Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado romance Capítulo 798

Marisol tomó su móvil de la mesa de centro, que estaba oscuro como la noche. Al encenderlo, vio que Antonio no le había mandado ningún mensaje, así que se acomodó en el sofá, dudando antes de decidirse a buscar en la agenda a "Antonio Patán" y llamarlo.

Le contestaron rápidamente, pero le colgaron al instante.

Mirando fijamente la pantalla, y consciente de la naturaleza delicada de su trabajo como médico, Marisol no se atrevió a insistir demasiado y optó por enviarle un mensaje: "Antonio, ¿qué estás haciendo?"

"¡Estoy ocupado!"

Le respondió con dos palabras al cabo de dos segundos.

Al ver eso, le siguió escribiendo: "¿Todavía estás enojado?"

"¡No!" Recibió otro mensaje breve.

¡Sí, claro!

Marisol pudo imaginar la expresión agria en su guapo rostro mientras miraba esas palabras en negrita y torció la boca.

Después del noticiero, la televisión comenzó a emitir una serie, pero ella estaba distraída en sus pensamientos.

Marisol volvió a coger su móvil y le escribió un mensaje a Yamila: "Yamila, si enfadaras a tu hombre, ¿cómo harías para que no se sienta enojado?"

Un minuto después, Yamila le respondió: "¿Olvidaste que soy soltera, querida?"

Marisol se tocó la frente en un gesto de vergüenza. ¡Vaya ayuda!

Entonces buscó a otra amiga, Gisela, que sí tenía pareja: "Gisela, si Hazel se molesta contigo, ¿cómo lo arreglas?"

Gisela le respondió rápido, pero su mensaje fue desesperante: "Normalmente no lo hago enojar..."

Marisol rodó los ojos al techo, era igual que si no hubiera preguntado nada. Depositó su última esperanza en Violeta, otra amiga cercana, preguntándole cómo apaciguaría a Rafael si se enojara.

Violeta tardó más en responder porque debía cuidar a Nono. Cuando Marisol casi perdía la paciencia, le llegó la respuesta de Violeta: "Marisol, ¿olvidaste que cuando Rafael y yo discutimos, fuiste tú quien me dio consejos?"

"..." Marisol frunció el ceño.

Después de recordar un consejo que había enterrado en su memoria, sus mejillas se tiñeron de rojo.

Tomando respiró profundamente y apoyando el dorso de su mano en su mejilla caliente, murmuró para sí misma sobre cuándo había dado ese tipo de consejo.

Cuando el calor en su rostro se disipó, apagó el televisor y se levantó para volver a su habitación. Minutos después, salió de casa bien vestida, con su móvil y llaves en mano.

El taxi la dejó frente al edificio del hospital de Antonio, y Marisol salió del vehículo.

Al llegar al piso de cardiología, encontró la estación de enfermería vacía, probablemente estaban en alguna habitación. Pasó de largo hacia el final del pasillo.

Además de la sala de guardia, había una oficina de especialistas con luz.

La puerta estaba abierta, dejando que la luz se derramara en el pasillo, creando un halo a través del cual danzaban pequeñas partículas de polvo.

Marisol caminó sigilosamente hacia la puerta y entonces vio a Antonio, con su bata blanca, sentado frente a su escritorio. Una ventana abierta detrás de él dejaba entrar la brisa nocturna que ondeaba suavemente su ropa.

Sobre el escritorio se esparcían libros de medicina, y estaba inclinado sobre ellos, su mirada se veía seria y concentrada.

Después de observarlo fijamente por unos segundos, Marisol llamó suavemente a la puerta.

La silla se deslizó hacia atrás con su movimiento brusco, chocando contra la pared. Frunció el ceño con preocupación, se inclinó hacia ella y le preguntó con ansiedad, "¿Dónde te duele?"

Marisol apenas pudo contener una sonrisa y levantó la cabeza.

Al darse cuenta de que había sido engañado, Antonio intentó levantarse para irse pero ella lo agarró por el cuello diciéndole, "¡No te vayas!"

De inmediato, su cuerpo se tensó ligeramente.

Sintió un contacto suave en sus labios.

Marisol rodeaba su cuello firmemente, mirando hacia arriba con timidez, imitando su manera habitual, intentando profundizar el beso.

Antonio no pudo resistirse a su provocación y en unos pocos segundos, pasó de ser pasivo a tomar la iniciativa. Su cuerpo firme se inclinó hacia adelante y, mientras controlaba la situación rodeando su cintura con un brazo, apoyó el otro en el borde de la cama para no presionar su vientre.

El beso fue profundo y apasionado, dejando a ambos casi sin aliento.

Antonio apretó más su abrazo, acercándola aún más, sus ojos encantadores se enternecieron por el beso, su respiración era pesada y caliente, "Sra. Pinales, ¿cree que con esto puede hacer feliz a un hombre?"

Marisol tragó saliva.

Ella respiró profundamente, su aliento agitado como si estuviera tomando una decisión importante.

Las palabras que le había dicho a su amiga Violeta resonaban en su cabeza, el consejo que le dio para calmar a un hombre enojado era simple, era cuestión de lo que sucede en la cama, lo había leído en internet, una usuaria contó que para apaciguar a su novio enojado, simplemente usó su boca...

Marisol sintió sus manos sudorosas de nerviosismo.

Dar consejos a otros es una cosa, pero cuando te toca a ti mismo, ¡es otra historia!

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