El empresario del corazon roto romance Capítulo 69

[Isabel]

Jamás pensé que me casaría, lo deseaba, sí, pero debido a todo lo que pasé llegué a la conclusión que las bodas no eran lo mío y que siempre sería la dama de honor más que la novia o la tía cool y no la esposa de alguien o madre.

Siempre pensé que el amor era eso que las películas de chicas te pintaban, los típicos caminos cruzados o las situaciones donde con una mirada o en medio de un accidente el chico conoce a su chica perfecta y en dos por tres se casan haciendo a todos suspirar y desear un amor así incluyéndome a mi.

Yo, no creía en el amor a primera vista, ni en el destino, ni en las circunstancias y ahora me río sola frente al espejo mientras la maquillista le da los últimos retoques a mis labios rojos, ya que estoy a punto de casarme con el amor de mi vida; ese hombre que contestó un mensaje dando así inicio a la historia de amor que nos trajo hasta este punto, uno que sigo sin poder creer.

—¿Te gusta? – Me pregunta ella.

Reviso que todo esté perfecto y sonrío.— No se ve muy cargado ¿cierto?

—No, se ve natural, como si tus labios tuvieran este color rojo.— Me comenta.— Te queda sumamente elegante.

—Justo así me quería ver, elegante.— Respondo.

—Pues parece que lo logré.— Comenta y ambas nos reímos.

Ella le da los últimos toques al peinado y se aleja admirándolo.— Perfecto.

—Muchas gracias.— Le agradezco mientras me levanto y camino hacia el espejo de cuerpo completo y admiro el hermoso trabajo que ha hecho .

Escucho que tocan la puerta.— Adelante.— Digo y momentos después entran Lea y mi madre. La niña al verme me sonríe y sea acerca corriendo hacia mí.

—¡Guau!— Expresa feliz.— Te ves muy bonita.

—Gracias, me siento bonita, tú te ves preciosa, a ver date la vuelta para ver tu conjunto.

Lea lo hace y con mucha gracias da vueltas sobre su eje para mostrarme el hermoso conjunto de pantalón y blusa que escogió para este día.

—Me gusta el color.— Habla.

—A mí también pequeña, te ves hermosa.— Finalizo mientras acaricio su rostro.

Mi madre se acerca a mí y me da un abrazo.— Este es uno de los días más felices de toda mi vida.— Expresa con ternura.

—Este es el día más feliz de la mía.— Contesto.

—Hasta ahora.— Murmura ella.

—Jamás pensé que me casaría así.— Comento emocionada.

—Yo sí, porque eres tan buena persona e hija que debe ser así, te lo mereces.

Mi madre comienza a llorar emocionada y yo sé el por qué, el recuerdo de mi hermana está aquí, presente entre las dos.

—No llores mamá.— Murmuro.— Porque quiero llorar por igual.

—Lo siento, sólo que me hubiese gustado que ella estuviera aquí.

—A mí también, pero aunque no esté físicamente está en nuestro corazón, así que es como si estuviera aquí.

Nos abrazamos juntas mientras que uno de los fotógrafos que Quentin ha contratado para nuestra boda captura el momento dejándolo así para siempre.

—Basta, dejemos de llorar, mejor Lea ayúdame con el vestido de Isabel ¿sí?

—Sí.— Responde la niña alegre y va junto con mi madre al armario donde se encuentra colgado el hermoso vestido.

Para esta ocasión escogí un vestido de lazo con tirantes, descubierto de la espalda y de tela ligera, perfecto para una ceremonia en la playa. Quise este vestido no sólo por lo hermoso que es, si no porque me permitirá caminar con más facilidad sin el bastón, ya que pretendo hacerlo hacia el altar de esa forma para darla la sorpresa a Quentin. Lea y yo hemos estado practicando en nuestros ratos a solas y tenemos toda una estrategia en el caso de que algo falle. Los zapatos que llevaré hoy son bastante cómodos y sé que no habrá problema alguno.

Con mucho cuidado mi madre y Lea me ayudan a vestir y cuando me suben el cierre del vestido la emoción me embarga al verme de frente con él en el espejo.

—Dios, me veo… hermosa.— Murmuro y por fin entiendo todas esas veces que Quentin me lo dice.

—Eres hermosa, el vestido sólo lo reafirma.— Agrega mi madre.

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