Capítulo 561
La llamada del otro lado de la línea había dejado a Francisco con una expresión de total asombro, y terminó la conversación después de dos minutos,
Al verlo así, Rafael, preocupado, habló con voz grave, “Si hay algo en lo que pueda ayudar, aqui estoy.”
“¿Papá, qué pasó?” Violeta también mostraba preocupación.
Francisco parecía todavía aturdido por la llamada y tardó un rato en reaccionar.
“Oh, en realidad no es nada…” Aunque intentó restarle importancia con un gesto, la confusión era evidente en su rostro. Con voz más seria, explicó, “¡Fue el banco que me llamó! Ya sabes que estaba preparando todo para emigrar. Vendi lo que pude de la Hacienda Costa de Rosa y transferí el resto de mis fondos. Todo debía estar ya en orden, pero de repente me dicen que hay una cuenta con dinero que no he tocado. ¡Diez millones de pesos!”
Después de que la empresa de Francisco quebrara hace cuatro años, su fortuna se había reducido a casi nada. Aparte de esta casa y su pensión, solo le quedaban unas propiedades en el extranjero que había destinado como dote para Violeta. A estas alturas, diez millones de pesos era una suma considerable para él.
“¿En serio? ¿Una sorpresa así?” preguntó Violeta, sorprendida.
“Sí, yo también me quedé pasmado. Cosas así no pasan todos los días, y menos cuando ni siquiera sabía de ese dinero,” afirmó Francisco. Con más gravedad, añadió, “Pero el empleado del banco estaba seguro del dinero y dijo que era Isabel quien lo había depositado a mi nombre.”
¿Isabel?
Violeta se quedó de piedra.
Ella y Rafael intercambiaron miradas, ambos sorprendidos fruncieron el ceño.
Conocían bien el historial de Isabel, quien había ido repetidas veces a exigirle dinero a Francisco y, según los rumores, todavía tenía muchas deudas de juego. ¿Cómo podría tener una suma así? Y aunque la tuviera, ¿por qué la depositaría a nombre de Francisco, con quien ya no tenía ninguna relación sentimental?
Era algo totalmente desconcertante….
En la noche del día siguiente, la luz anaranjada iluminaba el dormitorio principal.
Cuando Rafael subió las escaleras con un vaso de leche, como de costumbre, encontró a Violeta sentada en la cama,
recién terminada su llamada.
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Le pasó el vaso de leche y le preguntó con una sonrisa, “¿Hablabas con Francisco?”
Al entrar, había escuchado cómo ella llamaba ‘papá’ al otro lado de la línea, un tono que parecía dirigido a Francisco.
“Sí,” respondió Violeta, tomando un sorbo de leche y frunciendo el ceño, “Papá dijo que hoy se encontró con Isabel para preguntarle sobre ese dinero, pero no importa cuánto insistió, Isabel no revela de dónde vino. Papá quiere que tú lo investigues.”
Rafael asintió pensativo, “Está bien, me ocuparé de eso.”
Al salir del baño, después de ducharse, encontró a Violeta todavía sentada en la misma posición, con el vaso de leche ya vacío, pero firme en su mano, perdida en sus pensamientos.
Se acercó a ella y tomó el vaso vacío, “¿Todavía pensando en eso?”
Hay un dicho que afirma que la hija es la pequeña amante de su padre en una vida pasada, ¡y parece que es cierto!
Sin siquiera saber el S**o del bebé en su vientre, él ya estaba hablando de ella constantemente. Cuando realmente nazca, ¿quedará lugar para ella en su corazón?
Rafael vio la expresión de reproche en su rostro y soltó una risa baja: “¿Estás celosa?”
“No, para nada…”
Violeta se dio cuenta de que su reacción había sido demasiado intensa y giró la cara, negándolo avergonzada y molesta.
Rafael tomó su mentón con la mano y giró su rostro hacia él, susurrando, “Hasta te pones celosa de tu propia hija.”
Violeta se sintió aún más incómoda con su comentario y murmuró una réplica: “¡Tú también te pones celoso de tu propio hijo!”
Su piel estaba incluso más suave y delicada que antes del embarazo, y después de lavarse la cara, los suaves vellos bajo la luz eran aún más visibles. Rafael, mirando su aspecto tierno y encantador en ese momento, sintió un impulso en su corazón y, sin poder resistirse, se inclinó para besarla.
Con un suave gemido, ella no pudo evitar rodear sus hombros con los brazos.
Ambos se contuvieron durante ese beso, sabiendo que la noche era larga y que podrían perder el control.
Después de un beso que dejó a ambos con ganas de más, Rafael sonrió, y su sonrisa se extendió hasta el fondo de sus ojos: “¡Sabe a pura leche!”
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