Imelda se tocó la frente y dijo con un tono de sabiduría: "¿Qué sabes tú? Si nos metemos en peleas en la comisaría, la que no va a salir viva somos nosotras, no ella. Mejor esperamos a que salga del país; allá afuera hay mil maneras de encargarse de ella sin que nadie se entere."
Gustavo asintió con la cabeza: "Tu mamá tiene razón. Por ahora la sacamos de aquí y la mandamos fuera del país. Una vez que esté allá, ¿a quién le va a importar si vive o muere? Podemos hacer que desaparezca sin dejar rastro."
Violeta giró sus ojos hacia Rita y preguntó con curiosidad: "Tía, ¿cómo van las cosas con el Sr. Villar?"
Rita volvió a la realidad y respondió sin pensar mucho: "Todo bien."
Violeta frunció el ceño: "Mira que en esta familia, la que tiene buen temperamento eres tú. Si a Rolandito lo hubiera seducido esa zorra de Aitana, yo estaría llorando a mares y no descansaría hasta verla muerta."
Gustavo la reprendió con severidad: "Violeta, cállate."
Violeta soltó un resoplido y no dijo nada más.
El hijo menor de la familia Icaza que no había dicho nada hasta el momento, Lázaro Icaza, habló con pereza: "¿Ya terminaron? Si es así, me voy a mi cuarto."
Imelda pasó su mano con cariño por el cabello de su hijo: "Ve hijo, no dejes que nada interrumpa tus clases de mañana."
Lázaro se levantó esquivando la mano de Imelda de manera sutil y subió las escaleras.
...
Después de regresar a su habitación, Rita se sentía inquieta.
Esa desgraciada de Aitana todavía tenía algo con lo que chantajear a su hermano.
Para Rita, Aitana era como una espina en la garganta y al pensar que podría salir libre la llenaba de una furia incontenible. Aunque no pudiera hacerle nada en ese momento, no estaba dispuesta a quedarse de brazos cruzados.
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