—¿Hija?
Mi madre.
Lleva puesta una bata oscura y se dirige a mí desde la cocina con una taza en la mano. Me meto la llave al bolsillo de forma disimulada y sonrío, algo torpe para mi gusto.
—¿Qué hacés ahí?
—Le debo alcanzar esto a una amiga, olvidé un par cuando se los llevaba.
Improviso rápidamente.
—Ah, los libros. Tu padre me comentó.
Honestamente, me sorprende que mi madre esté al tanto de algo de lo que ocurre en esta casa.
—Si…
Hago una pausa, produciendo un silencio un tanto incómodo. Bajo la vista a los libros.
—…se los llevo mejor.
Tomo nuevamente los libros, tras meter mi celular en el bolsillo trasero del pantalón otra vez. Ella me abre la puerta sin tener que pedírselo, viendo que tengo ambas manos ocupadas. Abandono el cálido interior de la casa, exponiéndome al frío de afuera.
El guardia que me saludó al entrar le hace una seña con la mano al guardaespaldas apenas me ve cerrando la puerta tras mío, asumo que avisándole que por fin aparecí.
Camino a paso un tanto lento hacia el auto con mil pensamientos en la cabeza que no logré ordenar debido a la aparición de espontánea de mi madre. Al acercarme al auto, el guardia que mencioné recién se adelanta para abrirme la puerta, pero con un gesto le indico que no es necesario, ya que veo a Eva abrirme desde adentro.
Toma los libros, liberándome de su peso y los coloca a su lado, en el asiento. Yo aún permanezco afuera, inclinada en mis rodillas. Noto que su mirada apunta y permanece sobre mi espalda. Me volteo.
Mi padre.
…
—¿Todo bien? Te tardaste.
Pregunta Eva al verme ignorando el hecho de que me vigilan. Se que parecerá extraño, pero la verdad es que no tengo alternativa. Debo actuar como si no ocultara nada.
—No encontraba el tercer tomo.
Comento al ver de reojo que el guardaespaldas observa a través del espejo retrovisor. Ella emite una risa, bastante bien actuada para mi suerte y su mirada se vuelve algo seria luego de darle una segunda ojeada a los tres libros que tiene a su lado.
—¿Y el cuarto?
Pregunto con un brillo característico en los ojos. Demonios Eva, sí que te metiste en el papel como para preguntar por un libro que jamás se publicó.
Pero al ver cómo sigue mirándome, como queriendo hacerme entender algo, lo capto. Las llaves. Se refiere a las llaves. Que inteligente.
Ahora el guardaespaldas se pone a toquetear algo en el GPS, perdiendo la vista allí o simulando hacerlo. Recordemos que este tipo es los ojos de mi padre fuera de casa. Lo ve todo, aunque la ventaja que tengo es que no parece ser precisamente un genio ni mucho menos.
—Ese ya no lo encontré.
Exclamo con algo de duda en la voz, abrazándome a mí misma por el frío que siento. Esta parte ya no es actuada: literalmente estoy temblando.
Eva mira el asiento delantero, donde el chofer sigue en sus cosas, haciéndose el distraído, y por un segundo su mirada se estanca allí, para luego volver a depositarla sobre mí.
—¿Segura que miraste bien?
Mirando el celular, veo que la última conexión de Eva fue cuando me envió el último mensaje antes de que yo bajara, por lo que aún debe estar de camino a casa. Desciendo un par de chats hasta detenerme en la foto de Samuel. No ha mirado su teléfono hace dos horas. Asumo que duerme. Su foto de perfil no ha cambiado. Es la misma de siempre: el sonriendo algo de improviso, que deja en claro que la foto no fue planeada, sino que la persona que la tomó simplemente le dijo que se voltee, con unas gafas de sol levantadas en su cabeza y las manos reunidas entre sí, como si acordaran un acuerdo secreto entre ellas. Remera musculosa y un short deportivo, dándole un toque completamente veraniego.
Al cerrar la foto me topo con el chat y lo más reciente en él: los mensajes ignorados y las llamadas perdidas del día del accidente. Suelto un pesado suspiro.
Minutos después, cansada ya de esperar a Mía en plena madrugada, dejo el teléfono en la mesa y apago el velador. En algún momento vendrá a dormir, tiene una cama cerca del escritorio para eso. Aunque, viendo la hora, empiezo a pensar que quizás mi amiga duerma en el cuarto de mi hermano esta noche.
No me interesa, no quiero ni pensar mucho en eso. Y no porque me moleste, no sé lo que siento con seguridad. Simplemente me da hasta pereza dedicarle tiempo. Es su vida, suficiente tengo con la mía.
Él me chantajeó, me arruinó varios meses el humor, me humilló ante nuestro padre para después dar un cambio brusco de carácter y hacer las paces conmigo.
Ella fue testigo de las maldades de él, aunque no supo la parte del chantaje, puesto que la involucraba personalmente. En parte no cumplí con lo que me obligaba a hacer Oliver para alejar sus garras de mi amiga…para que al final, ella fuera voluntariamente a caer en ellas. Que irónico.
¿Qué opino de su pareja? No lo sé con certeza, lo dejaré estar. Quizá al menos sirva para desviar la mirada de mi padre de mi por un tiempo y respirar en paz.
Me siento en la cama, estiro la espalda y tomo el celular.
“2 mensajes no leídos de 2 chats”.
CHATS --- Eva
Eva: Ya llegué May. Me aburrí todo el viaje porque el chofer no me seguía las charlas. Parece una tumba este hombre.
Río, pero mi expresión se transforma completamente al ver el mensaje sin leer del segundo chat.
CHATS --- Samuel
Samuel: Eva me dejó un mensaje avisándome que tenés su copia llave del departamento. ¿Podemos hablar de eso?
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