La multitud que estaba causando problemas hacía un momento, se esfumaron enseguida.
Laura seguía siendo abrazada fuertemente por Oscar y aún le costaba un poco volver en sí. Aunque su corazón era fuerte, lo que acababa de pasar la asustó.
Laura no entendía cómo las cosas habían llegado a este punto.
-Ya, ya. No tengas miedo, ya pasó todo. Ya se han ido todos.-
Oscar directamente se inclinó para coger a Laura en brazos, a la vez que consolaba amablemente a esta mujercita que obviamente se había asustado.
-No tengas miedo, los que te acosaban se han ido. Investigaré este asunto.-
-Vale.- asintió suavemente.
El cuerpo de Laura temblaba incontrolablemente, se abrazó al cuello de Oscar con fuerza y todo su cuerpo estaba acurrucado en sus brazos.
-Oscar, solo que no entiendo cómo las cosas han llegado a este punto.-
Si solo la tipografía tenía problemas, por qué había tanta gente que cuestionaba su contenido. Además, ya les había dado el informe, por qué seguían sin creerla.
Pronto, los dos llegaron al garaje subterráneo.
El conductor miró cautelosamente a Oscar a través del retrovisor. Al principio quería preguntar por la situación de la señora Laura, pero al ver el rostro sombrío de Oscar y la cara tan larga que tenía, no se atrevió a decir nada. Agarró el volante y condujo hacia delante.
Media hora más tarde, entró a la mansión Rasgado, esta vez por la puerta principal.
Durante el camino, Laura no dijo una palabra, solo se apoyó en el hombro de Oscar en silencio.
Cuando llegaron, Oscar bajó primero del coche y cogió con cuidado a Laura en brazos, como si estuviera cogiendo un tesoro.
En el salón de la familia Rasgado, Iker tenía la cara apoyada en sus manos, viendo a Emma preparar la comida de esta noche. Cuando vio a Oscar y Laura regresar, saltó de la silla y corrió hacia ellos rápidamente.
-Papi, mami, habéis vuelto. ¿Qué te pasa, mami? ¿Por qué papi te está cogiendo en brazos? ¿Te sientes mal?-
Laura empujó a Oscar y le hizo un gesto para que la bajara. Después de pisar firme el suelo, acarició el suave cabello de Iker como si nada y dijo, -Iker, mamá está muy cansada del trabajo hoy, así que me gustaría darme una ducha primero. ¿Puedes jugar tú solo un rato?-
-Sí.-
Iker asintió obedientemente, sabía que mami le estaba ocultando algo, pero no preguntó tampoco y vio a Oscar y Laura subir las escaleras.
En el dormitorio, Laura se quitó el abrigo que le cubría el cabello y se miró en el espejo, estaba hecha un desastre. Todavía colgaban de su cabello los huevos pegajosos y no pudo evitar reír con amargura.
No esperaba que le pasaría esto algún día.
Laura cerró los ojos y se quedó debajo de la ducha, dejando que el agua fría cayera desde su cabeza.
¿Dónde se había equivocado? ¿Cómo pasó a ser así?
Pasó por la cabeza de Laura todo lo que había sucedido esta tarde. Finalmente, las imágenes de su mente se fijaron en unas personas que no paraban de provocar las emociones del público.
¿Quién estaba detrás de todo esto?
El hombre de cabello amarillo miró al hombre de negro que estaba enfrente de él con fiereza, pensaba que la otra persona no se atrevería a hacerles nada de verdad.
-Solo somos lectores normales, no hay nada más que decir. Además, realmente no esperábamos que, por defender nuestros derechos, seríamos traídos aquí y privados de nuestra libertad. Si este asunto se revelase, supongo que ya nadie se atrevería a comprar vuestras revistas.-
Tan pronto como el rubio habló, el pelirrojo que estaba a su lado dijo también, -Eso, si yo fuera tú, nos soltaría y nos daría una gran cantidad de dinero, como recompensa por el daño psicológico que nos habéis provocado y estaría zanjado el asunto del secuestro. De lo contrario, de ahora en adelante, ¡no penséis vender jamás otra revista!-
El hombre grande de negro se burló, antes de que pudiera decir nada, se abrió la puerta del sótano.
Oscar estaba vestido con una camisa y unos pantalones de traje, entró desde el exterior con calma, tenía una expresión muy seria.
Varios hombres grandes vestidos de negro volvieron la cabeza al escuchar el ruido, y cuando vieron a Oscar, inmediatamente bajaron la cabeza respetuosamente y se inclinaron ante el hombre.
-Jefe Oscar, ha venido.-
Oscar asintió levemente, en el sótano de luces tenues, no se veía ninguna expresión en la cara del hombre.
-¿Cómo va el interrogatorio? ¿Han dicho algo?-
Varios hombres grandes vestidos de negro se miraron mutuamente, de repente se sintieron un poco avergonzados.
Entre ellos, el hombre líder dio un paso adelante, miró a Oscar con cara de culpa y dijo, -Lo siento, jefe, es nuestra culpa. Aún no les hemos sacado nada, danos un poco más de tiempo, seguro que podemos averiguarlo.-
-No hace falta.- Oscar se sentó en la silla de enfrente, mirando fríamente a esas personas que no se atrevieron a seguir gritando, -Yo mismo les preguntaré.-
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