El empresario del corazon roto romance Capítulo 68

[Quentin]

(Una noche antes de la boda)

—¡Lea! Allez, allez! Que se nos hace tarde.—Le hablo a mi sobrina que se encuentra justo en su cuarto arreglándose.

—J’y vais! (Ya voy) – Escucho que me contesta.

Camino como si fuera un león enjaulado por toda la sala mientras ella no sale. Por motivos de tradición de sus padres, Isabel tuvo que irse a dormir a otra habitación de este hotel que hemos escogido como escenario de nuestra boda, uno que se encuentra justo en Marbella, lugar del que Isabel se enamoró a primera vista tan solo vio las fotografías del lugar. Así que ahora me encuentro solo con Lea, quien mañana después de la boda, viajará junto con los padres de Isabel que nos harán el favor de ver por ella mientras nosotros disfrutamos de nuestra luna de miel.

—¡Léa! – Grito.

—Aquí estoy.— Dice la niña que de pronto se aparece con un hermoso vestido azul marino que seguro fue escogido entre ella e Isabel y con un hermoso adornado de una flor en el cabello.

—¿Te gusta? – Pregunta.

—Te ves, hermosa ¡Ven acá!— Le digo y la niña corre hacia mi y me da un abrazo— Eres la niña más bella de todas.

—¿Tú crees?

—¡Claro que sí! – Le digo emocionado mientras la cargo entre mis brazos. Todavía no puedo creer que Lea, hija de mi hermana, ahora sea como mi hija y que si todo sale bien será oficial en algunos días. Tenía la idea de que jamás volvería a ser padre, pero al parecer, no es así.

—Tú también te ves guapo, tío. — Murmuró.

—Gracias, es porque soy feliz… ¿Tú eres feliz?

La niña asintió con la cabeza. — Mucho.

—Entonces, ya somos dos ¿nos vamos? Que Isabel nos está esperando en su habitación y los invitados abajo en el salón.

Bajo a Lea que inmediatamente se arregla el vestido y después camina tomada de mi mano hasta la puerta de la habitación, la cual dejamos en un momento para dirigirnos a la de Isabel que se encuentra un nivel abajo. Salimos del elevador y en silencio vamos hacia la puerta, la cuál tocamos en seguida para que la bella Isabel, vestida con un hermoso vestido blanco entubado de corte largo con los hombros descubiertos y el hermoso dije que le regalé, nos abriera con una sonrisa en los labios.

—¡Guau! – Exclama Lea.

—¿Te gusta? Es el que tu escogiste ¿recuerdas?

—Claro que sí, te ves hermosa.— Le dice e Isabel sonríe.

Ella me voltea a ver—¿Qué te parece? – Y con cuidado se da la vuelta mientras me presume no sólo el vestido si no el hermoso peinado alto que se hizo.

—Sin palabras mi amor, te ves verdaderamente bella.

—Gracias.

Isabel se voltea con cuidado, toma el bastón plateado que ha escogido para la noche y luego cierra la puerta detrás.

—Vamos, que los invitados están esperando.

Entrelazo mi brazo con el de ella y los tres comenzamos a caminar al paso de Isabel que cada día es un poco más rápido. Sé, que el que cojee no se va a quitar, pero al menos me da alegría que ella acepte y domine más rápido el bastón que por cierto ya tiene una muy buena colección y un lugar en el nuevo armario de la casa donde nos mudaremos regresando.

Bajamos en el elevador y al llegar al lobby Lea corre hacia el salón para ver si Thomas ya está ahí y poder jugar con él como lo han hecho desde que se conocen. Antes de entrar tomo a Isabel de la cintura, la veo frente a frente y la beso.

—Te amo Isabel, no puedo creer que ambos hayamos llegado a este momento.

—Ni yo.— Contesta entre risas.— Cuando te vi ese día en la boquera jamás pensé que me casaría contigo, pensé, que sólo seríamos amigos de móvil o algo así y ahora..

—Nos casaremos.— Complemento.

—Nos casaremos, me casaré contigo, el mejor hombre del mundo.— Recita y acaricia mi rostro en el lugar donde siempre lo hace.

—¿Entramos?

—Entramos.

Abro la puerta del salón y al entrar todos los invitados nos aplauden felices de vernos. El hermoso salón se devela ante nuestros ojos decorado de la manera más sencilla, pero a la vez elegante, con flores por todo el lugar, unas hermosas mesas con manteles blancos, candelabros encendidos colgando del techo y velas dándole un toque romántico al lugar.

Isabel sonríe feliz mientras camina entre los invitados que han venido a acompañarnos aquí. Cuando ve a su familia ellos vienen hacia ella y en un abrazo nos felicitan a los dos.

—Que les ha quedado hermoso.— Dice su madre mientras la ve.— Quentin, te haz lucido.

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