El empresario del corazon roto romance Capítulo 67

[Isabel]

No puedo dejar de admirar el hombre que es Quentin. Cuando pienso que ya lo tengo todo completamente bien estudiado y analizado, él sale con otra sorpresa y otra y otra más hasta que ya no sé qué decir, las palabras se terminan y sólo puedo expresarlo a besos y abrazos.

Ahora él, no sólo me regresó las recetas de mi hermana, me dio otro lugar para que pudiera continuar mi pequeño negocio que juro se me hace nada comparado con lo que él maneja, pero insisto en mantenerme ocupada de alguna u otra forma, aunque para ser honesta, Lea es la que más ocupada me tiene.

Esta pequeña de gran inteligencia, está pasando por tantos ajustes que es imposible no dejar de prestarle atención, sobre todo porque debe adaptarse a una nueva rutina, país y ciudad y sobre todo a compañeros de escuela ya que Lea no irá al internado que se tenía planeado y se quedará con nosotros bajo tutela de Quentin, ya que la familia de Vincent ha decidido que era lo mejor para la niña.

Lea, pasa todo el día por ahora en la casa, está en lecciones con un tutor privado que la está “nivelando” en algunas materias para que pueda entrar en el grupo correspondiente y no se atrase de semestre. Aunque si soy honesta, creo que la niña está demasiado adelantada al grupo donde entrará y no sé si eso le cause problemas.

Ella es extremadamente inteligente y pensante, lee mucho, todo el tiempo y a veces cuando quiere expresar algo lo hace de tan forma que nos deja a ambos con la boca abierta. Sin embargo, por dentro sigue teniendo nueve años, sigue necesitando que se le abrace, se le mime y eso es lo que Quentin y yo tratamos de hacer todos los días para que ella no se sienta tan sola.

Ultimamente, mientras mi prometido está en la oficina, dejando todo listo para antes de la boda y la luna de miel, paso mucho tiempo con la niña en la casa después de sus tutorías conviviendo con ella y tratando de armar ese lazo que se ha dado entre las dos ya que en unos meses seré oficialmente la esposa de su tío y de alguna manera u otra seré su “tía” aunque tampoco es algo que tenga que decirme por obligación.

Sé lo que es ser tía, lo soy desde hace tiempo atrás con el nacimiento de Thomas, y nuestra relación es preciosa porque es hijo de mi hermana, pero con Lea, es distinto, porque ella sí logró convivir con su madre, Jaqueline, y puede que eso le impida muchas cosas con respecto a nuestra relación.

Así que hoy, aprovechando que tengo que probar nuevas recetas de galletas que he sacado de internet le pediré a Lea que me ayude para que empecemos a hacer cosas juntas y así seguir fortaleciendo el lazo Lea-Isabel.

—¿Lista? — Le pregunto a la niña que sale de su habitación con un libro y lo pone sobre la mesa de la sala.

—La verdad Isabel es que yo no sé hornear.— Me comenta insegura mientras se acerca a mi y se sube a uno de los bancos altos que dan a la barra de la cocina.

—Primero para hornear señorita, se necesita un mandil y yo te tengo uno.

Camino lento hacia la mesa de la entrada donde siempre ponemos las cosas como las llaves y el correo postal y tomo una bolsa de papel de esas que dan en la tienda y se la llevo.

—¿Qué es? — Pregunta.

—Es un regalo, para ti. Lo vi ayer que fui a ver algo del restaurante y pensé, ¿por qué no?—Lea abre la bolsa y saca un mandil con un plato que en medio dice su nombre y a lado un tenedor y un cuchillo, ella sonríe.— Sé que tal vez es un poco inmaduro para una niña tan madura como tú, pero creo que es…

—Me gusta, está bonito, gracias Isabel.— Responde Lea y lo saca por completo para ponérselo.

Con cuidado le ayudo y luego tomo una banda elástica para cabello y comienzo a trenzarlo.—Segundo debemos peinar el cabello para que no quede en la comida. Tercero, debemos lavarnos las manos para comenzar.

—Y ¿qué se supone que haremos?— Me pregunta mientras le ayudo a lavarse las manos.

—Galletas… ¿te gustan? — Pregunto.

—Sí.

—Vale, entonces haremos de chocolate y vainilla y los pondremos en este jarrón que dice “cookies” que tu tío tiene aquí pero que prácticamente lo tiene de decoración.

Lea se ríe con el rostro que le hago y nos ponemos manos a la obra a hacer las galletas.

Primero ella tímida sigue mis instrucciones como si estuviera en una clase de taller o una clase más de las que solía tomar después de la escuela sin embargo, se va soltando poco a poco hasta que puedo lograr que se relaje y deje de tomar esto como un tipo de instrucción y lo vea como diversión. Que lo vea como una niña de su edad debería hacerlo.

—¿Así? — Me pregunta, mientras me enseña una de las bolitas de masa.

—Perfecto, la primera ronda de galletas saldrá en unos minutos.— Aviso.

Me agacho para sacarlas del horno y pongo la charola sobre la tabla de madera.

—Huelen rico.— Dice feliz y en eso estira la mano para tomar una.

—¡No!— Le grito de advertencia y ella se quema el dedo y comienza a agitarlo un poco desesperada.

—Perdón, perdón, arruiné todo ¿no es cierto?— Dice y yo cojeo hacia el congelador tomo un hielo, lo pongo en una servilleta de tela y tomo su dedo.

—No, no lo hiciste mal, simplemente te grité para que no te quemaras chiquita, es todo.—Lo siento, ya no te gritaré.

Con cuidado paso el hielo por su dedo mientras ambas observamos la marca roja que tiene sobre éste. Empiezo a hacer círculos sobre él y Lea sonríe.

—Vas a ser buena mamá Isabel.— Me dice y yo la miro a los ojos.

—¿Buena mamá? ¿Eso crees?

Lea asiente con la cabeza mientras sigue viendo el hielo derretirse sobre su dedo. Cuando termino de hacerlo le doy un beso en él. Ella sonríe.

—Es el toque mágico para que ya no te vuelve a pasar.— Comento—¿Mejor?

—Mejor, gracias.

Voy hacia el lava trastes y dejo el hielo que sobra.

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