Capítulo 510
Bajo la insistencia de Luis, Violeta finalmente asintió con la cabeza, “Está bien…”
Se subleron al coche de Luis y se dingieron hacia un centro comercial.
Al llegar, Silvia la tomó del brazo y la llevo directo al mostrador de joyería en el segundo piso. Con un aire decidido, le pidió al empleado que les mostrara varios diseños, tomándolos uno por uno y comparándolos con atención, mientras que Violeta seguía en silencio a su lado, comportándose como si estuviera cumpliendo con una tarea y deseando que
todo terminara pronto.
Silvia sacó su teléfono de la bolsa y de repente murmuró, “Qué lata, se me descargó el celular!”
Violeta le echó un vistazo y parecia que se habia apagado automáticamente.
Silvia se volvió hacia ella, extendiendo la mano, “¿Me prestas tu teléfono? Necesito hacer una llamada para preguntar
la medida de la muñeca de mi abuelita”
Violeta dudó un momento y luego sacó su celular del bolsillo para dárselo
Silvia lo tomo, y como la señal parecia débil, camino hacia el exterior del mostrador. Desde la distancia, Violeta solo podia verla de perfil, hablando sin parar
Después de unos cinco minutos, Silvia regresó con paso lento, devolviendo el celular a su dueña junto con una sonnsa especialmente brillante, “Muchas gracias!”
Violeta frunció el ceño
Ante la actitud extraña de Silvia, Violeta siempre mantenia la guardia alta, pero también pensaba que a plena luz del día, ¿qué mal podria ocurrir?
Pero se habia equivocado Después de comprar la pulsera de jade, cuando bajaban en el ascensor hacia el estacionamiento subterráneo, Violeta salió primero del elevador, caminando adelante. Al voltearse, se dio cuenta de que Silvia habia desaparecido.
Mientras fruncia el ceño y pensaba en buscarla, de repente alguien se acercó rapidamente por detrás.
Una sombra cayó abruptamente sobre ella y, antes de que Violeta pudiera reaccionar, alguien le tapo la boca. El olor a éter invadió sus fosas nasales y rápidamente perdió la consciencia.
Cuando desperto, ya era casi el atardecer.
Violeta se sentia mareada y, al recordar lo sucedido justo antes de desmayarse, un escalofrio la recorrió y se sentó rápidamente para observar su entorno.
Se encontraba en una lujosa suite de hotel. Las cortinas estaban abiertas, dejando que el amanecer llenara la habitación con matices de rosa hermosos
Ella suspiro aliviada.
No era como la última vez en un almacen abandonado, lo que indicaba que no era un secuestro, pero entonces, ¿cómo había terminado alli?
Llena de dudas, Violeta miró alrededor y notó que la habitación estaba en silencio. Sin querer, bajo la vista y se sorprendió al descubrir que su ropa habia desaparecido, dejándola solo en ropa interior. Rápidamente se envolvió en la sábana.
Al hacerlo, se dio cuenta de que había alguien más en la cama, jun hombre!
Violeta soltó un grito ahogado y, al reconocer el rostro de la persona, sus ojos se abrieron de par en par con incredulidad, “¿Lucio?”
Al lado de ella estaba Lucio, tan sorprendido como ella por la situación. Al igual que Violeta, estaba casi desnudo, sin camisa ni pantalones, solo con unos calzoncillos.
Violeta comenzó a empujarlo con urgencia, “¡Oye, despierta, Lucio, despierta!”
Lucio tenia los ojos cerrados y después de que Violeta lo llamó varias veces, finalmente empezó a despertar, igual de
confundido que ella cuando recobró la consciencia, con una mirada perdida, “Señorita Violeta?”
Cuando se dio cuenta de la situación de ambos, Lucio también se quedó en shock, “Señonta Violets, ¿qué está
pasando aqui?”
Esa quisiera saber yo! Violeta estaba aún más agitada, preguntándole con urgencia, Lucio. ¿cómo llegaste aqui, cómo terminamos vestidos asi y en la misma cama?”
¿No me invitaste tú? Lucio le dijo confundido mientras se tocaba la cabeza
Rafael parecia no oirla, avanzaba hacia el borde de la cama.
“Rafael…”
Viéndolo acercarse con pasos decididos, Violeta llamó su nombre en
un murmullo.
Con las manos apretadas, mordió su labio, y dijo con voz temblorosa, “Rafael, déjame explicarte!”
“No hace falta.” La sonrisa de Rafael era forzada.
El aliento de Violeta se corto.
Rafael entorno sus ojos, y con voz grave continuó, “No tienes nada que decirme.”
El corazón de Violeta se enfrió de golpe, cayendo en picada, y todo su ser se heló en pocos instantes. Bajá la cabeza y
justo cuando la punzada de tristeza le subía por la nariz, sintió un calor sobre su hombro.
Silvia, que había estado al lado esperando ver el drama, apenas pudo ocultar su expresión de triunfo cuando vio a Rafael darle la espalda y decir esas dos palabras. Ya se estaba preparando para el estallido de ira que vendría a
continuación.
Sin embargo, sus expectativas se desvanecieron.
Rafael no se enfureció, ni siquiera se alteró. Simplemente se quitó el saco que llevaba puesto.
Luego, se inclino y colocó su saco sobre los hombros de Violeta, lo suficientemente grande como para cubriría por completo. Después, con un gesto firme pero suave, la abrazó protegiéndola en sus brazos. No habia señales de enojo en su rostro, ni siquiera un ceño fruncido, sus ojos reflejaban una calma serena y sus movimientos eran tiernos.
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