murmuró en voz baja, levantando su esbelto cuello y terminando el vaso de agua helada.

Mariana se sentó en su pequeño estudio y encendió su ordenador. Lo que acababa de ocurrir se repetía una y otra vez en su mente, haciendo imposible que se calmara y pensara. No pudo evitar sacudir la cabeza y luego frotarse ligeramente la frente.

Algo parecía haberse desviado, dejándola incapaz de comprender, y solo podía avanzar en un fútil aturdimiento.

Sus ojos se desenfocaron en la pantalla del ordenador que tenía delante y, de repente, el desorden de su mente se despejó por un momento, y una chispa irrumpió en su mente, que la vio y la captó.

Parecía que ella obtuvo una pista.

Con un rápido deslizamiento del ratón en su mano, en la pantalla del ordenador aparecieron inmediatamente líneas suaves y claras, que pronto revelaron el conjunto.

La falda larga, recta, suave y fina, estaba cubierta de gasa blanca, cuyo dobladillo tenía incrustaciones de una miríada de begonias en flor, la parte superior de los pétalos blancos teñida de un poco de rojo.

Al ver el traje de la heroína ya diseñado en la pantalla, Mariana no pudo evitar inclinarse hacia atrás, con el rostro aturdido.

«El diseño del vestido se inspiró en... su relación con él.»

Mariana sacudió la cabeza con fiereza, apartando uno a uno los diversos pensamientos extraviados en su cabeza, y continuó iniciando el diseño en sus manos.

«Lo más importante ahora es conseguir el diseño del traje.»

Al día siguiente, Mariana llegó temprano al set, dejó la bolsa, sacó el ordenador que tenía dentro y lo colocó en la mesa, luego empezó a recoger las telas que había clasificado ayer, seleccionó las más adecuadas y empezó a recortarlas.

La tela blanca y sedosa se desplegó sobre la mesa, y los ligeros pliegues de la misma se aplanaron antes de que Mariana empezara a coger las tijeras y a recortarla.

En unos instantes, la tela ya mostraba su forma.

La tenue luz del sol entraba por la ventana, iluminando la ajetreada figura de la mujer, cuyo esbelto cuerpo proyecta sombras negras moteadas sobre la tela blanca.

Cuando se recogió la prenda y se desplegó, los hilos se cayeron al suelo y el diseño que aparecía en la pantalla del ordenador era ahora un hermoso vestido blanco.

Después de acariciar con suavidad el delicado dobladillo de la begonia, el rostro de Mariana reveló una leve sonrisa y dio un suspiro de alivio.

No fue hasta la medianoche cuando Mariana terminó por fin de confeccionar los dos trajes para hombre y mujer, poniendo suavemente una funda protectora transparente sobre los trajes y colgándolos después en las perchas.

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