Desde que Clara se desaparecía, Aquiles había estado tan inquieto, se ponía de pie de repente, luego se sentaba de repente y toda la persona parecía particularmente ansiosa.
Lydia miraba a Aquiles que había caminado de un lado a otro varias veces, y gritaba insoportablemente, -Aquiles, ¿puedes sentarte? Estoy mareada.-
Aquiles se mordía el labio con agravio, -No puedo sentarme quieto.- Si pudiera sentarse quieto, ¿por qué caminaría?
Lydia suspiraba impotente, -El presidente Antonio ya ha recogido a Clara, lo que significa que Clara está a salvo. No te preocupes más por eso.-
Eso era correcto, pero...
-Me temo que el castigo de Antonio para mí será bastante severo.-
Bueno, esto era lo que más le preocupaba ahora.
-¡Resultó ser por esto!- Lydia finalmente lo entendía, decía con mala actitud, -Mereces ser castigado por Antonio.-
-Mi querido primo será exiliado a la desierta Sudáfrica, creo que mi destino también es preocupante.-
Aquiles negaba con la cabeza y suspiraba de nuevo, como si el cielo se estuviera cayendo.
-Guillén se va de viaje de negocios, no digas que parece que no puede volver.-
Lydia lo miraba en blanco y continuaba, -Solo tienes que pedirle a Clara que interceda por ti, y creo que el presidente Antonio no te avergonzará demasiado.-
Al escuchar esto, Aquiles estaba inspirado, -Sí, ¿por qué olvidé que Clara también estaba aquí?-
Lydia ponía los ojos en blanco, ¿por qué Aquiles era tan estúpido?
En este momento, había un sonido en el pasillo, Aquiles y Lydia se miraban mutuamente, y luego corrían hacia el pasillo al mismo tiempo.
-¡Clara!-
-¡Clara!-
Al ver a Clara entrar por la puerta, los dos exclamaban al mismo tiempo.
Clara se sorprendía y sonreía, -¿Estáis tratando de asustarme hasta la muerte?-
-¡Clara!- Aquiles estaba emocionado, y se abalanzaba sobre ella con las manos abiertas.
Clara se hacía a un lado y él corría por nada.
-Clara.- Aquiles miraba a Clara con tristeza.
Clara sonreía con picardía, -Aquiles, ¿estás seguro de que quieres abrazarme?-
-Yo...- Aquiles sentía una mirada fría caer sobre él, lentamente levantaba la cabeza, veía a Antonio, y rápidamente explicaba con una sonrisa, -Antonio, no quiero abrazar a Clara, de verdad no quiero.-
Clara sonreía exageradamente a un lado, y Lydia lo regañaba con frialdad, -Cobarde.-
Luego, daba un paso adelante y abrazaba a Clara, -Gracias a Dios, finalmente regresas sana.-
-Lo siento, te hice preocuparte por mí.- Clara le daba unas palmaditas en la espalda suavemente, su pequeño rostro lleno de culpa.
Lydia la soltaba, con la crueldad en sus ojos, -Clara, no te preocupes, te vengaré y nunca perdonaré a Nidia y ellos.-
-Sí, yo también.- Repetía Aquiles, -Joder, ¿creen que Clara puede ser intimidada por ellos? Definitivamente les haré pagar un precio enorme.-
-Aquiles, Lydia.- Clara los miraba conmovida.
Se sentía satisfecha con ellos.
Y justo cuando Clara estaba conmovida y quería llorar, la voz fría de Antonio sonaba.
-Aquiles, preocúpate primero por ti mismo.-
Al escuchar esto, Aquiles se congelaba por un instante con la indignación en su rostro, y luego gemía, -Clara, tienes que salvarme.-
Estaba avergonzada cuando pensaba en eso.
-Está bien, acepto el castigo.- Ella lo aceptaba con calma, -Pero Aquiles no le castigará, él solo está implicado por mí.-
-¿Qué? ¿Quieres ser castigada por él?- Antonio arqueaba las cejas.
-Sí.- Ella era su cuñada, debería soportarlo por él.
El hombre sonreía significativamente, -Entonces estoy de acuerdo.-
Clara exhalaba un suspiro de alivio cuando él accedía a su pedido y sonreía muy feliz.
En este momento, todavía no sabía cuál sería el castigo y qué consecuencias le traería.
Clara quería comer comidas hechas por Antonio, así que Antonio le pedía que se sentara en el sofá y charlara con Lydia y Aquiles.
Él iba directamente a la cocina y comenzaba a preparar comidas.
Lydia miraba hacia la cocina y meneaba la cabeza al ver la ocupada figura, -El señor Antonio de la familia Díaz, el presidente del Grupo Nevada, sabe cocinar, nadie lo cree.-
-¿Estás sorprendida?- Preguntaba Clara.
-Por supuesto, no puedo imaginarlo.- Lydia sentía mucha emoción, luego se volvía para mirar a Aquiles, -Aquiles, ¿sabes cocinar?-
-¿Qué?- Aquiles la miraba con enojo, solo captando la expectativa en sus ojos, y una sonrisa maliciosa se extendía lentamente, -De repente me preguntas, ¿te casarás conmigo si puedo cocinar?-
Lydia se quedaba atónita por un momento, pero se recuperaba rápidamente, arrugando el rostro con disgusto, -Aquiles, ¿por qué eres tan narcisista? ¿Todas las chicas que te hacen esta pregunta quieren casarse contigo?-
-Por supuesto.- Respondía Aquiles sin ceremonias.
Lydia le ponía los ojos en blanco, -Lo siento, no estoy interesada.-
Aquiles enarcaba las cejas y no decía nada.
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