El empresario del corazon roto romance Capítulo 66

[Quentin]

Me siento terriblemente culpable después de la noticia sobre Isabel, es como si un balde con agua fría me hubiese caído sobre el cuerpo y mi cuerpo aún no quiere reaccionar. Sé que tal vez no es para tanto y que esto sólo es una pequeñez para otras personas, pero para Isa es importante y si lo es para ella, lo es para mi.

He hecho la cita con el cirujano plástico lo mas pronto posible, ya que de luna de miel planeado llevarla en un crucero, donde ambos podamos estar solos y disfrutar del sol y del mar, por lo que su cicatriz debe disminuirse antes de que eso suceda, porque quiero que se sienta cómoda.

Por lo mientras, hoy es la pedida de mano en casa de sus padres y aunque Isabel ya me dijo que si y ellos parecen estar de acuerdo, admito que me siento muy nervioso porque literal tengo años que no hago esto y si puedo ser honesto jamás pensé que lo volvería hacer.

Me encuentro en la sala del piso, formalmente vestido viendo el reloj de pulsera mientras la pequeña Lea está sentada sobre el sofá leyendo otro de sus numerosos libros. Vestida con un vestido color azul que ella misma escogió, Isabel le arregló el cabello de una forma tan hermosa que la hace ver increíble y al parecer a ella le gusta.

—¿Por qué tarda tanto? – Pregunto en alto.

—Tranquilo Tío, si estás así el día de la pedida de mano, imagínate el día de la boda.— Habla y volteo a verla.

—No te conocía tan… Expresiva.— Le digo y ella se ríe.

—Creo que todos tenemos algún día que expresar algo.— Y con esa respuesta me recuerda mucho a mi hermana.

Le sonrío, pero ya no le contesto porque Isabel sale por la puerta con un hermoso vestido rojo entubado que se amolda perfectamente a su figura. Esta vez, trae el cabello arreglado, peinado alto, el nudo argelino sobre el cuello y una hermosa sonrisa.

—¿Te gusta? – Pregunta.

—¡Guau! Te ves hermosa.— Le digo y me acerco a ella, para tomarla de la cintura y darle un beso.

Ella me sonríe y me quita con el dedo parte del lipstick que se ha quedaron sobre mis labios. La veo a los ojos estos brillan, jamás han dejado de hacerlo, pero hoy en especial lo hacen más que nunca, su delicioso aroma invade mis sentidos y me hace desearla aún más de lo que ya lo hago.

—Gracias por el bastón nuevo, creo que es mi favorito, pero no necesito tantos, con los tres que tengo ya son más que suficientes.

—Entonces ¿Qué hago con los nuevos que llegarán mañana?

—¡Es en serio! – Pregunta sorprendida.

—No, es broma, pero si debes tener mas… te soy honesto, te ves sexy con el bastón, sabes hasta lucirlo, es un accesorio muy elegante en ti.

—Gracias.— Dice ella coqueta.

Tomo su rostro con mis manos y le doy un beso sobre la frente.— Mi perfecto corazón, amo la forma en como te repones de las adversidades, tengo mucho que aprender de ti.

—Y yo de ti.— Me besa —¿nos vamos? – Pregunta.

—Sí, vamos, que tengo un lugar al debemos pasar antes de ir a casa de tus padres.

Isabel comienza a caminar hacia la entrada mientras Lea se levanta del sofá y al ver la le sonríe.— Te ves hermosa Lea, como siempre.

—¿Crees? – Pregunta insegura.

—Claro que sí, eres una niña muy hermosa, muy pero muy bella.— Le repite y después como puede le da un beso sobre el cabello.

—Gracias.— Responde feliz.

—De nada… Ahora vámonos que Thomas ya te está esperando para conocerte.

Lea, toma de la mano a Isabel y ambas van hacia la puerta para salir del lugar. Debo admitir que me invade una gran ternura al ver cómo mi sobrina a aceptado tan bien a Isabel. La verdad pensé que los prejuicios de mi hermana y las malas intenciones de su padre la habían influenciado, pero Lea era muy diferente y que estar al lado de Isabel le está haciendo mucho bien, lo que me tranquiliza por completo ya que no me tenía que ver en la necesidad de escoger entre mi sobrina o la mujer de mi vida.

Nos subimos a la camioneta y el chofer de inmediato nos lleva al lugar que previamente le había dicho, estoy emocionado ya que es una sorpresa que Isabel no se espera en absoluto y que sé hará que su ánimo suba un poco más.

Esta vez no hay preguntas para averiguar dónde vamos ella, ahora un poco más adaptada a este estilo de vida, va platicando con Lea mientras ella le cuenta del libro que está leyendo una novela gráfica de Mujercitas que ella le regaló hace dos días atrás. Confieso que extraño los momentos cuando Isabel me decía sus tres preguntas para adivinar dónde íbamos, pero parece que ahora su atención esta con la pequeña Lea.

—¡Llegamos!— Le digo feliz mientras le hago a Lea una señal y ella le pone con cuidado la venda sobre los ojos.

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