Me veo obligada a abrir los ojos con extrema flojera cuando el irritante sonido de mi celular invade la habitación donde hasta ese momento reinaba la oscuridad y el silencio. Miro a mis lados, llegando a la conclusión de que no veré ni encontraré absolutamente nada en estas condiciones. Extiendo mi brazo hacia la mesa de luz y, tras varios intentos fallidos, finalmente enciendo la lámpara que yace allí, iluminando aunque sea un poco el lugar con una luz cálida y amarillenta.
Diviso mi bolso sobre la silla que se encuentra a unos metros y abandono la cama evitando hacer ruido, acción cuyo logro me sorprende con lo torpe que soy. El excesivo brillo que emite la pantalla casi me deja ciega, obligándome a cerrar los ojos, para luego abrirlos uno por uno con desconfianza, como si esa luz me fuese a quemar al tener contacto con mi rostro.
"Mía: 3 llamadas perdidas, 5 mensajes no leídos." Leo en silencio, sin sorprenderme. El nombre de ese contacto no me alarma tanto como el segundo: "Papá". Suelto un bufido y me maldigo por haber dejado el teléfono en silencio. Las notificaciones de mi padre quedan intactas, por el simple hecho de que no sé qué contestarle o si debería hacerlo. En cuanto a Mía...me basta con enviarle un mensaje de menos de dos renglones aclarando que no voy a volver al bar para ponerla al tanto de la situación y recibir una carita pervertida como única respuesta.
Me volteo al escuchar algo extraño y visualizo a Samuel, con los ojos cerrados y la cara pegada a la almohada dando golpes en la mía, mientras suelta bufidos o palabras inentendibles debido a su estado soñoliento.
May: ¿Qué hacés tarado?
Pregunto ya habiéndome sentado en el borde lateral de la cama. Al reconocer mi voz, deja de hacer lo que sea que está haciendo y abre uno de los ojos.
Samuel: Te busco. Creo.
Contesta sentándose y apoyando la espalda en el respaldo.
May: ¿Pegándome?
Samuel (ríe, frotándose los ojos): Te quería abrazar y me di cuenta de que no había nadie. ¿No te das cuenta de que estoy dormido todavía?
Me causa ternura verlo así, tan infantil e inocente.
May: Me tengo que ir.
Samuel: No, no te vas a ningún lado. Vení acá.
Dice tomándome del brazo y arrastrándome hacia él, dando una vuelta rápida y dejándome abajo suyo para luego llenarme de besos.
May: Pará. Papá va a sospechar, no puedo.
Samuel: Y que sospeche lo que se le cante.
Agrega atacando mi cuello.
May: La última vez que sospechó terminó todo mal.
Samuel: Hablando de eso...nunca me contaste que pasó.
Menciona con una expresión completamente diferente en su rostro, sentándose y mirándome seriamente.
May: Si querés me quedo un rato más, pero prefiero no hablar de eso.
Samuel: ¿Por?
May: Porque ya pasó Samuel. Estamos bien ahora. No importa.
Samuel: A mí me importa.
Lo ignoro, tomando el control remoto y extendiéndoselo.
May: Me dijo que, si no hacía algo para que ella le diera una chance, le contaría a papá de lo nuestro.
Samuel: ¿Tu propio hermano te chantajeó por ser tan cagón de no animarse a levantarse a alguien?
Asiento.
Samuel: Wow (comenta mordiéndose el labio inferior). Perdón, seguí.
May: Bueno. Yo obviamente no lo hice. Traté pero ella estaba embobada con otro y.…no pude. La verdad que no creía que me estuviese hablando en serio cuando me dijo que le contaría a papá. Pero volví de tu casa esa mañana, encontrándome con un sobre con fotos nuestras besándonos de regalo y lo peor de todo es que el que me las estaba dando era mi viejo. Eran de la noche anterior, que viniste a devolver el auto y me fui con vos. Y ahí vino el segundo chantaje: o cortaba con vos y él te conseguía otro trabajo o te despedía directamente y te dejaba sin nada (tomo aire y lo suelto pesadamente). Por eso cuando viniste te eché, porque sabía que cada minuto que pasase con vos él lo iba a usar en tu contra. Ordené que te llevaran como si no me importaras y terminé llorando como una estúpida cuando ya no estabas.
Me llevo la mano al rostro, limpiándome las lágrimas cuya presencia hasta ese momento no había notado.
May: Me crucé con vos en la calle un par de semanas después y te seguí hasta el hospital. Cuando vi a Eva pensé que era tu novia...o quien sea por la que me hubieses cambiado. Resultó ser vieja amiga de Mía y nos invitó a tu casa. Cuando supe que vivía acá, no aguanté más y salí, chocándome con vos (las lágrimas vuelven a descender por mis mejillas, solo que esta vez no les presto atención). Que me miraras con esa cara de odio y me sacaras a bailar en el medio de mi casa como si ni nos conociéramos me terminó de matar por completo (cuento con las imágenes de la fiesta de mi prima en mi cabeza). Pero no me arrepiento de nada, ¿sabés? Por algo pasó todo eso.
Bajo mi mirada, apuntándola a las sábanas.
May: Creo que me hacía falta algo así para despertarme y (trago saliva) ...darme cuenta de que por primera vez en mi vida me había enamorado.
Tras pronunciar mis últimas palabras levanto la vista, encontrándome con unos ojos cristalinos, que, a diferencia de los míos aún soportan estar así y no derraman lágrima alguna.
Samuel: Yo te odiaba (hace una pausa, en la cual mi cabeza comienza a torturarme con suposiciones), trataba de odiarte...y me odiaba a mí mismo porque no podía. Te quería hacer sentir lo mismo que vos me hiciste sentir a mí, quería que entendieras lo usado que me había sentido yo. Te quería odiar y terminaba amándote más.
Finaliza, con sus ojos fijos en los míos y es ese el momento en el que caigo en que los dos estamos llorando.
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