Tardo varios segundos en procesar el sentido de sus palabras, rato durante el cual permanezco quieta, con los ojos fijos en el espejo, en cuyo interior mi reflejo me observa, repitiendo hasta el más mínimo e insignificante gesto que me propongo hacer.
Entrecierro los ojos, como si eso hiciera que la comprensión de lo último que escuché lograra ser menos dificultosa o llevarme menos tiempo.
Finalmente, cuando advierto que mi actitud no solo es inútil, sino que también debe verse algo ridícula, desplego la mirada de aquella superficie de cristal y la apunto a Samuel, quien me mira luciendo una cara divertida.
Imágenes de hechos anteriores se me vienen a la cabeza, pasando como un remolino por delante de mis ojos: muestras de cariño de parte de Eva, como lo acompañaba en el hospital, esa extraña relación familiar con la madre de él (que ya no es tan extraña sino lógica) y es ahora cuando les encuentro sentido. Todo encaja a la perfección, incluso nuestros labios instantes después, cuando dejo de dar vueltas y decido ponerle fin a esa corta distancia que existe entre ellos.
…
Por más que aún no haya oscurecido del todo, se me hace imposible rechazar una propuesta de "noche de película" de su parte, y más cuando menciona sobre el acompañamiento con helado. Sé que perdí mi apuesta de que el delivery llegará antes de encontrar la película al ver lo extremadamente ordenado que tiene su cuarto. Su personalidad tan perfeccionista provoca que me avergüence de mí misma por ser un completo desastre en esas cosas.
Escuchar el sonido del timbre con el ruido de las gotas de lluvia de fondo me lleva a cuestionarme cómo habrá llegado el repartidor con la presencia de semejante inundación en las calles. Oigo a lo lejos un intercambio de palabras que no llego a reconocer y pisadas que se aproximan aumentando el volumen gradualmente hasta cesar cuando la puerta de la habitación se abre y entra Samuel con un pote grande de helado en una mano y dos cucharas en la otra. Tiene el pelo disparejo y lleva un pantalón beige que hace que su torso desnudo sea más notorio. Me pregunto cuando se habrá cambiado que no lo noté.
— Te queda mejor que a mí.
Dice observando lo que llevo puesto: una remera gris de él que cubre hasta un poco más que mis caderas, haciendo un improvisado reemplazo de mi pantalón que aun no ha llegado a secarse.
Luego de su comentario se sienta en la cama, apoyando su espalda en el respaldo y da golpes en la frazada, invitándome a acompañarlo. Una vez cumplida su orden, toma el control y le da play a la película, mencionando que es un éxito y que me encantará.
Y la verdad es que debo aceptar que, si hay algo que me encanta de la situación, pero no es justamente la película, sino mirarlo a él sin que lo note, disfrutando la vista de ese perfil que fácilmente podría ser confundido con una obra de arte.
Samuel: La pantalla está adelante eh (dice sin mirarme).
Contengo la risa pensando en esa pobre película (que justamente es la misma que nos habíamos propuesto ver la primera vez que estuvimos juntos) que al parecer nunca tiene la suerte de ser vista por completo.
El silencio del ambiente me lleva a querer recopilar los últimos hechos, costumbre que tengo desde chica. Me es inevitable pensar como las cosas pueden transformarse o dar semejante giro en tan poco tiempo.
Hace un mes odiaba a mi padre por haber contratado a un guardaespaldas, diciendo que ese era el peor castigo para mí delante de mis amigos. Ahora ese castigo se había convertido en el sentido de mi vida, haciendo que, de alguna que otra forma quisiera agradecerle a mi padre en vez de odiarlo.
Yo, que hace un mes era una chica que vivía criticando a las parejas cursis, defendiendo el orgullo y negando cualquier mínima posibilidad de enamorarme un par de horas atrás decía te amo a una persona tan diferente a mí, que si alguien volviera al pasado y me contara sobre esto me reiría a carcajadas hasta cansarme.
La misma chica cuya vida antes se basaba en discriminar a las clases inferiores, ahora aceptaba que el chico que más le importaba pertenecía a esa clase y eso ya no lo hacía inferior en absoluto.
Por primera vez en mi vida sé que siento algo real. Por primera vez amo a alguien más que a mi propia vida, mientras escucho los latidos de su corazón y dejo un beso en su pecho para luego entrar en un sueño profundo.
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