El hombre con la máscara de zorro romance Capítulo 93

- ¿Por qué no me has llamado? ¿Volverías a ser tan impaciente?- le preguntó con tono amenazador, mientras que Laura se mordió los labios y no respondió.

Oscar frunció el ceño ligeramente, le ordenó, -¡Contesta!-.

-¡No!- Se comprometió. Pensando en lo que acababa de experimentar, aún sentía miedo, -¡Es que no te vi y pensé que te habías ido!-

En un movimiento rápido, la obligó a callarse besándola y la cogió por la cintura.

-¡Ah!- gritó ella.

La llevó directamente a su coche, -Chica desobediente. Vale, la próxima vez no te obligaré a vestirte así-

Él también pensó que era peligroso que se vistiera ella de esta manera y que sería un desastre si se encontrara con un viejo verde. Cuando la puso en el asiento de copiloto, Laura bajó la cabeza tímidamente. Él se comportó realmente prepotente, pero ella se sentía cálida por dentro, “Menos mal ha venido él a ayudarme, de lo contrario sería un desastre.”

La colocó en el asiento, la ayudó a ponerse el cinturón de seguridad y luego se inclinó hacia ella y la besó de manera profunda, arrebatadora y apasionada. Concentró todos los sentimientos en este beso: el amor, las disculpas, el afecto, la piedad, el compromiso...

Laura casi se asfixió con el beso.

Después de largo, él levantó la vista y miró a ella. Sus ojos brillaban por el deseo ardiente.

Viendo sus largas pestañas con el rabo ligeramente erguido y su mirada con gran deseo, él se sintió sumamente satisfactorio...

Un pequeño helicóptero aterrizó en una isla privada situada en Miami. En la isla había un campo de unos cientos de metros cuadrados. Lo había construido para aparcar el helicóptero.

Era un edificio blanco, una villa con característica individual. La puerta de la villa se abrió automáticamente y el avión aterrizó lentamente en la pista.

En la mansión, un grupo de guardaespaldas vestidos de negro salieron por la puerta respetuosamente. Se apartaron en dos filas con un acuerdo tácito, y en el centro salió un hombre vestido de ropa casual blanca. Su vestimenta blanca le hacía aún más guapo y apuesto. El hombre tenía un rostro carismático y mantenía una sonrisa en las comisuras. Cuando vio llegar el helicóptero, un destello de alegría brilló en sus ojos.

La gran aspa del helicóptero dejaba de girar lentamente al apagar el motor. El viento disminuyendo gradualmente su potencia.

Abrió la puerta del helicóptero. Oscar, vestido con un cortavientos negro, dio un paso con las piernas largas y rectas, salió de la cabina. Al ver el hombre vestido de blanco y curvó las comisuras, -¡Cuánto tiempo sin vernos! ¡Richard!-

-¡Bienvenido, jefe Oscar!- los guardaespaldas dijeron todos a una voz.

Richard Montiel sonrió y se acercó con grandes zancadas. Echó un vistazo inadvertidamente a la multitud, dijo medio en broma, -He oído que has perdido tu trabajo, ¿es verdad?-

-Algo sí- Sin embargo, la mirada de Oscar seguía siendo arrogante, -¿No eres tú el que más se alegra de que esté en paro?-

-¡Es cierto!- Los ojos finos de Richard brillaban con astucia y su mirada era penetrante, -Jefe Oscar, ¿cuánto tiempo te vas a quedar aquí?-

-Tres días- Oscar sonrió.

Los ojos de Richard se entrecerraron. Sus ojos profundos ocultaban un destello de intriga.

***

Oscar dijo que iba al extranjero y por eso Laura tendría que vivir sola en el apartamento. Antes de marcharse, le pidió a su chófer que llevara a Andrés Rasgado a casa todos los días. Así pasaron dos días, y los dos estaban contentos y felices.

Laura le dio a Andrés todo el amor maternal posible, con el fin de compensarle todo lo que le faltaba. Sabía que los últimos cinco años le debía demasiado a su hijo y que no era posible compensarle de una vez por todas, pero no pudo evitar mimarle.

Todas las noches le leía un cuento a su hijo. Cuando el niño entró en el sueño, le ayudó a taparse y luego ella se fue a descansar. En este momento, tanto la madre como el hijo tenían una sonrisa en la cara. Si les observaban de cerca, notarían que se parecían mucho.

Iker Abasto vivía en la escuela, por eso solo tuvo a Andrés de cerca. En la noche siempre pensaba en Iker y se sentía algo sola y preocupada. Deseaba que él estuviera también cerca.

Laura tuvo una cita con Teresa Carballo en el mediodía del jueves.

Se suponía que Laura iba a trabajar este día, pero Tomás Carballo le dijo de repente que no podía dejarla trabajar en el restaurante, porque Oscar le había amenazado con hacerle quebrar. Por lo tanto, Tomás no tuvo el valor de seguir teniéndola como empleada.

-Laura, ¿por qué dejaste el trabajo en el restaurante? ¿Mi hermano no te trata bien?- preguntó Teresa nada más sentarse.

-¡No, no es por eso!- Laura se sintió un poco apurada, -¡Es que soy yo quien no quiere ir a trabajar!-

Cuando estaba dudando cómo contarle a Teresa lo de Andrés, oyó a ella preguntar bruscamente -¿Qué te ha pasado?-

-Teresa, mi hijo...-

-¿Qué pasa con Iker?- Teresa estaba un poco nerviosa.

-¡No me refiero a Iker!- Laura sonrió, -¡Me refiero al mi hijo propio, el niño que di a luz hace cinco años!-

-¿Qué?- Teresa estaba confundida.

-¡Lo he encontrado!- Sonrió satisfecha, -¡He encontrado a mi hijo propio!-.

-¿De verdad?- estaba tan emocionada que casi saltó. Gritó alegremente, -¿Dónde está? ¿Dónde está? Quiero verlo. ¿De verdad has encontrado a tu hijo? ¡Es genial!-

-¡Teresa, tranquilízate!- Laura se sintió un poco avergonzada al ver que todos los presentes en el restaurante las miraban.

Al darse cuenta de que mucha gente estaba mirando hacia su dirección, la mujer alborotada se sacó la lengua y bajó la voz, -¿Dónde está? ¿Se parece a ti?-

Laura negó con la cabeza, -No se parece mucho a mí. Es muy tímido, muy lindo, ¡tan lindo como Iker!-

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