El corazón de Señor Peréz romance Capítulo 319

Angelo se sentó al instante.

Sin embargo, era demasiado tarde, y lo único que vio Senda al entrar fue a los dos durmiendo juntos.

Todas las sospechas, después de ver a estos dos juntos, fueron completamente aplastadas.

No existían las conjeturas, todo se había expuesto claramente ante él.

Pero no había venido a verles demostrar su amor; llevaba tres días en coma y acababa de despertar hoy.

Al pensar en la salida de Mauren, pálida y temblorosa, no deseaba otra cosa que volver de la isla inmediatamente.

Sólo quería saber si ella seguía bien, y el bebé.

Cuando regresó y preguntó, se enteró de que estaba en el hospital.

-Hermano...- se levantó Angelo de la cama, todavía un poco agitado al verlo en ese momento.

Sin embargo, Mauren le agarró de repente la muñeca y la sacudió suavemente, -Senda y yo tenemos algo que hablar, ¿te parece bien que salgas un rato?-

-Ustedes ...- Angelo la miró y no respondió.

En cambio, Senda dijo con voz fría, -¡Dile que se vaya! ¡Largo de aquí!-

Fue Mauren quien dijo que quería hablar con él, así que escuchó lo que la mujer tenía qué decirse a sí misma.

Si ... se volviera ...

Angelo dudó, pero Mauren le sacudió la cabeza.

Angelo dudó, pero finalmente salió por la puerta y se unió al Mayo Serrano, que vigilaba en el otro extremo del pasillo.

Senda y Mauren iban a hablar, y fuera lo que fuera lo que se dijera, no debería ser algo sobre lo que preguntaran.

Dentro de la habitación, Senda se quedó mirando a la chica sentada en la cama del hospital.

Ella estaba pálida y parecía muy débil, y él no estaba mejor, con todo el cuerpo tan pálido como el papel.

-Tú ...-

-He decidido que no quiero el bebé, Senda, lo siento.- dijo Mauren con calma.

Senda se quedó helado, completamente incapaz de reaccionar, ¿qué quería decir con eso?

Acababa de despertarse y de volver, pero no esperaba que la primera conversación que tendría cuando se encontraran fuera ésta.

-El médico me dijo que estaba demasiado débil para tener un hijo en ese momento, así que simplemente le pedí que se deshiciera del bebé ...-

-¿Qué has dicho?- Los ojos de Senda se volvieron negros, y su alto cuerpo se agitó violentamente, de modo que pudo mantenerse en pie.

Se acercó rápidamente y le cogió la muñeca con una mano.

-¿Qué has dicho? Repite eso.-

-¡Tantas veces como tenga que decirlo! ¡El bebé ya no está ahí!Mira, ¿qué clase de aguja es esta? Una aguja antiinflamatoria, ¿ves?-

Ella arrojó la lista de inyecciones que había sido entregada con el frasco de suero en la mesita de noche frente a él.

-Inyecciones antiinflamatorias, ¿entendido? ¡No puede poner estas inyecciones cuando lleva un bebé! Puedo darlo ahora porque el bebé se ha ido.-

-¡Me has mentido! Me has mentido.-

¿Cómo puede ser tan despiadada? ¡Cómo pudo matar a su hijo con sus propias manos!

-Senda, ¡no quiero darte más espacio para la fantasía! He tenido el médico, toma el bebé ... ¡Bien!-

Un dolor punzante en su cuello hizo que su vulnerable nuca cayera en sus manos.

Los cinco dedos de Senda se tensaron y sus ojos se volvieron escarlatas.

¡Ja! ¿En qué estaba pensando cuando vino?

¿En qué estaba pensando cuando esta mujer dijo que tenía algo que decirle?

Incluso estaba pensando que si ella se echaba atrás ahora, y elegía volver con él ahora, ¡él! ¡Perdónala!

¿Cómo se atreve a pensar en perdonarla? ¡Después de que ella ya había matado a su hijo!

¡Senda, has vivido una vida que ha sido una vergüenza!

¡En qué hombre te has convertido para esta mujer!

Las pupilas parecían laxas, todo su ser, su aliento se desvanecía rápidamente.

Aquellos ojos, sus ojos preferidos, ya no tenían ningún atisbo de luz, y en sus comisuras caían dos lágrimas claras ......

De repente, Senda se deshizo de la chica que tenía en sus manos.

Era como una hoja que cae en el viento de otoño, deslizándose suavemente fuera de la cama, en deslizamiento lento hacia el borde de la misma.

Finalmente, cayó al suelo con un ruido sordo, sin reaccionar.

Pero su pecho seguía subiendo y bajando, la persona seguía respirando y sus ojos nublados se iluminaban lentamente.

Pensó que esta vez iba a morir de verdad, pero en lugar de eso, estaba viva.

El hombre estaba de pie justo frente a sus talones, mirándola desde arriba, viendo cómo se deslizaba de la cama y rodaba al suelo, sin ninguna intención de levantarla a medias.

Mauren, en este momento, ni siquiera tenía fuerzas para levantar un dedo.

Sólo un ojo, capaz de parpadear ligeramente, miraba al hombre que era todo frío.

-Je, - Senda rió de repente ligeramente, una risa ronca que tenía un aire de silencio mortal.

-¿Quieres vivir con ese hombre después de haber matado a mi hijo?-

Se agachó, sus largos dedos se posaron en su barbilla, las yemas de sus dedos apretaron su mandíbula con fuerza.

-Es un bonito pensamiento, pero tú, ¿has pedido mi opinión?-

Mauren no podía hablar, su garganta seguía ardiendo y dolorida, no había sido fácil sobrevivir, ahora, ¿estaban las fuerzas para decir algo?

-No crean que los dejaré ir tan fácilmente.-

En este momento, Senda, en lugar de estar tranquilo, estaba tan sombrío como la muerte.

Dejó caer la barbilla de Mauren como si hubiera desechado una basura sucia.

Levantándose, la miró, con una hostilidad hosca en sus ojos.

-Después de que termine de limpiar a esos cabrones de Isla Paraíso, los siguientes en irse al infierno seréis vosotros.-

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