El Joven Secreto romance Capítulo 38

—¿Hija?

Mi madre.

Lleva puesta una bata oscura y se dirige a mí desde la cocina con una taza en la mano. Me meto la llave al bolsillo de forma disimulada y sonrío, algo torpe para mi gusto.

—¿Qué hacés ahí?

—Le debo alcanzar esto a una amiga, olvidé un par cuando se los llevaba.

Improviso rápidamente.

—Ah, los libros. Tu padre me comentó.

Honestamente, me sorprende que mi madre esté al tanto de algo de lo que ocurre en esta casa.

—Si…

Hago una pausa, produciendo un silencio un tanto incómodo. Bajo la vista a los libros.

—…se los llevo mejor.

Tomo nuevamente los libros, tras meter mi celular en el bolsillo trasero del pantalón otra vez. Ella me abre la puerta sin tener que pedírselo, viendo que tengo ambas manos ocupadas. Abandono el cálido interior de la casa, exponiéndome al frío de afuera.

El guardia que me saludó al entrar le hace una seña con la mano al guardaespaldas apenas me ve cerrando la puerta tras mío, asumo que avisándole que por fin aparecí.

Camino a paso un tanto lento hacia el auto con mil pensamientos en la cabeza que no logré ordenar debido a la aparición de espontánea de mi madre. Al acercarme al auto, el guardia que mencioné recién se adelanta para abrirme la puerta, pero con un gesto le indico que no es necesario, ya que veo a Eva abrirme desde adentro.

Toma los libros, liberándome de su peso y los coloca a su lado, en el asiento. Yo aún permanezco afuera, inclinada en mis rodillas. Noto que su mirada apunta y permanece sobre mi espalda. Me volteo.

Mi padre.

—¿Todo bien? Te tardaste.

Pregunta Eva al verme ignorando el hecho de que me vigilan. Se que parecerá extraño, pero la verdad es que no tengo alternativa. Debo actuar como si no ocultara nada.

—No encontraba el tercer tomo.

Comento al ver de reojo que el guardaespaldas observa a través del espejo retrovisor. Ella emite una risa, bastante bien actuada para mi suerte y su mirada se vuelve algo seria luego de darle una segunda ojeada a los tres libros que tiene a su lado.

—¿Y el cuarto?

Pregunto con un brillo característico en los ojos. Demonios Eva, sí que te metiste en el papel como para preguntar por un libro que jamás se publicó.

Pero al ver cómo sigue mirándome, como queriendo hacerme entender algo, lo capto. Las llaves. Se refiere a las llaves. Que inteligente.

Ahora el guardaespaldas se pone a toquetear algo en el GPS, perdiendo la vista allí o simulando hacerlo. Recordemos que este tipo es los ojos de mi padre fuera de casa. Lo ve todo, aunque la ventaja que tengo es que no parece ser precisamente un genio ni mucho menos.

—Ese ya no lo encontré.

Exclamo con algo de duda en la voz, abrazándome a mí misma por el frío que siento. Esta parte ya no es actuada: literalmente estoy temblando.

Eva mira el asiento delantero, donde el chofer sigue en sus cosas, haciéndose el distraído, y por un segundo su mirada se estanca allí, para luego volver a depositarla sobre mí.

—¿Segura que miraste bien?

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