El hijo del italiano romance Capítulo 2

Cuando le informaron que la joven se encontraba en perfecto estado y que había sido trasladada a una de las habitaciones de la clínica, no lo pensó demasiado y fue hasta ella, decidido a encararla.

Que no creyese que lo iba a engañar, no señor, él ya estaba curado de eso y no tenía la mínima intención de saberse burlado una vez más.

Grecia se tensó contra el respaldo de la camilla cuando lo miró, allí, de píe, bajo el marco de la puerta… observándola como si fuese a comérsela de un solo bocado. Carajo, era tan pequeña y delicada, ¿cómo es que una mujercita así podía ser una trepadora… una cualquiera?

La joven seguía observándolo silenciosa, con esos ojos marrones atormentados, asustados incluso.

— Hola — musitó bajito, fue la primera en hablar al notar su mutismo.

En realidad, se había quedado perplejo, esa mujer era capaz de hipnotizar al mundo entero. Pasó saliva, dando un paso al frente, inseguro de sí mismo, ¿qué le pasaba? ¿Desde cuándo una mujer de su calaña lo desconcertaba al punto de paralizarlo?

Maldijo para sus adentro.

Luca entró en seguida detrás de él, ojeándolo con reprobación, pues le había advertido que no podía entrar allí y acosar a su nueva paciente.

— Hola, Grecia — le sonrió con amabilidad — una enfermera ha encontrado tu identificación en uno tus bolsillos, es ese tu nombre… ¿verdad?

«Grecia», repasó Emilio en su mente, ¿por qué diablos no le había dicho eso a él?

— Si — respondió tímida, sabiéndose observada por ese hombre.

— Bien, Grecia, yo soy el doctor Valente pero tú puedes decirme Luca, ¿te parece?

— Luca — mencionó, acordando.

Emilio volteó ojos, hirviendo dentro de sí mismo, ¿qué carajos había sido eso?

— Escucha, Grecia, te haré una valoración para descartar cualquier anomalía, y si no encontramos nada, podrás ir a casa y chequearte luego con tu ginecólogo de confianza, ¿quieres que la clínica lo llame?

— No, no… — negó en seguida —, creo que solo quiero ir a casa, ¿puedo… puedo solo irme?

Ir hasta roma había sido un error, lo supo en el instante en el que ese hombre, el padre de su hijo, la miró como un pequeño corderito sucio.

¿Qué podría esperar para su hijo…?

Ya vería como resolvía su vida.

— En ese caso, no puedo retenerte, pero te aconsejo que visites a tu médico tan pronto puedas.

Ella no tenía un médico, al menos no uno de confianza, pues desde que se enteró de su embarazo solo había podido chequearse una sola vez.

— Gracias — forzó una sonrisa e intentó incorporarse, en seguida, Emilio la tomó por el codo y la devoró con un solo vistazo.

— ¡Tú de aquí no te mueves! — gruñó, sintiendo como todo su ser latía por ese simple contacto.

— Emilio… — mencionó su amigo, con advertencia.

El aludido relajó los hombros y respiró profundo; necesitaba contenerse a sí mismo o perdería la compostura.

— Tenemos que hablar — dijo, no, exigió.

Esa mujer había llegado aquí a inventarle un hijo y ahora pretendía irse así como llegó, no iba a permitirlo, además de que tenía cuenta que saldar con él.

— Si estás en condiciones para hablar, adelante, de lo contrario nadie te obligará — le dijo Luca, haciéndola sentir un poco más segura en presencia de ese hombre.

Emilio negó con la cabeza, ¡no podía creerlo… su amigo a favor de la bruja esa! ¡Pero qué barbaridad!

— Estoy bien — aseguró, pero mentía, no lo estaba, no si ese hombre era toda una amenaza hirviendo dentro de ese maravilloso cuerpo fornido.

— Ya la escuchaste — miró a su amigo sin un soplo de culpabilidad — ¿nos dejas solos ahora o aparte de doctor también eres niñera?

Luca asintió sereno antes de dejarles.

En cuanto quedaron nuevamente solos, no supo por dónde empezar, pero que más fácil que hacerlo por el principio.

Se aflojó el nudo de su corbata y se arremangó la camisa hasta los codos.

— ¿De quién es ese hijo? — preguntó en seguida, sin titubeos ni tapujos.

— Mío — respondió ella, tranquila, con firmeza.

Emilio sonrió irónico, por supuesto que era suyo, pero podría ser de él también.

— No me tomes por idiota, sabes perfectamente a lo que me refiero.

2. Bruja descarada 1

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