—¿Y quién dice que estoy jugando? Además no debería de venir a mi trabajo y acosarme de esta manera, ¿acaso no piensas en la gente que puede vernos y malinterpretar las cosas?
—lanzó mirando sobre su hombro, pero nadie los estaba mirando, solo era su cabeza imaginando cosas que no eran en realidad.
—Deja de decir tonterías, ahora mismo la gente está metida sus propios asuntos, nada más observa tu alrededor y si así fuera el caso, no nos debe importar la opinión de las demás personas. —rugió.
—¿Cuál ha sido la verdadera intención de venir acá? Dígame la verdad —botó el aire.
—Tú, el motivo es nada más que tú, Además necesito despejar la mente de todo el trabajo y me encontré viniendo hasta acá... en realidad nunca había venido pero es un buen sitio.
La muchacha casi se echa a reír en su cara por lo que había dicho.
—No como a los que sueles ir, pero bueno...
***
Al final la joven tuvo que aceptar ser esa mañana su acompañante durante el desayuno. La verdad es que no quería, sin embargo, no le quedó otro remedio que decirle que sí, ya que se estaba poniendo demasiado insistente y para no hacer una escena allí en la cafetería, prefirió ceder, además no era tan malo y el tiempo ayudó un poco al pasar de volada.
Se había sentado en una de las mesas, como una clienta más, empezó a devorar con lentitud su platillo frente a él, solía pasarle que el hambre se le iba o solamente quedaba un pequeño ápice de apetito, porque el resto desapareció como por arte de magia.
Nunca creyó que iba a ver a Asthon comiendo hamburguesa y papas fritas como una persona normal. No es que fiera anormal por no hacerlo, solo lo vio con demasiados remilgos que nunca imaginó verlo comer con las manos, le pareció un poco gracioso, aunque con lo nerviosa que estaba pronto dejó de ponerle reparo.
Era inevitable no sentirse de esa forma debido a que Asthon era el causante de todo ese sentir, el aleteo en su estómago y una necesidad aniquilante a la que estaba dispuesta a ceder si continuaba masacrando su ser de esa forma.
Sus ojos de color volvieron a clavarse en ella como un ancla profunda que la investigaba profundamente, aunque ya en ese momento solo sostenía su mirada y le sonreía a un par de veces, ella suspiraba cómo era de costumbre hacerlo, además de bajar la cabeza de vez en cuando porque no soportaba estar bajo tanto poder; esa potencia absoluta que la absorbía en un chasquido de dedos y la convertía en un manojo de nervios; el efecto que tenía el padre de Alicia no aminoraba más bien con el paso de los segundos, minutos que se convirtió en una hora y media tal vez, el acreciento ya era un hecho, y ella tenía esa sensación de que siempre sería así.
No quiso entablar ningún tipo de conversación todo el tiempo que estuvieron juntos en la mesa también se debía a que las palabras se le quedaban atoradas en la garganta.
Así de fuerte era lo que sentía y no existían palabras para describirlo de hecho era tan fuerte e intensivo, qué aún las palabras que daban la descripción correcta sobre ese amor que sentía en su pecho, no habían sido inventadas, aunque en el fondo ella misma podía crearlas solo si dejaba ese ligero temor que le impedía dar un paso.
A la joven le daba miedo saltar temiendo muchísimo que el paracaídas se atorara y no se abriera de modo que esto le ocasionaría una estrepitosa caída de la que no iba a salir ilesa, tener una relación con el padre de su amiga no era cualquier cosa, era algo que debía tomarse en serio y no el a la ligera y ella aún no estaba convencida de hacerlo.
No sabía cómo es que lo hizo pero el jefe de la joven, Salvador, de pronto la había llamado a su oficina para decirle que podía irsez esto después de que el padre de Alicia entrara al mismo despacho. No podía creerlo, ¿cómo era el mundo de chiquito que de pronto ellos dos también se conocían? El mundo era un verdadero pañuelo. Y el universo conspiraba contra ella.
Su corazón no estaba de acuerdo.
—No puedo creer que hayas podido convencer a mi jefe que me dejara ir antes de terminar mi turno, la verdad no lo veo bien y nunca te lo pedí, me siento mal al respecto. De hecho ni siquiera sé por qué lo has hecho. No iré a ningún lado contigo si eso es lo qué pretendes. —aseguró muy decidida, luego él podía hacerla cambiar de opinión con solo una mirada, ya lo estaba haciendo, aunque ella no cedería tan fácilmente.
—Lo único que pretendo es convencerte a ti de que en serio me interesas y nunca había estado como ahora, tan seguro de de tomar esta decisión...
Ahora sí se cruzó de brazos y retrocedió. ¿Estaba loco o qué?
No era el momento de expresar la verdad. Lo único que la consolaba era que de arriesgarse y tirarse al vacío entonces ya Alicia no podría juzgarla pues ella también debía de entender que significaba querer a una persona y no poder gritar a los cuatro vientos el amor que se le tenía; para muestra ella salía con el abogado y aún no le decía nada a su padre, ni siquiera a ella se lo expresaba. Cómo mencionó ya había tenido momentos en los que se vio tentada a decirle que lo sabía todo, luego retrocedía dos pasos y miraba las cosas desde otra perspectiva y sabía que no era correcto decirle que se enteró por andar husmeando.
En tanto una cosa y la otra ya volvía a pisar la tierra y miraba a Asthon, quién estaba centrado en la conducción. Era tan perfecto, su perfil, todo él...
—¿A dónde iremos? Al menos merezco saberlo.
La vio de reojo, pero no tardó en centrarse nuevamente en la carretera.
—Sí, lo sabrás, iremos a mi compañía. ¿Tienes algún problema con eso? —le expresó. Ella negó con la cabeza.
—No, no tengo ninguno, al menos es un lugar donde habrán personas.
—¿Qué pasa si fuera un lugar mas solo? No creo tener la intención de hacer algo indebido, al menos que tú quieras —emitió, se calmó tomando varias repeticiones de inhala y exhala, ya empezaba a tomarse sus palabras como una forma que él usaba paga hacerla enfadar, nada era de verdad, eso quería creer. La verdad iluminaba cada sílaba.
—No digas tonterías, ya ni siquiera puedo verte con el mismo respeto.
—No me molesta, en absoluto.
Rodó los ojos, terminó por fijarse en la pantalla de su teléfono.
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