-¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí?-
A través de la puerta sonó la voz emocionada de Gustavo, Clara y Antonio miraron entre ellos y dijo, -Antonio, ve a verlo antes de que se produzca algún malentendido.-
Esto ocurrió porque, cuando Gustavo llegó con el médico a la puerta, vio a un hombre desconocido delante de ella, se asustó y pensó que le habría ocurrido algo malo a Clara. Por lo tanto, vino rápidamente.
Nada más acercarse a ese hombre, le empezó a interrogar.
José al verlo así, sabía que había un malentendido por parte del señor.
Empezó a darle explicaciones, -Señor, no tengo malas intenciones, solamente estoy...-
No pudo terminar de hablar debido a que la puerta se abrió, José giró la cabeza y vio a su jefe. En ese momento, Antonio era como un salvavidas para José. Y le dijo, -Presidente, ayúdame a explicar a ese hombre, que yo no soy una persona malvada, por favor.-
Antonio echó una mirada impotente a José y miró hacia Gustavo. Al mismo tiempo Gustavo también le estaba mirando y dudó, -¿Por qué es tan familiar el rostro de ese hombre?-
Luego se quedó muy sorprendido, ese hombre era, era...
Parecía que Antonio se había fijado en su reacción y le contestó tranquilamente, -Sí, soy la persona que pensabas, soy Antonio Díaz.-
-¡De verdad es él!- Gustavo se quedó muy sorprendido.
Ahora bien, además de la sorpresa, tenía muchísimas dudas, Gustavo estaba pensando, -¿Por qué él está aquí?-
Gustavo miró hacia la habitación y posteriormente a Antonio, le preguntó, -¿Has venido a ver a Carla?-
-Sí, he venido por ella.- Antonio le contestó con toda seguridad.
Gustavo no había dado ninguna respuesta respecto a eso, simplemente le miró sospechosamente.
A Gustavo ya le parecía raro que una empresa tan grande como el Grupo Nevada aceptara fácilmente la propuesta dada por una empresa tan pequeña como el Grupo González. Con el objetivo de tener una cooperación.
Entonces, al verlo ahora, enteró que aquí había gato encerrado.
Tras los análisis realizados por el médico, Clara no tenía nada más que la herida de la espalda.
Solo entonces, se calmó Antonio y dejó de preocuparse tanto por la salud de Clara.
Después de que se marchara el médico, el ambiente en la habitación era muy incómodo. Los tres se miraban entre ellos.
Clara fue quién rompió el hielo y presentó Antonio a Gustavo, -tío Gustavo, él es el presidente del Grupo Nevada, el cual es la persona que decidió cooperar con el Grupo González.-
Gustavo respondió, -Sí, ya lo sabía.-
Antonio era muy discreto, no aparecía mucho en los medios de comunicación, pero tampoco era una persona anónima. Por lo tanto, Clara pensó que su presentación era un poco absurda.
En seguida, ella miró hacia Antonio, dio un respiro profundo y dijo a Gustavo, -En realidad, él tiene otro papel en mi vida.-
-¿Qué papel?- Gustavo le miró fijamente con estos ojos llenos de sabiduría, que parecían poder leer la mente de otros.
-En realidad, él es mi marido.- Clara le respondió con un gran suspiro.
Gustavo se quedó paralizado y dijo, -¿Marido?-
-Sí, ya llevamos meses casados- dijo Carla.
La verdad era que aquí había gato encerrado. Ahora ya encontraba una explicación para la curiosa cooperación que existía entre los dos grupos.
Gustavo empezó a echar ojo a Antonio, le evalúa como si él fuera su yerno.
Sin duda, Antonio Díaz era una persona elegante, sobresaliente, tenía una apariencia física perfecta. A simple vista ya se podía deducir que era un hombre con gran futuro.
A pesar de la brillantez de Antonio, Clara tampoco era una chica inferior a él. Si no, se trataba de una pareja perfecta.
Porque entre hombres, se podrían entender con una simple mirada.
Desde luego, Antonio envió a José para que acompañara a Gustavo para ir a su casa, mientras que él se quedó con Clara.
Cecilia pensó que iba a ser una batalla fácil, sin embargo frustró totalmente.
Salió del edificio González acompañada por los seguratas, durante el camino de salida recibió multitudes de miradas de burla por parte de los trabajadores de dicha compañía.
-¡Soy una de los accionistas de la compañía, cómo os atrevéis a tratarme de esta manera, suéltame ya!- gritó Cecilia.
Mientras tanto, no paraba de intentar escaparse de los fuertes brazos de los seguratas.
No obstante, la diferencia entre sus fuerzas era abismal con la cual no pudo hacer nada.
Finalmente, le echaron del edificio y se cayó al suelo a causa del desequilibrio.
Ella nunca había sido humillada de esta manera, se enojó muchísimo e insultó a los seguratas, -Os despediré a todos cuando sea la presidenta de la empresa.-
Parecía una mujer loca que iba insultando por las calles y su perfil no tenía nada que ver con el de otros días.
-¿Presidenta tú? Jamás.- el segurata se burló de ella de malas maneras.
Hasta un segurata le hablaba de esta manera, Cecilia se cabreó cada vez más y dijo, -¿Qué tipo de actitud es esta? ¡Te voy a despedir, te despediré seguro!-
El segurata le miró y le ignoró. Volvió a su puesto de trabajo, ya que no valía la pena hacer caso a una persona loca.
Al ver esto, Cecilia se enfadó tanto que llegó hasta un momento en el que no podía ni hablar, tenía la cara roja y casi ni podía respirar.
Todo eso le hacía recordar los momentos anteriores en los que el trato recibido era totalmente diferente.
Ahora, solamente se podía definir a esto como un tigre que había perdido sus fuertes muelas para cazar, una reina que perdió su corona, en el que todo el mundo le podía echar una piedra encima.
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