Desde un matrimonio falso romance Capítulo 67

—Niña, deberías saber que no es bueno llorar, hay que llorar porque uno se siente agraviado, ¿quieres que los demás sufran tanto como tú cuando te sientes agraviada? Eso no es lo que debe hacer una buena chica.

La pequeña Mariana tiró la piedra al suelo, se dio la vuelta y vio a una amable anciana.

Era Zoraida.

Más tarde, siempre solía correr aquí después de ser agraviada.

Aquí, Zoraida la consolaba y le daba caramelos; había otros vecinos que le daban comida para que no pasara hambre; había otras personas que le daban juguetes extra de sus hijos; incluso había gente que le traía ropa vieja para ella...

Tenía muchos recuerdos del Patio Feliz.

El Patio Feliz era la única luz que tenía en aquellos días oscuros y todavía hoy le calentaba el corazón. Estaba agradecida para siempre por la gente que conoció aquí.

Mirando a Zoraida delante de ella, Mariana lloró mucho.

Después de respirar profundamente, las emociones de Mariana se calmaron. Se levantó y se dio la vuelta, se limpió las lágrimas de la cara con la mano y miró a la Lina con cierta vergüenza,

—Lina, si tienes cosas que hacer en tu casa, puedes irte, yo cuido de Zoraida aquí, no te preocupes.

Lina suspiró, sacó un pañuelo y secó las lágrimas de la cara de Mariana y dijo:

—Eres una chica que hemos visto crecer, por supuesto no tengo preocupación.

Mirando a Mariana que lloraba delante de ella, Lina se sintió amargada y al mismo tiempo aliviada.

—Ya que Zoraida te tiene para que la cuides, me voy, mi marido que no puede caminar aún me espera en casa.

Al oír esto, Marina se compadeció mucho de Lina y le dijo con una sonrisa,

—Estoy aquí.

Aunque se llamaba Patio Feliz, la vida no era feliz para todos que vivían aquí. Pero las personas se ayudaban, y sus días estaban llenos de risas.

De pie en el mismo lugar, mirando la espalda de Lina y su pelo algo blanco al viento, Mariana se sintió amargada. Al darse la vuelta, volvió al lado de Zoraida. La cubrió con la manta y la observó un rato, luego se fue a la cocina a hervir agua.

Cogió la toalla y volvió a la cama de Zoraida. Mariana mojó la toalla y empezó a limpiar las mejillas y las manos de Zoraida.

Finalmente, le ayudó a lavar el pelo.

Después de que Mariana arreglara las cosas, Zoraida se despertó. Cuando vio a Mariana, se sorprendió.

Al ver esta apariencia familiar, fue como si volviera a la niña qué estaba tirando una piedra.

—¿Mariana?

La voz de Zoraida era ronca y estaba llana de excitación. Al oír la voz de Zoraida, Mariana volvió a llorar,

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