Capítulo cuarenta y siete
Pov Sara
Todo iba jodidamente perfecto y él viene a hablar.
Por supuesto me tuve que hacer la desentendida y asustada y correr escaleras arriba y encerrarme en mi cuarto a escuchar como dice que le abra la puerta desde hace una hora.
Me asiento en el piso al frente de la puerta y él deja de hablar para acomodarse igual que yo—Sé que me estás escuchando, te digo esto porque lo necesito. Te quiero y me gustaría que vuelvas a mí, toda tú me pertenece, absolutamente toda, desde tus pies hasta el último pelo de tu cabeza —lo escucho quitarse los zapatos y tirarlos lejos —y escúchame bien, no me rendiré —se levanta.
Sonrío, el ricachón es insistente.
Su aroma desaparece y observo por la ventana como arranca el auto y se va.
Maldito.
Como se le ocurre hablar y yo tan bien que me la estaba pasando, su olor, sus besos y esos brazos fuertes, pero más ese abdomen esculpido.
Me moriré por pecar tanto.
Toco mi pecho y trato de calmar el anormal latido de mi corazón, me acomodo en la cama y tomo mi nuevo celular, conecto los audífonos y dejo que la música fluya en todo mi cuerpo.
Una mano áspera me cubre la cara y trato de zafarme, huelo el aire y no siento nada, subo mis manos para sacar mi poder y toma las dos en un solo movimiento.
No otra vez.
Cómo es posible que siempre este en peligro constantemente.
Me levanta cuidadosamente y suelta mi rostro para dirigir su mano a mi vientre —Este va a ser mi hijo —suelta mis manos y trato de empujarlo, pero es una jodida pared de ladrillos.
—¿Cómo entraste? Vete —digo rápidamente y tomo el celular —Llamaré a mamá —pasa a mi lado y se acuesta en mi cama.
—Quiero ver que lo hagas y ver tu reacción cuando te diga que no puede venir —cruza sus brazos.
—Llamaré a Matías, él tiene que venir —digo.
—Está con tu madre, no creo que quieras saber que hacen.
Junto mis cejas —Eso no lo necesitaba saber, de igual forma, ¿Cómo lo sabes? —calla y se escucha un silencio sepulcral —entonces llamaré a Henr... —tan rápido como puede se levanta y me arrebata el celular de las manos, lo examina y sin ningún interés lo estrella contra la pared.
Sus manos toman fuerte mis hombros y hago una mueca de dolor —Ni siquiera se te ocurra llamar a ese imbécil, porque juro que lo mato a golpes—sus ojos cambian a amarillos.
Sara, no creo que sea buena idea darle celos ahora, él está super enojado.
Me vale. Donde me golpee lo mato, lo juro.*
Cuando le dirás que eres tú. Estoy ansiosa por hablar con Yoshua, quiero a mi amor ahora, justo ahora.
Tranquila, dame un día más o dos y ya, es todo lo que necesito.*
Pues no quiero.
Lo harás porqué yo soy la que mando.*
Dejo de pensar en eso y me concentro en como Wade escudriña mi mirada con esos ojos, su agarre se suaviza y suspiro aliviada.
—¿Qué fue todo eso? Me das miedo —me alejo de él lo más posible. Su cara es un poema, con calma se va acercando a mi y grito—YA DÉJAME TRANQUILA, DICES COSAS ABSURDAS, COMO ESO DE QUE SOY TUYA Y YO RESPONDO A TUS TACTOS Y AHORA EL BEBÉ DE HENRRY ES TUYO, MANIÁTICO. SAL DE MI CASA O LLAMARÉ A LA POLICIA.
Me observa con detenimiento y camina hasta la ventana para tirarse por ella, corro a verificar si no se ha golpeado y cuando lo veo alejarse con las manos en los bolsillos me arrepiento de lo que he hecho.
Diablos, en qué estoy pensando.
¿Por qué soy tan contradictoria?
¿Qué hago? Yo no sé hacer estas cosas.
Rápidamente tomo el teléfono de casa y marco el número de la mansión, suena y en el tercer toque escucho la voz de nana.
Trago grueso —Nana, soy yo, Sara. Luego te explicaré todo, solo no dejes que Wade haga algo estúpido, está herido por algo que le dije y no le digas nada sobre que me acuerdo de todos y cada uno de ustedes —digo todo tan rápido que se escucha un silencio del otro lado de la línea—¿Nana? ¿Estás ahí? —respira fuerte y habla suave.
—Está bien, no le diré nada a mi niño, pero no lo hagas sufrir mucho, es verdad que él no debió actuar como lo hizo, pero te pidió disculpas, está corrigiendo sus errores y sus sentimientos a pesar de todo son puros hacia ti —con esto cuelga y me deja con un nudo en la garganta, me acuesto y apago la luz del cuarto.
Mi corazón duele, no como el tipo de engaño, si no como una soledad inmensa. Mis nudillos arden y mis piernas también, me levanto y giro hacia la ventana que sigue abierta, la cierro y camino directo a la puerta a oscuras, la abro y me encuentro una figura imponente, antes de hacer cualquier movimiento habla y me tranquilizo.
No debo estar agarrando estos sustos, es malo para mí —¿Qué haces aquí, Henrry? —digo evitando todo tipo de conversación y camino a la cocina con él detrás de mí.
—¿No puedo visitar a mi novia? —niego.
—Yo no soy tu novia, ¿Qué quieres? —ruedo los ojos.
—Venía para ver si mañana vamos a un bar y lo llamamos a él ahí para que vea y sienta más celos.
—No haré nada más —toma asiento en la isla de la cocina algo confundido. Saco la leche de la nevera y tomo directamente del cartón.
—Pensé que querías venganza.
—Aquí estoy. Por cierto, hoy te ves hermosa con ese vestido rosa—niego, busco la cuchara y me asiento. Ella pone el plato al frente mío y por primera vez puedo decir que me siento como en una familia.
Tú pronto tendrás una familia.
Tendremos.
Mamá deja caer una lágrima que limpia rápidamente para no arruinar su maquillaje de horas —Sé que eres muy emotiva, pero no creí que tanto—sonrío y ella me fulmina con la mirada.
—No creas que se me olvida la de esta mañana, por cierto, muévete porque mi macho ya tiene que salir —abraza a Matías por la espalda y él solo sonríe como estúpido.
De seguro Wade y yo no vemos así.
Me levanto y coloco el plato en el fregadero, dejo que ese par se despida con sus besos asquerosos y voy directo al auto. Él llega, abre el carro y monto, el Mercedes Benz emite un zumbido y de un momento a otro salimos de la casa, veo a mi madre despedirnos con las manos al aire, le devuelvo el saludo y pasamos a las calles de California.
Siempre tan llenas, pero no lo suficiente como para que haya un congestionamiento, observo a Matías que me mira a través del retrovisor y luego a la carretera.
Desvío mi mirada a las calles y pregunto por esa duda que me carcome —¿Cómo está él?
Sus ojos reflejan miedo y preocupación —Me dijo que te llevara a la mansión, lo desafíe y ahora está enojado conmigo, fuera de eso está algo distraído. Anoche me pidió que entrenara con él y acepté sabiendo yo que perdería, pero lo que me dejó impactado es que lo vencí de dos golpes—junto mis cejas —él me golpeaba superficialmente, nada de otro mundo —carraspea —tal vez debas dejar ese juego atrás, el Alpha está más débil de lo normal y ningún atacante o enemigo lo puede agarrar en defensas bajas por que será una victoria muy fácil y bochornosa, además de que Wade perdería todo—llegamos a el instituto y bajo sin decirle ni una sola palabra.
Necesito pensar que haré.
Me encamino a mi casillero donde guardo todo y saco solo los libros más importantes y tres cuadernos. Por los pasillos son pocas las personas que hay gracias a que aún son las seis de la mañana. La puerta de la dirección es azotada y dirijo mi vista a un Henrry muy enojado, camina directo a la cafetería y ahí también estrella las puertas, cierro mi casillero y veo quien a sido el causante de tanto alboroto.
Un Wade sonriente sale de la dirección acomodándose su saco azul pegado a sus brazos. Camina con toda la seguridad del mundo y pasa por mi lado como si nada, camino rápido y tomo su brazo antes de que salga.
Él gira, me observa a de arriba abajo y se muerde los labios —Dime, muñeca —junto mis cejas.
¿Este es el millonario?
Tiro las cosas al suelo y lo empujo con todas mis fuerzas —¿Qué diablos te pasa? Ahora que le hiciste a Henrry, maniático —se acerca a mí tanto que me empieza a dar ese escalofrío cuando él esta cerca y me enrolla con sus brazos.
—Solo algo de lo que te enterarás luego —muerde su labio seductor y sonríe.
—Suel... —de la nada siento como agua corre de mi intimidad bajando entre mis piernas y mojando el suelo y mi vestido.
Junto mis cejas, ¿esto qué es?
Miro la cantidad de líquido en el piso y como si fuera poco, un inmenso dolor se instala en mi bajo vientre.
¡Dios, voy a parir!
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