El Joven Secreto romance Capítulo 37

Eva: Quería fiarme de vos porque necesito eso para pedirte un favor. Revisá el bolsillo derecho de tu mochila.

Debo admitir que, si antes tenía miedo, ahora solo me encuentro confundida. Cada vez que creo haber conocido a fondo a esta chica o al menos entender su forma de ser en lo más mínimo, una nueva caja se abre dentro de la anterior. Y lo que encuentro en el bolsillo que me indicó tampoco me sirve de gran ayuda para descifrar a Eva.

May: ¿Qué es esto?

Pregunto, levantando en el aire ese metal frío y húmedo por la temperatura.

Eva: Ese es el favor.

May: No entiendo.

Escribo, sin dejar de observar el objeto.

Eva: Es una copia llave de su departamento. Necesito que lo cuides, May. Tengo que volver urgente a casa, hubo una emergencia. Un empleado robó algo de valor de la casa a inicios de año y me necesitan para testificar.

May: ¿Y yo que tengo que…

Me interrumpe con un mensaje repentino y rápido.

Eva: Te quiero pedir que ayudes a Samuel si necesita algo cuando le den el alta. Va a volver a casa solo. Si no podes, no hay problema. Es mucha responsabilidad y lo entendería. Hablé con una señora que se especializa en esto, pero pensé que igual él se sentiría más cómodo con alguien que conociera.

Okay. Esto sí que no me lo esperaba.

Eva: Igual puede que esté errada y es todo lo contrario, por la historia que tuvieron.

Yo. Yo cuidando a alguien, ¿quién lo diría?

Eva: Baja con la llave si no es posible. La señora se encarga, no hay problema, May.

¿Qué hago?

Eva: Eso sí, apurate porque tu guardaespaldas ya empieza a sospechar tu tardanza ahí arriba.

Habiendo escuchado eso, dejo el teléfono y las llaves en la cama y me apresuro al pasillo, recordando que, tome la decisión que tome, necesito bajar esos libros al auto, y para ello me vendría bien una bolsa o algo similar.

—Oliver, ¿tenés una bol…

Me trago mis propias palabras inmediatamente al abrir su puerta de un tirón. Y es que lo que veo del otro lado del marco de la puerta hace que se me caiga la mandíbula.

“¿May?”

Tengo en una mano las llaves, en otra el teléfono, y las palabras de Eva sonando con su voz en mi cabeza, aunque solo fueran texto cuando las dijo.

“Se convirtió en alguien que no quiere mostrarse débil ante nadie, aunque en el fondo anhele un abrazo sincero.”

Automáticamente viene a mi mente el cinismo y la crudeza con la que me trató en el hospital aquella vez, que me partió el alma e hizo que me fuera dando un portazo y, probablemente asustando a la enfermera.

Pero luego recuerdo un suceso aun anterior a ese: el del pasillo de su edificio. Aquel día cuando salí disparada del departamento porque descubrí que Eva vivía con él (aun no sabía que eran primos) y me choqué justamente con Samuel en el corredor del edificio.

La forma fría en la que me observaba y la invulnerabilidad de sus ojos me asustaron. Al mirarlo desde el interior del ascensor no veía al Samuel que conocía, veía una fortaleza. Una fortaleza de cuya vulnerabilidad yo me había aprovechado y, según él, usado en su contra hasta quebrarlo. Pero la imagen e impresión que daba el querían dejarme en claro que eso no volvería a suceder, que no lo intentara otra vez, porque esa fortaleza ya era completamente inquebrantable.

“Pero hubo una mirada, y es la que vi cuando entró al departamento después de que te fueras…que por primera vez en muchos años me mostró al Samuel sensible”.

Y eso que no nos viste llorar juntos, digo en mi interior, recordando aquella vez en la que me sinceré con él tras haberlo echado de la casa a la fuerza y todo el chantaje salió a la luz.

“…Necesito que nadie más lo rompa cuando está vulnerable”.

—¿Hija?

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